Pasar al contenido principal
Bienestar Colsanitas

Crianza con equidad

Ilustración
:

Cómo transformar los paradigmas de crianza de nuestros hijos varones en favor de una sociedad libre de machismo. Porque si desde el hogar se siguen reproduciendo los patrones actuales, nada va a cambiar.

SEPARADOR

Te prometo que estoy criando un hijo que no abusará de ti ni te maltratará”, leí en el Día Internacional de la Mujer en una red social. Vi repetido el mensaje por televisión, con palabras similares, en carteles que portaban las manifestantes en concentraciones públicas para conmemorar la fecha. Y yo, que soy mamá de un niño de tres años, me pregunté: ¿Qué estoy haciendo para que mi pequeño crezca libre de estereotipos machistas? ¿Cómo puedo contribuir desde mi rol de madre en la construcción de una sociedad menos sexista?.

Puse manos a la obra para buscar las respuestas. Entrevisté a expertos, revisé literatura disponible, consulté instituciones con autoridad en el tema... Me encontré con una sentencia demoledora: los estereotipos sexistas son aprendidos, y los padres somos parte del sistema que los reproduce. Si educamos a las niñas para que sean mujeres empoderadas e independientes, preguntémonos si también estamos preparando a los niños para que no sean hombres abusadores, acosadores o violadores.

Las conductas discriminatorias, las escenas de violencia intrafamiliar, los comentarios misóginos o el acoso laboral o sexual son perpetrados por personas que no fueron educadas para el respeto, la consideración y la tolerancia sin distingo de género, sino por el contrario, se les alentó a mostrar dominación y superioridad en una sociedad que tiende a normalizar esas agresiones.

“Adoptar una pedagogía feminista no supone someter a los niños a una doctrina austera y rigurosa, sino todo lo contrario, consiste en darles la oportunidad de desarrollar su singularidad y cultivar una verdadera libertad. La libertad de conservar lo que deseen e inventar todo lo demás… No queremos que nuestros queridísimos bebés se conviertan en horribles cómplices del sexismo. Es una presión enorme saber que nuestros hijos pueden perpetuar la cultura de la violación acosando o agrediendo a las mujeres”, apunta la periodista francesa Aurélia Blanc en su libro Educar contra el machismo.

Blanc enfatiza en que los padres “siembran las semillas emancipadoras”, y a los hijos les corresponde cultivarlas en la medida en que maduran. En ese sentido, es determinante el papel de la familia en la lucha por la igualdad.

Y, si estamos comprometidos con la causa, se vuelve indispensable reconocer si en nuestro día a día reproducimos pautas machistas y cómo podemos darle un vuelco a esas conductas que afloran automáticamente.

Cuando conversé por videollamada con la psicóloga Adriana Silva, magister en terapia familiar sistémica y subdirectora del campo de Psicología y Familias del Colegio Colombiano de Psicólogos, me habló de un término que es muy propio del ejercicio terapéutico que ella practica: la lealtad familiar. Se refiere al sentimiento de solidaridad y compromiso del individuo con las pautas establecidas en su grupo familiar. Me explicó que, de forma consciente o no, la necesidad de “pertenecer” nos hace reverentes a ese sistema de creencias, y eso incluye no intentar desafiar los estereotipos sexistas. “Así se transmiten de generación en generación, y por eso llegamos a donde estamos”, sentenció.

En consonancia con esta idea, Martha Eugenia Segura, quien dirige desde hace 10 años la Fundación Apego, es radical: “Nos tenemos que reeducar, y eso incluye a nuestros padres, hermanos, pareja, abuelos y suegros. Para que los adultos del mañana estén libres de conductas machistas, puedan desarrollar su potencial y no se sientan limitados por su género, tenemos que educar en materia de igualdad de género desde los primeros años. En ese trabajo participamos todos y, principalmente, la familia. Porque la educación formal todavía tiene esa gran deuda”.

La pesada masculinidad

Haciendo del mito de la superioridad masculina el fundamento del orden social, político, religioso, económico y sexual; valorando la fuerza, el ansia de poder, el apetito de conquista y el instinto guerrero, se ha justificado y organizado la esclavitud de las mujeres, pero también se ha condenado al hombre a reprimir sus emociones, a tener miedo de la impotencia y a despreciar el afeminamiento, cultivando además el gusto por la violencia y por la muerte heroica. El deber que impone la virilidad es una carga y convertirse en un hombre es un proceso extremadamente costoso.

