La alimentación basada en plantas es una estrategia efectiva para el cudiado del planeta, pero no la única. Lo principal es consumir alimentos que se produzcan con base en el cuidado del suelo y sus nutrientes.
La alimentación vegana es una de las acciones con mayor impacto positivo para el planeta. Eliminar el consumo de carne y sus derivados contribuye en la mitigación de la crisis climática, pues las emisiones de gases efecto invernadero pueden disminuir hasta en un 73 %. Además, tiene en consideración la vida y bienestar de otros animales.
En América Latina esta tendencia comenzó con la llegada de las leches vegetales, pero en los últimos años aproximadamente el 10 % de la población decidió mantener una alimentación vegana. Sin embargo, no es una decisión sencilla para muchos, bien sea por su cultura o por motivos de salud. Y si de salvar al planeta se trata, una dieta vegana no necesariamente es lo mejor para el ambiente.
El peligro de los grandes cultivos
La producción de alimentos utiliza el 34 % de la tierra y el 70 % del agua dulce disponibles, y genera el 29 % de las emisiones de gases efecto invernadero globales, según datos del World Wildlife Found (WWF). Muchos de los alimentos veganos que se consiguen en el mercado o que se presentan como alternativa proteica a la proteína animal están hechos a base de soja, lentejas, arvejas o garbanzos.
Pero la soja es una de las principales causantes de la deforestación. Aunque ciertamente la mayor parte se cultiva para alimentar ganado, “si todo lo que comemos es a base de soja, avena y trigo vamos a necesitar la producción de cultivos muchas veces asociados a transgénicos”, sostiene Camila Cammaert, coordinadora de sistemas alimentarios sostenibles en WWF Colombia.
Cerca del 75 % de la variedad de cultivos del mundo ha desaparecido de los campos de los agricultores desde principios del Siglo XX, nueve de ellos representan el 66 % del total de la producción agrícola, y solo tres son los principales cultivos globales: arroz, trigo y maíz. “Esta forma poco variada de producción implica un mayor desgaste para el suelo y sus nutrientes, la pérdida de variedades de alimentos y la cultura en torno a ellos, y en ocasiones, un mayor uso de fertilizantes, algunos, generadores de gases efecto invernadero”, afirma Cammaert.
Producir mucho de una sola cosa termina inevitablemente por forzar a la naturaleza. Como dice Soledad Barruti, periodista y escritora argentina especializada en temas vinculados a la alimentación, los sistemas alimentarios y los territorios, “todos los problemas que nos acorralan surgen de ese paradigma de simplificar, homogeneizar e industrializar el campo y la alimentación: los monocultivos tóxicos, las granjas-fábrica, el cambio climático, el empobrecimiento rural y el hacinamiento urbano”.
El dato
El 40% de la comida que se produce en el mundo no se consume. En Colombia el desperdicio en los hogares se calcula en 1,5 millones de toneladas anuales.
Comida viajera
Gran parte de la oferta de alimentos veganos son traídos de otros países. Algunos de ellos responden a la tendencia, por ejemplo las “carnes” que imitan las hamburguesas de res como Beyond Meat, Imposible Burger o Not Burger provenientes de Estados Unidos; o tantas frutas y verduras como manzanas, kiwis y uvas, que se cultivan en Chile.
Un 19 % de las emisiones de los sistemas alimentarios corresponden justamente al transporte. “Solo basta pensar en las emisiones de barcos, camiones y aviones que atraviesan el mundo para transportar alimentos de un lado a otro”, aclara WWF en un comunicado. Un impacto que sería fácilmente reducible si se consumen alimentos locales, cultivados o producidos lo más cerca de casa posible y a partir de buenas prácticas.
Si pasarse a una dieta vegana en un país como Colombia implica comprar productos que vienen desde Estados Unidos y son ultraprocesados, vale la pena preguntarse si se está cumpliendo el objetivo que motivó el cambio.
Soluciones al alcance
Más que una alimentación 100 % vegana, los cambios que necesita el planeta pasan por reconocer los alimentos que se producen en nuestro país, identificar las dietas convencionales con alimentos locales y cuestionar la sostenibilidad de esos alimentos.
Estos son algunos consejos adicionales a los que ya hemos compartido en Bienestar si de buscar maneras responsables de consumir se trata, que disminuyan su impacto en el medioambiente:
- Antes de comprar un producto, investigue de dónde viene, cómo fue producido o revise la etiqueta.
- En un restaurante elija los platos que incluyen ingredientes colombianos.
- Incorpore un alimento que no consuma con frecuencia cada vez que hace mercado.
- Coma más alimentos frescos y menos procesados, pues requieren menos recursos para producirse.
- Apoye a los campesinos que cultivan variedades diferentes de un alimento.
- No desperdicie.
Diversificar la alimentación pensando en la oferta local de alimentos ayuda a aliviar la presión sobre los recursos del planeta. Vale la pena hacer cambios, pero esos cambios deben ir adobados con un pensamiento crítico.
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