Una guía para encarar la atención de nuestros adultos mayores con responsabilidad, a través de un proceso enriquecedor, fructífero y sostenible.
Con el envejecimiento de nuestros seres queridos, y especialmente de los abuelos y los padres, es posible que en cualquier momento haya que asumir el cuidado de un adulto mayor. Es un tema poco abordado y para el que casi nunca nos preparamos.
Se trata de algo más relevante hoy, con una sociedad con mayor expectativa de vida y menor tasa de natalidad. Con menos hijos y más adultos mayores, será una tarea cada vez más común y también menos fácil de repartir entre varias manos.
La experiencia de cuidar a un adulto mayor o enfermo puede ser difícil, aunque también puede ser la oportunidad de abrirse a momentos y rituales que estrechen vínculos, creen intimidades y aporten al crecimiento personal.
El mayor reto del cuidado
La fragmentación Daniel Ossa, filósofo y psicólogo, director del Programa de Cuidado Integral del Adulto Mayor del grupo empresarial Keralty, anota que el mayor desafío que existe hoy para los adultos mayores o enfermos es hacer frente a la fragmentación.
Ossa se refiere, en primer lugar, a la fragmentación desde lo sanitario. El sistema por especialidades y subespecialidades impone que cada una de las enfermedades del adulto mayor sea atendida por médicos diferentes, con múltiples consultas y tratamientos, muchas veces no coordinados entre sí, lo cual puede ser engorroso y riesgoso.
En segundo lugar, los sistemas de salud en general no integran las necesidades y carencias que los adultos mayores pueden tener a nivel social y comunitario: desde soledad —por elección o abandono— hasta una falta de redes de apoyo a las cuales acudir. Y, en tercer lugar, está el prejuicio de que el cuidado es solo para los que están muy mal.
“Le quitaremos un peso al sistema de salud y mejoraremos la calidad de vida de todos si hacemos énfasis en cuidar y proteger a los que están funcionalmente bien y son independientes… Tenemos que garantizar el mayor número de años de autonomía, o esto será un problema grande de salud pública. Y, por otra parte, ya estamos empezando a ver que quienes optaron por no tener hijos, tampoco tienen quién los cuide. Y hay que evitar que eso se vuelva inmanejable en el largo plazo”, recalca Ossa.
Ofrecer paciencia, comprensión y compañía
El cuidado no es sólo acompañar a consultas médicas, o asistir en la toma de medicamentos o aplicación de tratamientos. También involucra aspectos claves como la comprensión, la solidaridad y la compañía.
Al respecto, Diana Carolina Rodríguez, neuropsicóloga y directora de programas de Lazos Humanos, una empresa de Keralty centrada en el cuidado en todas las etapas del ciclo de vida, dice: “El adulto mayor enfrenta importantes cambios emocionales que debemos considerar. Pueden desatarse cuadros de depresión o ansiedad expresadas a través de la irritabilidad, el llanto fácil, la falta de motivación o la intranquilidad. Por eso es importante que los cuidadores los ayuden con la gestión de las emociones y la búsqueda de nuevas ocupaciones o actividades de entretenimiento. Cuando hay verdadera comprensión de la psicología del adulto mayor la paciencia surge en el cuidador como algo natural, y no como algo forzado”.
Aquí hay un rol que también vale la pena anotar y no obviar: “La autoridad del profesional en salud puede ayudar mucho, porque los adultos mayores escuchan a los médicos”, agrega Daniel Ossa. “Para esto lo clave es que los médicos ofrezcan una escucha empática, profunda y atenta. De hecho, hay muchos adultos mayores que están en situación de abandono y soledad, y en los médicos encuentran a grandes aliados”.
La rutina y las tareas dependen del diagnóstico
No todos los diagnósticos imponen rutinas de cuidado similares. En algunos casos, cuando no se ha perdido la autonomía, las necesidades de cuidado se agudizan en las crisis o después de intervenciones quirúrgicas.
En otros, la enfermedad crónica impone desarrollar nuevas rutinas, dietas y terapias para acompañar, recordar o ejecutar los tratamientos. Y por la edad o el avance de una enfermedad degenerativa, puede surgir la necesidad de que el apoyo sea permanente. Por eso, vale la pena buscar ayuda cuanto antes.
Diana Carolina Rodríguez anota que es muy importante buscar las fundaciones y organizaciones de la sociedad civil que ofrecen información, capacitación, orientación (desde médica hasta personal) y grupos de apoyo en torno a distintas enfermedades como cáncer, Alzheimer, Parkinson o diabetes. Participar de estos espacios puede ofrecer alivio y herramientas muy valiosas para evitar la frustración que puede acarrear no saber cómo hacer las cosas.
“En Lazos Humanos tenemos una línea llamada Educa que ofrece todo un portafolio de opciones para capacitar al personal, tanto a auxiliares de enfermería como a cuidadores familiares e informales, porque en general todos tienen conceptos muy básicos relativos a la realidad del adulto mayor. Por otra parte, también se dictan talleres en habilidades y herramientas para el cuidado y el autocuidado para cuidadores familiares, además de manejo psicológico y gestión emocional. El cuidador familiar puede rápidamente aprender lo práctico, pero el duelo y la parte emocional es mucho más difícil”, detalla Rodríguez.