SEPARADOR

"Antes que caballerosos los niños deben aprender a ser respetuosos, considerados y educados, con cualquier persona, de cualquier género".

SEPARADOR

En mi búsqueda encontré esta cita de la filósofa francesa Olivia Gazalé en un libro que escribió en 2017: El mito de la virilidad. Y lo que plantea es también un tema al que se refiere la psicóloga Adriana Silva cuando me cuenta que en las terapias de pareja, con frecuencia, hace a sus pacientes estas preguntas: ¿Cómo es para ellos su pareja ideal? ¿Qué es lo que deberían hacer los hombres o mujeres con los que sienten afinidad? ¿En qué piensan que fallan? Y en las respuestas afloran todas esas pautas que dicta la sociedad y que le atribuyen al hombre la obligatoriedad de ser proveedor, valiente, fuerte, conquistador, viril, y a la mujer el deber de ser sumisa, obediente, discreta, servil. Entonces cuando alguno o alguna se sale del molde, defrauda y frustra, porque todo se centra erróneamente en el “deber ser”.

En Educar contra el machismo leo: “La virilidad cuesta muy caro a los hombres hoy en día... Pero la virilidad es un mito que justifica la dominación de los hombres sobre las mujeres, sobre los niños y también sobre los otros hombres. Por eso es tan importante poner en tela de juicio este modelo arcaico y permitir que los niños se liberen de él. Incluso hoy educamos a los niños a la sombra de la llamada masculinidad hegemónica, dominante fiel a los estereotipos viriles, cuyo contrato implica: desconfiar de todo lo femenino, mantener las apariencias, ser el mejor, reprimir emociones, no parecer débil. Todo eso causa sufrimiento, es demasiado exigente e injusto”.

Entonces recuerdo que la terapeuta Silva me compartió estas pertinentes recomendaciones:

- Que permitamos llorar a los niños

- Que los animemos a expresar sus emociones

- Que les ayudemos a entender que el miedo es una condición humana que todos podemos sentir

- Que les enseñemos a ser, antes que caballerosos, respetuosos, considerados y educados con cualquier persona, de cualquier género.

Una educación menos sexista, menos machista, nos conmina a los padres a que cultivemos en nuestros hijos varones la empatía en lugar de la dominación, y la autenticidad en vez de la competencia. A fin de cuentas, que les quitemos el montón de etiquetas que la sociedad patriarcal pretende ponerles encima.

Martha Eugenia Segura también hizo un aporte en ese sentido. Me dijo que en la Fundación Apego trabajan bajo la filosofía de que el vínculo afectivo funciona como un escudo para hacer frente a las presiones y riesgos del entorno. Por eso, me habló de cuatro condiciones claves para fortalecer ese vínculo con los hijos:

- Aceptación: acepta a los niños como son, sin compararlos o intentar cambiarlos. Escúchalos, reconoce sus necesidades y demuéstrales afecto.

- Cooperación: respeta su autonomía y su independencia, ellos también son capaces así que hazlos partícipes.

- Acceso: permanece dispuesto a escuchar, compartir tiempo y dialogar. Así sentirán que eres cercano y confiable.

- Sensibilidad: conócelos, interpreta sus señales e inquietudes para que puedas responder efectivamente a todos sus requerimientos.

“Si tienes una familia de cualquier tipo, donde no existe el trato humillante, ni castigo físico; sin amenazas, donde se te reconoce, se te involucra, en un ambiente seguro, amoroso, colaborativo… esas serán las costumbres que te serán comunes, y así mismo te comportarás con los demás. Lo que inculcamos se vuelve el recurso de solución de los niños, los adolescentes y, después, de los adultos”, me dijo Segura.

CrianzaSinMachismo

Asimilar y aplicar

Mi amiga Adelaida Barliza, magíster en Psicología, especialista en clínica y docente universitaria, comenzó la entrevista haciéndome caer en cuenta de que para criar a los hijos varones libres de estereotipos machistas lo primero que hay que hacer es dar el ejemplo. Y trajo a cuento una famosa frase que se le atribuye a la filósofa, pedagoga, médica y feminista María Montessori: “No te preocupes si tus hijos no te escuchan; te están mirando todo el tiempo”.

