El creador de un género musical inspirado en la tradición colombiana presenta por estos días un nuevo disco, el número dieciséis de su carrera.
arlos Vives no tiene tiempo de aburrirse. De sus 56 años, al menos 35 los ha dedicado enteramente a la música y al espectáculo. Cuando no está cantando o componiendo está produciendo o grabando discos de otros artistas, está creando alianzas para su iniciativa Tras la Perla de la América que busca mejoras en su ciudad, Santa Marta, o está diseñando nuevos programas en su escuela de música Río Grande. También puede estar planeando fiestas y eventos para su auditorio GML o para Gaira Café, un centro cultural y gastronómico que tiene hace años con su hermano Guillermo.
Y cuando no es productor, músico o cantante, Carlos Vives está recibiendo algún premio o un homenaje. El más reciente fue en octubre de 2017, cuando se vio entre compositores que él admiró toda la vida en la ceremonia del Salón de la Fama de los Compositores Latinos.
“Carlos Vives es uno de los gigantes mundiales de la música latina, no solo por ser un visionario y un creador musical indiscutiblemente influyente sino porque como artista es un ícono incomparable de todos los tiempos”, fue el veredicto de Desmond Child y Rudy Pérez, director y presidente, respectivamente, de esta institución.
¿Cómo fue la experiencia de entrar al Salón de la Fama de Compositores Latinos?
A algunos no los conocía, pero cuando empezaron a cantar sus canciones me puse a llorar. Los abrazaba. Camilo Sesto, Danny Daniel… me quedé lelo viendo tantos compositores... ¡y yo estaba ahí entre ellos! Es mejor no creérselo.
Compuso sus primeras canciones siendo niño para actos en el colegio , pero no grabó un tema propio hasta La tierra del olvido, su álbum número siete. Siempre ha dicho que la composición lo hacía sufrir un poco. ¿Ya se siente más cómodo como compositor?
A mí siempre me gustó escribir, pero nunca pensé que escribiría canciones. Nunca me lo creí. Cuando hicimos Clásicos teníamos un nuevo sonido entre las manos y todo el mundo me decía que después de ese éxito teníamos que hacer Clásicos de la Provincia 2. Me quedé pensando en eso: encontré una forma de hacer música, ¿voy a hacer solo canciones viejas? No. Tengo que empezar a escribir canciones. No pensé en que alguien las escribiera para mí porque como era una forma nueva de la música, todo era un proceso muy personal y era muy difícil que otro lo hiciera.
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Se ha involucrado en muchos proyectos sociales además de los musicales. ¿De dónde viene ese interés?
He vivido en mi país en épocas donde muchos colombianos no la han pasado tan bien como la hemos pasado nosotros. Y la música siempre fue algo que nos unió; mientras todo nos apartaba, la música nos unió. Y tuvimos gente en los medios de comunicación que nos educaron mucho, gente que pudo ver la riqueza de nuestra diversidad. Yo siempre hablo de un presentador muy querido, Fernando González Pacheco, porque él nos hacía ver en las diferencias, nos mostraba que éramos un solo país a pesar de las diferencias. Creo que la música nos puede ayudar a ser un país más incluyente.
Además ha estado ligado a varios proyectos musicales con y para niños: Pombo Musical, el Pequeño Teatro Musical para Niños (que ya tiene nueve años presentándose todos los domingos) y, más recientemente, con la escuela que fundó, Río Grande. ¿Por qué lo apasiona el trabajo con niños?
La música es fundamental en la educación del ser humano. También ocupa un lugar destacado en la educación de mis hijos. El poder que tiene la música sirve para desarrollar el intelecto, para que los niños sean muy rápidos mentalmente. Hoy hay una trampa con las nuevas tecnologías, porque pueden ser muy divertidas y el niño se puede conectar muy fácil, pero no lo desarrollan como debe ser. Si no escucha música, si no lee, después va a ser un esclavo de los aparatos. Para mí es muy importante la música. Así como entendí que la leche materna es fundamental para el fortalecimiento del cerebro, es asegurarse la salud desde los primeros años, un futuro con todos sus sentidos perfectos. De la misma forma la música y la lectura también son herramientas indispensables para toda la vida. Aportan desarrollo motriz, del intelecto, del cerebro.
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Sigo trabajando la misma esencia y la podemos vestir de muchas maneras. En los primeros tiempos propusimos una nueva forma de batería, de guitarra eléctrica. Hoy lo conservamos pero le ponemos estos patrones electrónicos que no cambian la historia sino que le dan un sonido nuevo."
Carlos Vives es, antes que músico, un par de oídos atentos.