Entre los servicios que ofrece Lazos Humanos para apoyar las necesidades del cuidado a adultos mayores o enfermos están los grupos de apoyo, la orientación familiar, el programa Cuidarte en Casa (Cuidado integral en el hogar) y el de Activación y mantenimiento funcional para el adulto mayor virtual o personalizado a domicilio.
Acompañantes y cuidadores profesionales
Tanto Daniel Ossa como Diana Carolina Rodríguez concuerdan en recomendar que no se espere hasta el último momento para buscar profesionales que puedan ayudar en las labores de cuidado del paciente, especialmente en casos en los que se prevé o se nota un aumento de su dependencia.
Ossa indica que un acompañante es ideal cuando las personas aún pueden ocuparse de sí mismas pero podrían caerse al hacer la compra, pasear o ir al banco. Y cuando necesitan ayuda para las necesidades básicas como ir al baño, cocinar, asearse o vestirse, ahí sí se recurre al cuidador profesional. “Cuando el cuidado de las personas sobrepasa las capacidades de cuidado familiar o si se vuelven agresivas o alteran la rutina de los demás miembros de la familia, entonces vale la pena institucionalizar”, agrega.
Rodríguez describe que una condición en la búsqueda de apoyo es si existe o no deterioro cognitivo: “Cuando se pierde la capacidad de tomar sus propias decisiones, el trabajo de los cuidadores profesionales es principalmente acompañar y facilitar la realización de actividades básicas y cotidianas con el paciente”.
Los retos que imponen aquellos adultos mayores con deterioro cognitivo son mayores, tanto para los familiares como para los profesionales, porque es difícil la comunicación. “El manejo del comportamiento suele ser un reto, porque además los cuidadores familiares sufren mucho cuando ven las consecuencias del deterioro. Suelen entrar en negación y se frustran mucho a medida que su ser querido empeora. Y en términos de adaptación hay que tener paciencia y expectativas claras y realistas”, dice la doctora Diana Carolina. Y agrega que, por lo general, el período de adaptación de un cuidador y su paciente es de unos tres meses.
Los riesgos en el cuidador
La doctora Rodríguez advierte que lo más común es que las familias busquen ayuda profesional cuando el cuidador principal ya está “quemado”, o cuando ya no saben manejar al adulto mayor porque sus necesidades han ido en aumento. Esto suele ir de la mano de una relación de codepedencia en la cual el adulto mayor o enfermo ya no coopera con otros que quieran encargarse de su cuidado, y el cuidador sostiene que nadie más lo puede hacer, porque nadie podría hacerlo tan bien como él.
“Hay tres grados que alguien puede alcanzar cuando se quema en las tareas de cuidado. Primero, el quemón emocional: que suele acarrear culpa y maltrato, pierde la paciencia con facilidad, permanece irritable o ansioso. Segundo, el de nivel cognitivo: aparecen fallas de atención, planeación, memoria o toma de decisiones. Y está el tercero, cuando la cosa de verdad se pone complicada, que es cuando el quemón empieza a mostrar síntomas de enfermedad”, explica la doctora Rodríguez.
Es por este motivo que los grupos de apoyo pueden ser más que un espacio formativo y de acompañamiento: pueden ser espacios para procesar de forma segura las emociones complejas que pueden emerger de las labores de cuidado y duelo con un adulto mayor o enfermo.
No dejar de vivir
El cuidador principal debe saber desde un inicio que no puede perder su independencia. Ossa reitera: “Que no se vaya a creer el cuento de que es el único cuidador, que nadie lo va a hacer tan bien como él. Es innegociable que el cuidador se dé sus espacios de respiro, que cultive sus hobbies, pasiones y amistades, que busque redes sociales de apoyo y que, si no las tiene en su familia, las busque en la comunidad”.
Diana Carolina Rodríguez anota que hay que darle la oportunidad a todos los miembros de la familia de encargarse y manejar a quien requiere el cuidado: “El cuidado puede ser dos cosas: una oportunidad de crecimiento personal o un sacrificio. Los que lo toman como sacrificio no van a aprender nada ni lo van a pasar bien, cuando una sola persona se encarga y piensa en sacrificarse, todos los otros también pierden la oportunidad de una experiencia de vida significativa. El cuidado debe ser una decisión, no una obligación. Y hay que entender que nos permite acceder a toda una dimensión distinta de las relaciones humanas. Una en la que nadie tiene por qué cargar su peso en soledad”.
La experiencia de atender y apoyar a nuestros seres queridos es una oportunidad de construir una relación más estrecha, aprender de ellos y valorar las circunstancias positivas propias. Y si se trabaja como equipo, dentro del grupo familiar, es aún más sobrellevable y enriquecedora.
-Este artículo hace parte de la edición 183 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa en este enlace: https://www.bienestarcolsanitas.com/images/PDF%20ED/Bienestar183.pdf
*Historiador y escritor. Colaborador permanente de Bienestar Colsanitas y de Bacánika.
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