“Hay que partir del relacionamiento de la pareja, de las diferencias que establecemos entre hermanos y hermanas. Cómo se distribuyen las tareas del hogar, las responsabilidades del padre con los hijos, quién se ocupa del cuidado de los abuelos, cómo son los comentarios que hacemos en la cotidianidad, qué opiniones emitimos en la intimidad del hogar acerca del comportamiento de los demás. Cada interacción con nuestros hijos es una valiosa oportunidad para darle un vuelco a esa concepción de que el hombre es superior a la mujer”, sostuvo Barliza.

Es así como la participación masculina en la crianza de los hijos, los sobrinos, los ahijados también es parte de las conquistas relacionadas con la equidad de género. Celebrar que se ha vuelto caduca la anticuada creencia de que los papás o los tíos son meros proveedores, y destacar, más bien, que son personas que con su ejemplo y sus manifestaciones de amor contribuyen en la formación de una humanidad en la que prevalezcan la justicia y la equidad.

Otra idea que me compartió Adelaida es que para defender la causa de la igualdad hay que ser cuidadosos con el lenguaje, porque bajo el pretexto del humor se emiten juicios que refuerzan y validan los estereotipos de género. Y aunque parezcan comentarios banales, marcan la ruta: “Muchas veces los adultos reproducimos conductas sexistas sin malas intenciones o evitamos cuestionar a quien lo hace. En los dos casos nos volvemos cómplices y mandamos a nuestros hijos mensajes contradictorios".

Remato esta compilación de hallazgos con una reflexión muy potente de Aurélia Blanc en Educar contra el machismo, quien señala que los acosadores y maltratadores son hombres normales, y que raramente los responsables de esas actitudes misóginas son enfermos mentales, aunque también los hay. Entonces, hablar de violencia sexual con los hijos varones es necesario, hay que sensibilizarlos frente al tema, dejarles claro que el límite entre conquistar y acosar, entre juego y agresión, entre relación sexual y violación, es el consentimiento. Y ese consentimiento tiene que ser voluntario, claro, consciente, específico y revocable. Porque si les damos a nuestros niños toda esta información, y la reforzamos con el ejemplo, serán menos propensos a convertirse en adultos que se crean con derechos que no tienen.

Decálogo para educar libre de machismo 

1. Dé el ejemplo. La distribución de las tareas en casa, el trato cariñoso de la pareja, lo que usted lee, cómo habla, cómo se comporta usted con los demás. Todo eso da pautas.

2. Afronte las situaciones y los comentarios sexistas que emanan del contexto como oportunidades para derribar los estereotipos de forma constructiva.

3. Las emociones no tienen sexo, entonces los hombres lloran y las mujeres pueden reírse a carcajadas en cualquier parte.

4. Enséñeles el respeto por las diferencias, así como los valores de la solidaridad, el compromiso y la empatía.

5. Incentive la igualdad de género con juegos y actividades no sexistas.

6. Procure que niños y niñas participen de las labores de limpieza del hogar, el cuidado de los niños más pequeños y de los adultos mayores (sin poner en riesgo su seguridad personal).

7. Permítales conocer su cuerpo libremente y reconocer el poder que tienen sobre él.

8. Cuide el lenguaje. La discriminación disfrazada de broma, los chistes misóginos, los juicios de valor relacionados con la preferencia sexual no tienen ninguna justificación.

9. Las ciencias puras también son cosa de mujeres, y las llamadas habilidades blandas son requeridas también en los hombres.

10. Facilite espacios para que niñas y niños compartan actividades opuestas al estereotipo: que las niñas puedan trepar árboles y los niños puedan preparar galletas.

(Con información consultada en los manuales de promoción de educación para la equidad de género de la Fundación Apego, el ICBF, el BID, ONU Mujeres y Serpadres.es) 

-Este artículo hace parte de la edición 183 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa en este enlace: https://www.bienestarcolsanitas.com/images/PDF%20ED/Bienestar183.pdf

Karem Racines Arévalo

Es una periodista colombo-venezolana egresada de la Universidad Central de Venezuela. Llegó a Bogotá en 2011 para escapar de la confrontación política de su país. Después de vivir en la capital colombiana cinco años, decidió mudarse cerca del mar, que tanta falta le hacía, y desde hace dos años vive en Santa Marta. Es docente de periodismo en la Universidad del Magdalena y en la Sergio Arboleda. Es colaboradora frecuente de la revista Bienestar.