La música no solo fue su alimento vital, sino la entrada a otros mundos: a su casa en Santa Marta llegaba la poesía de los juglares, quienes a ritmo de acordeón narraban las historias de la costa Caribe colombiana. Allí se nutrió no sólo de vallenatos, cumbias y porros, sino de todos los géneros musicales de América Latina y Europa.
La música no parecía un destino a pesar de la fascinación por estos trovadores, del interés por la guitarra y por el piano que su abuela le regaló cuando vio el talento de su nieto. Ni siquiera por las canciones que compuso siendo muy pequeño, cuando estaba en el colegio: de niño no quería ser músico sino médico, como su padre. Quería imitar esa vocación de servicio que despertaba el cariño de tanta gente.
Quiso ser médico como su papá. ¿No intuyó que en realidad era artista? ¿Cuál fue el momento de revelación?
Nunca pensé en ser músico o cantante o actor, porque en nuestra cultura se podía hacer música, o arte en general, pero sabías que no ibas a vivir de eso. De pronto porque en mi familia a todos nos gustaba cantar pero no había cantantes ni nadie había pensado en estudiar teatro o música. En el colegio hice teatro y música porque me gustaba, pero pensaba que iba a estudiar medicina como mi papá, tal vez porque lo extrañaba. Una vez me tocó ir a la morgue y al ver el primer muerto entendí que eso no era para mí. Me volteé, no pude. Lo más loco es que estaba con una amiga italiana, la estaba acompañando a buscar una dirección, y ahí me crucé con la Escuela Nacional de Arte Dramático, donde terminé estudiando.
Igual en su casa se oía mucha música, de todas partes...
Así es. Después me di cuenta de que era una cuestión que se daba en toda Colombia, por ser el país un cruce de caminos. Los músicos con los que trabajé también vivieron cosas muy parecidas a las que me pasaron a mí. Al final nos unió eso para trabajar en la música: oían de todo en sus casas, música de toda Colombia y de América Latina. Pero también oíamos ritmos de afuera, en otros idiomas. Por ejemplo, a mi papá le encantaba la música francesa.
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Carlos Vives es tímido, pero sabe disimular.
Llegó a Bogotá cuando tenía 11 años, en 1972, una época en la que un costeño era algo exótico, y más aún si tocaba guitarra y cantaba en público.
Mientras estudiaba en la Escuela Nacional de Arte Dramático trabajaba como mesero y cantante en Ramón Antigua, lugar de encuentro de actores, músicos e intelectuales en la Bogotá de la década del setenta. Fue allí donde un productor lo conoció y lo invitó a participar en un episodio del programa infantil Pequeños gigantes. Les gustó tanto que le propusieron que se integrara al elenco permanente del programa. Poco después llega
ron las ofertas para protagonizar telenovelas: Tuyo es mi corazón, Loca pasión, Gallito Ramírez, donde enamoró a todas las mujeres de Colombia.
Pero el punto de inflexión llegó en 1991, cuando encarnó al cantautor vallenato Rafael Escalona. Ese, en cierta forma, fue el inicio de todo: “Trabajar en esa serie me devolvió mucho a mi identidad”, reconoce Vives.
El éxito de la banda sonora de Escalona entusiasmó a los productores, que le pidieron a Vives más temas de arraigado acento vallenato. Pero él prefirió seguir otro camino, uno más incierto y arriesgado, uno donde la batería, la gaita y la guitarra eléctrica acompañaran al acordeón, la caja y la guacharaca en las composiciones de Leandro Díaz, Gustavo Gutiérrez, Emiliano Zuleta, Isaac Carrillo y otros autores. Los productores le dieron la espalda y le pronosticaron un seguro fracaso.
Él sabía que la apuesta era todo o nada, triunfar o fracasar. Ya todos sabemos qué pasó. En 2018 se cumplen 25 años de Clásicos de la Provincia, que en ese momento se vio como una traición a sus raíces y al folclor, todo un atrevimiento. Sin embargo, Carlos Vives y su grupo salieron ilesos, y de paso, partieron en dos la historia de la música colombiana.
En 1991 encarnó al cantautor vallenato Rafael Escalona. Ese, en cierta forma, fue el inicio de todo: ''Trabajar en esa serie me devolvió mucho a mi identidad'', reconoce Vives."
Clásicos de la Provincia fue toda una apuesta que usted y su grupo terminaron ganando...
En esa época decían que había que fusilarme porque había dañado el folclor, porque había cogido cosas del rock y se las había puesto al folclor. Y eso no es así, no. El folclor me dio su rock and roll a mí. Yo no busqué el rock afuera sino aquí adentro.
