Aunque no los veamos con frecuencia, los amigos de la infancia y la juventud nunca dejan de ser nuestros amigos.
uando uno es niño espera todo de los amigos. En esa época temprana de la vida el concepto de la amistad exige una gran cantidad de requisitos y, además, es casi que obligatorio tener "un mejor amigo". Así se cambia a los quince días de mejor amigo por otro compañero del salón. Con el mejor amigo se comparten la mayor cantidad de espacios posibles: compañero de pupitre, es con el que se juega en los recreos, el que se invita a tomar onces, con el que nos reunimos para hacer tareas, el que nuestros papás nos permiten invitar a un paseo de familia...
Además, a esa edad el amigo es alguien en quien uno cifra todas sus expectativas. Y si ese alguien traiciona alguna de ellas o, sencillamente, deja de ser alguien cercano por la razón que sea, sencillamente deja de ser considerado amigo.
Con el paso de los años muchos de esos amigos y amigas del colegio y de la universidad desaparecen del radar y, por lo tanto, en los años de juventud uno deja de considerarlos como tales. “Ah, sí, fue muy amigo mío en segundo y tercero de bachillerato pero nunca volví a saber de él”.
Mientras tanto aparecen los compañeros de trabajo. Con algunos de ellos se comparten afinidades (fútbol, música, temas así), y también tiempo por fuera de la oficina. Pero, al igual que los compañeros del colegio y la universidad, uno se va o ellos parten.
Así han pasado mis años, con muy pocos amigos que han persistido en el tiempo y muchos otros que, en mi antigua manera de percibir las cosas, habían dejado de serlo o nunca lo habían sido.
Pero hoy, a mis 60 años recién cumplidos, cuando escribo estas líneas, caigo en cuenta de algo que había percibido o intuido pero no lo había expresado de manera consciente o racional. Y descubro que esas decenas de personas, así no las vea casi nunca, así no las haya vuelto a ver o así hayan muerto, de todas maneras siguen siendo mis amigos.
A medida que he ido creciendo y envejeciendo, he esperado cada vez menos de mis amigos. Hoy ya no espero casi nada o nada de ellos. Pero este no es un reclamo ni una declaración de principios cimentada en el despecho. No. Es simple y llanamente un cambio de percepción.
Ya tengo claro que los amigos del pasado siguen siendo amigos, así no vuelva a saber nada de ellos. Así se hayan ido a vivir a otra ciudad, a otro país, así lo hayan hecho hace 30 o 40 años.
No es una abstracción teórica. Resulta que cuando los encuentro en una reunión o de casualidad en la calle y los saludo siento que esas personas que fueron especiales en algún momento lo siguen siendo hoy en día. Es probable que ya no tenga nada en común y muy poco de qué hablar con ellos, más allá de recordar los momentos que compartimos. Y sin embargo, me da mucho gusto verlos. Suelo saludarlos con un abrazo. Siempre he notado que persiste el apego, la familiaridad. Ese algo que nos unió en algún momento corto o largo del pasado no se ha ido. Entonces, ¿por qué no considerarlos amigos si, a pesar de la distancia, nunca han dejado de serlo?
De ellos, repito, ya no espero nada. Ni que se acuerden de mi cumpleaños, ni que estén pendientes de lo que me pasa, ni que me ofrezcan ayuda cuando consideren que la necesito. Si aparecen en algún momento de necesidad, maravilloso. Pero no hace falta que lo hagan. Sé que de una u otra forma ahí están.
A algunos de ellos no los volveré a ver nunca más. A otros tantos que se fueron a otros países, si acaso cuando vengan de visita. A otros, cuando alguien se invente alguna reunión.
Hoy agradezco el poco o mucho afecto que recibí de cada una de esas personas. Hoy tengo claro que, así pertenezcan a un lejano pasado o los vea de manera esporádica, de todas maneras forman parte de mi presente de todos los días. Cuento con ellos. Ni idea para qué, pero ahí siguen. Porque, así no los haya vuelto a ver ni a contactar, nunca han dejado de ser mis amigos. Y qué bueno recordarlos, y ojalá intentar verlos, en estos tiempos de Navidad (Continuará).
*Periodista y escritor. Miembro del consejo editorial de Bienestar Colsanitas.
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