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Teresita Goyeneche

Asomarse a la Cartagena real desde la ventana de Teresita Goyeneche

Fotografía
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La periodista es autora de La personalidad de los pelícanos, un libro en el que sus recuerdos se convierten en la mejor guía para reconocer todas las caras de una ciudad emblemática. En esta entrevista habla sobre su obra y la transformación de su escritura tras convertirse en madre.

Todas las que alguna vez hemos aterrizado en Cartagena deberíamos leer La personalidad de los pelícanos. Porque ahí Teresita Goyeneche logra trazar un mapa que alguna vez hemos recorrido, pero lo hace con la verdad que muchos desconocemos. La verdad de una mujer que pasó casi 20 años viviendo y analizando su entorno para luego entregarnos un libro en el que se pueden reconocer los motores de la desigualdad de una ciudad que ante los turistas es la más  elegante. 

La escritura de esta historia empezó hace mucho tiempo, cuando Teresita era una joven cronista obsesionada con Cartagena. Sentía la necesidad de contar aquello que le dolía o, como dice ella, “lo que consideraba inaudito”. Hace ocho años se instaló en Nueva York, después de varios esfuerzos por conseguir la financiación para estudiar Escritura Creativa en la Universidad de Columbia, y ahí pudo decantar todas esas crónicas que había guardado. Volver a ellas y retomar la escritura. Al cerrar los ojos volvía a aparecer la imagen de su casa materna, a pocas cuadras del mercado de Bazurto, así que lo primero que hizo fue escribir el capítulo dos del libro: “El mercado”.

Teresita Goyeneche relata y da sentido a las relaciones de amor, odio, frustración y añoranza que a veces tenemos con las tierras a las que llamamos nuestras.

¿Cómo es esa imagen que siempre vuelve a su mente cuando piensa en Cartagena? 

Me remonto inmediatamente a la ciénaga que bordea el mercado de Bazurto, donde llega la gente de las islas, se abastece y se va. La particularidad de ese punto geográfico de la ciudad es que es una ciénaga, un bosque de mangle que está vuelto nada, porque nadie realmente ha pensado en la ciudad como un lugar boscoso.

Ha comentado que está obsesionada con su ciudad. ¿Al escribir La personalidad de los pelícanos se alivió un poco esa obsesión?

No. Me di cuenta de un engaño. La escritura no es terapéutica. Uno no sana escribiendo; uno puede mirar el dolor a los ojos, pero eso no es un proceso terapéutico, es solamente un proceso de reconocimiento. Yo terminé el libro y sentía que la historia estaba incompleta. Sentía que había vomitado, que había logrado un desahogo increíble y ya. Pero luego sí llegaron los espacios en los que el malestar se hizo comunal y las conversaciones con otros se hicieron terapéuticas. Y después de estas giras por diferentes ciudades ya dije: “Estoy lista para soltar la obsesión con la ciudad, y entender que esas complejidades ocurren también en otros lugares”. Acepté que hay cosas que no van a cambiar.

En el libro escribe: “Cartagena: nacer y crecer en el paraíso de los otros”. ¿Cuándo se dio cuenta de esta realidad? 

Si te crías en una ciudad tan clasista como Cartagena, creces queriendo pertenecer a unos círculos. En el libro quería mostrar cómo se construye ese deseo en una ciudad de tantas desigualdades. Yo creo que tuve conciencia de esta idea de vivir en el paraíso de los otros cuando me fui haciendo mayor. Recuerdo que mi padre me llevó al barrio Nelson Mandela cuando tenía nueve años. En ese momento era un barrio incipiente; o sea, había sido un relleno sanitario y lo iban a convertir en un barrio de gente desplazada dentro de la misma ciudad. Mi papá me llevó a este lugar que olía mal, donde había muchas moscas, niños como yo jugando en unas condiciones que yo nunca había vivido, y esa fue la primera vez que me di cuenta de que la niñez de las personas era distinta de acuerdo al lugar donde nacían. Entonces en algún momento quise la ciudad y después la resentí, y en ese resentimiento creció mi interés por estudiar política, por estudiar cultura general, por querer irme de la ciudad. El deseo de irme era también el deseo de estar en otro sitio para tener una mejor vida porque sentía que Cartagena estaba (y está) tan segmentada, había barreras tan sólidas, que era muy difícil hacer ese proceso de ascenso social.

