Con el compost es posible convertir la basura doméstica en abono orgánico. Un paso a paso para lograrlo en 40 días y tres metros cuadrados, o menos.
l hogar promedio de una familia promedio en una ciudad promedio, arroja semana a semana varios kilos de desechos orgánicos que terminan convertidos en basura. Basura que, en el mejor de los casos, se lleva a un relleno sanitario a punto de colapsar. Sin embargo, todas esas sobras y restos tan comunes y tan domésticos tienen todo lo necesario para convertirse en un abono rico en nutrientes que se llama compost, y que no es otra cosa que el resultado de la descomposición natural de la materia, tal y como lo hace la naturaleza sin mucho misterio en los bosques. La buena noticia es que el proceso puede reproducirse en casa. Un patio o jardín pequeños resultan ideales, aunque también puede lograrse en un balcón.
Para comenzar a producir compost, lo primero que se necesita es un ligero cambio de mentalidad: la basura no es basura, sino la materia prima de algo con la capacidad de devolverle al suelo buena parte de los elementos que lo componen. Esa nueva concepción es clave. Si se adopta, puede pasarse al verdadero primer paso: conseguir un sistema autónomo de compostaje, que es el nombre técnico que los ingenieros ambientales le dan a un contenedor que en el mundo corriente se llama compostadora.
1. La unidad compostadora
En últimas se trata de algo muy sencillo: un contenedor cilíndrico o rectangular, de por lo menos un metro y medio de alto. Puede ser de plástico, madera, fibra de vidrio o metal, y debe estar perforado múltiples veces en todas las caras –incluso arriba y abajo– para que el oxígeno circule en el interior. Existen unidades de compostaje en el mercado a precios entre $300.000 y$500.000, pero en Youtube hay cientos de tutoriales en todos los idiomas que enseñan a construirlas a partir de una vieja caneca plástica.
2. Separación
El segundo paso consiste en separar los orgánicos. Tal como se hace –o debe hacerse– con las bolsas y los envases de vidrio para reciclaje, así mismo se apartan las peladuras de papa, el corazón de una piña, los restos de una lechuga, el bagazo de las uvas, la pepa de un aguacate, la cáscara de huevo o la piel de un banano. Las flores viejas de un florero también se pueden compostar, y las servilletas, porque son hechas de papel. En suma: todo el material orgánico que expulsa a diario una casa corriente, salvo los lácteos, el pan, y sobras de carne, pescado o pollo, pues para sistemas caseros se recomienda limitarse solo a vegetales.
A los desechos que se separan se les dice “verdes” y son ricos en nitrógeno. Sin embargo, solo son la mitad de la ecuación, porque para crear compost el nitrógeno debe mezclarse con carbono. ¿Suena complejo? No lo es. Volvemos a lo mismo: el carbono está presente en otros desperdicios domésticos: el tubo del papel higiénico, el cartón de los huevos, una caja común, la hojarasca seca que cae en el antejardín y tapona el desagüe. Si todo lo fresco es “verde”, a esto más inerte se le llama “marrón”.
Ahora bien, verdes y marrones deben mezclarse en proporción de uno a tres. Pero como en una casa siempre aparecen más “verdes” que “marrones”, para completar la cuota de carbono se recomienda usar aserrín o viruta de madera, que en las carpinterías venden por bultos y a precios ínfimos. También puede usarse cisco de arroz.
El resultado final es un producto que se parece un poco al café granulado. No tiene olor y al palparlo con la mano se siente como algo saludable. Está listo para mezclarse con la tierra y devolverle al suelo los elementos con los que fue hecho”.
3. Verdes + marrones
Cada tres o cuatro días se arrojan a la compostadora los orgánicos “verdes” y los “marrones”. Nitrógeno y carbono. Allí se mezclan y se cubren con uno o dos centímetros de aserrín o cisco. Esto se hace para evitar que lleguen moscas y, además, ayuda a controlar excesos de humedad. Cada vez que se haga una descarga de desperdicios debe repetirse el mismo proceso: verdes, marrones, mezclar, cubrir. Verdes, marrones, mezclar, cubrir. La idea es ir formando capas o niveles. Si todo se hace de forma correcta, una unidad de compostaje no atrae roedores, y tampoco produce lixiviados ni malos olores. Nada de lo que asociamos a basuras o basureros ocurre en una unidad de compostaje. La clave es la presencia permanente de oxígeno: cuando la materia orgánica decae en ambientes aeróbicos se produce descomposición pero no putrefacción, y allí hay una gran diferencia. Por eso es importante que el contenedor, sin importar el material, esté perforado por todas las caras.
4. Recolecta y maduración
Treinta días después, el contenido de esa primera descarga de desechos “verdes” mezclados con servilletas, cartón, hojarasca y aserrín yace en el fondo del contendedor. Han hecho un viaje de un mes desde la cima de la compostadora hasta el fondo, descomponiéndose en el proceso. Ya no se trata de basura, sino de materia orgánica. Compost casi finalizado.
Este material se extrae y se traslada a un canasta plástica o de madera, cualquier cosa que permita buena ventilación. Allí se deja reposar durante diez días. Como si se tratara de vinos, a esta última parte del proceso se le llama ‘maduración’. A esta altura la apariencia de la mezcla es similar a cuando se escarba en el suelo de un bosque y se extrae un puñado. Incluso tiene un olor suave a tierra mojada.
5. Cernido
El último paso es el cernido. Pasados los diez días de maduración, la mezcla orgánica se pasa por un cernidor de malla. Los agujeros angostos hacen el trabajo de descarte y lo que aún es grueso y tosco se queda afuera, pues todavía no está listo. Ese sobrante va de vuelta a la unidad compostadora, para un nuevo ciclo de un mes. Puede usarse como material de mezcla junto al aserrín o el cisco, y es muy efectivo porque viene cargado de micro organismos que ayudan. Es como un catalizador.
El resultado final es un producto que se parece un poco al café granulado. No tiene olor y al palparlo con la mano se siente como algo saludable. Un proceso de 40 días lo llevó de basura a abono orgánico. Está listo para mezclarse con la tierra y devolverle al suelo los elementos con los que fue hecho.
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