Es un poco lo que dice en la canción “El rock de mi pueblo”, una declaración de lo que es su música: “Es más, es magia/ que me contagia/ desde que tengo razón/ Colombia mi vida entera/ santa de mi devoción/ tan sólo soy un muchacho/ tocando tu rock''n roll/ un viejo del barrio abajo/ que canta la tradición”. ¿Siempre tuvo clara la diferencia entre el folclor y la industria, esos mundos tan diferentes?
Cuando estaba en la Escuela de Arte Dramático fui a oír una conferencia del musicólogo Guillermo Abadía Morales y me marcó, nunca se me salió de la cabeza esa charla. Él hablaba claramente de la diferencia entre folclor e industria. Yo no soy folclor, soy industria. Comprendí que la música moderna que yo quería hacer dentro del pop, todo ese rock and roll, había nacido de un folclor, y nuestro trabajo marcó la transición de un folclor hacia su industrialización.
Ese camino empezó con Clásicos de la Provincia, que usted defendió contra todos los malos augurios. ¿Siempre sabe adónde va o va tanteando hasta encontrar lo que busca?
Clásicos de la Provincia es el disco más importante de mi vida. Dice la industria que es más importante Déjame entrar porque se ganó el primer Grammy americano, o Volví a nacer porque marcó el regreso después de ocho años… Pero el álbum más importante de mi carrera se llama Clásicos de la Provincia. El nuevo sonido no se hizo con cosas prestadas. Yo escuchaba mucho cosas como “a Carlos como le gusta el rock, cogió cosas del rock y se las puso al vallenato”. Es lo que yo he escuchado siempre de mi proceso. O: “Carlos hizo una fusión”. No funciona en este caso porque de entrada ya éramos fusión, como pueblo somos al mismo tiempo África, Europa y América.
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Carlos Vives no sabe lo que es la falta de entusiasmo.
Acaba de lanzar Vives, su último álbum de estudio, el décimo sexto de su carrera. Además de los éxitos “La bicicleta” (con Shakira), “Robarte un beso” (con Sebastián Yatra) y “Al filo de tu amor”, explora temas menos alegres como el maltrato a la mujer y a los niños (en “La mujer en la ventana” y “Los niños olvidados”). Canta con su hija Elena y el coro de Río Grande en “Monsieur Bigoté”. Se muestra íntimo en “Hoy tengo tiempo” (“soy hombre sencillo/ Que nunca me ha seducido ni la gloria ni la fama”). Le canta a los ciclistas y a Colombia en “El orgullo de mi patria” y “La tierra prometida”. Escribió canciones de amor y desamor (“La preferida” y “El sofá”). Hasta los más nostálgicos encontrarán en “El sombrero de Alejo” algo del Vives más vallenatero.
¿Cómo define el sonido de este nuevo disco?
Hoy en día sigo trabajando la misma esencia y la podemos vestir de muchas maneras. En los primeros tiempos propusimos una nueva forma de batería, de guitarra eléctrica. Hoy lo conservamos pero le ponemos estos patrones electrónicos que no cambian la historia sino que le dan un sonido nuevo, lo ponen a dialogar con los sonidos de hoy. Pero la esencia, cuando analizas, ahí está. La guacharaca es más chiquita y más humilde, pero ahí está mezclada con los sonidos modernos; el golpe de la caja, que es la magia, ese golpecito que es el misterio, ahí está también. El disco nuevo tiene la misma esencia de siempre, sigo trabajando con el porro, los vallenatos, las cumbias, las chalupas, los mismos patrones que me enamoran y que son buenísimos para hacer cosas muy alegres o muy tristes.
Siendo fanático del fútbol, en este disco le escribe una canción a las glorias del ciclismo. ¿También le gusta este deporte?
El deporte nacional es el ciclismo y es el que le ha dado más glorias a Colombia. Si vas al origen de la mayoría de nuestros ciclistas, es campesino, de las zonas montañosas. Donde hay montaña el campesino ha encontrado en la bicicleta una manera de mostrar su fuerza. Tenemos historias y momentos que me hacen llorar y por eso quise hacer una canción que reconociera eso y rescatara esos momentos.
Ha dicho que la edad no le importa. ¿Cómo se imagina de viejo? ¿Una especie de Mick Jagger, que a sus 75 sigue en el escenario?
(Risas) Me veo trabajando con la gente joven. La otra vez fuimos a ver a los Rolling Stones y Claudia me dijo lo mismo: “Mira, así vas a ser tú de viejito, brincando así”. Ojalá.
Ojalá.
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