Tiene dos hijas pequeñas, Niko y Lola, y además está haciendo un doctorado. ¿Cómo se cruzan la escritura y la maternidad en este momento de su vida?

El proceso de escritura no solamente ocurre cuando me siento a escribir. Estoy tomando notas constantemente en mi celular y luego sí me siento para aterrizar todas estas ideas. Hago muchas notas en el celular mientras estoy dando teta, cuando me levanto en la noche, en la madrugada. Es decir que en muchos de esos momentos en los que estoy maternando también estoy escribiendo. Además, la experiencia de maternar me ha convertido en una persona más empática. Las sensaciones nuevas en mi cuerpo me han ayudado a entender y a conectar con la humanidad de otras personas, con las que antes, siendo más joven y más egoísta, no habría podido conectar. Todo esto me nutre como escritora

¿Entonces la maternidad la ha hecho una mejor escritora?

Sí, siento que la maternidad me ha expandido. Es una experiencia tan rica y tan fértil… Me hace ver cosas que antes eran invisibles, me permite vivir en espacios de comunidad. La maternidad me ha traído nuevas preguntas. No quiero romantizar la maternidad: también ha sido frustrante porque quisiera hacer un montón de cosas y no puedo. No he tenido que hacer tantas renuncias, pero sí me ha tocado aprender a postergar.

¿Cómo les está transmitiendo sus raíces a sus hijas ahora que viven en Nueva York?

Aquí cabe muy bien la palabra soltar. Yo nunca me imaginé tener hijas en Nueva York. Mi hija mayor, Niko, habla con un acento que no es de ningún lado. Habla español perfectamente y tiene una relación filial con el español que no tiene con el inglés. Esa es la herencia más grande que le estamos dando: amar el español. Y lo cuida como si fuera parte de su familia. 

¿Qué la recarga cuando está agobiada? 

Me gustaría decirte lo obvio, que es que le veo la cara a Lola o a Niko y me siento aliviada; también quisiera decirte que soy una persona con una salud mental muy estable, pero no lo soy. Soy una persona que acaba de pasar por una depresión posparto. Pero sí tengo que admitir que estar con Lola y con Niko, encerrada en un cascarón en donde nada más existe es un refugio. No es necesariamente el mejor de todos... El mejor refugio resulta cuando salgo del cascarón y me reúno con mis amigas, con mis colegas; cuando hablo con mis estudiantes o con los papás del colegio y me doy cuenta de que esto que me está pasando a mí le ha pasado a otras personas y que hay formas alternativas de solucionarlo. Me ayudan los vínculos: tener comunidad, gente alrededor. Y hacer ejercicio. Si yo me muevo, algo de esa piedra que siento adentro se mueve y me vuelve más ligera. Cuando entré al doctorado, una de las primeras recomendaciones que me dieron para transitar la violencia epistémica de la academia fue hacer ejercicio.

Está escribiendo un nuevo libro. ¿De qué se trata?

Escribí el borrador de una novela durante mi último embarazo, dos semanas antes de parir. Lo postulé a un premio y quedó de finalista, lo cual me parece muy lindo porque no sabía que esta idea de escribir una novela se podía hacer realidad. Es una historia sobre la amistad y también está atravesada por la maternidad. Hay un montón de cosas que tienen mucho que ver conmigo; hay autoficción, pero también hay mucho de la experiencia de mis amigas. Ahí está el plan de sentarme a editar, pero lo he estado postergando.

Cartagena en primer plano

La personalidad de los pelícanos es una crónica atravesada por la nostalgia, los recuerdos y el devenir político de una ciudad colonial, racista, y corrupta desde su fundación.

Este artículo hace parte de la edición 202 de nuestra revista impresa.
Encuéntrela completa aquí.

Mónica Diago

Mónica Diago es editora de la revista Bienestar. Ha trabajado principalmente como periodista ambiental, pero desde que se convirtió en mamá ha enfocado su trabajo en visibilizar la importancia de la crianza consciente y respetuosa. Disfruta las caminatas, las montañas, los ríos y los libros ilustrados infantiles.