Un niño con problemas de desarrollo puede tener una infancia más difícil. La primera regla para evitar esto es garantizar una alimentación balanceada y saludable.
na vida saludable es consecuencia de una nutrición saludable. Un niño que se alimenta adecuadamente –comidas ricas en vitaminas y nutrientes, y porciones justas– tendrá un mejor desarrollo de cada uno de sus órganos, así como de sus músculos y huesos. Esto significa que cuando un niño deja comida en el plato del almuerzo o de la cena también está dejando valores nutricionales indispensables para un óptimo desarrollo cognitivo y corporal. Cada cucharada de arroz, vegetales o cualquier tipo de carne representa un mejor desempeño académico y deportivo en el colegio, y una rutina más saludable en casa.
Que el niño no se coma todo comienza a sumar cuando en el colegio se ve rezagado frente a sus compañeros: se le dificulta mucho más concentrarse en clase, en la práctica de la mayoría de deportes le cuesta destacar, la energía se le acaba antes que al resto. Y todo esto puede afectar su autoestima, en algún momento sentirse menos capaz ante el resto.
De ahí viene la importancia de dejar el plato limpio. No se trata de atiborrar al niño con comida, sino de servir las porciones justas de los alimentos que lo ayudarán a alcanzar su desarrollo óptimo. Cómo pensamos y actuamos, lo que somos capaces de decir o hacer, viene de la mano con lo que comemos. A partir de los seis meses del nacimiento, cuando el bebé comienza con comida complementaria, cada porción que está en la cuchara aporta valores nutricionales y vitamínicos para cada uno de los órganos del cuerpo. Este proceso se mantiene durante toda la infancia y parte de la adolescencia.
¿Cómo garantizar una alimentación adecuada?
Un plato balanceado debe tener mínimo tres de los cinco grupos de alimentos: frutas, verduras, granos, proteínas y lácteos. Cada uno de ellos aporta nutrientes específicos para el desarrollo. Por ejemplo, algunas frutas y verduras son ricas en vitamina C, fibra y potasio, importantes para el crecimiento muscular; mientras que los lácteos son una fuente de calcio, fundamental para el fortalecimiento de los huesos.
Como tampoco se trata de servir montañas de comida, o nos estaríamos yendo hasta el otro extremo, hay ciertos trucos para calcular las porciones del plato. El más sencillo y efectivo está al alcance de la mano. Basta con medir las porciones con la mano del niño para determinar cuál es la cantidad adecuada. El arroz, la pasta, los granos, las verduras y las frutas deben ser iguales al puño cerrado; las carnes, al tamaño de la palma de la mano; los snacks como maní y maíz, al cuenco de las dos manos.
Con porciones balanceadas el plato no queda ni muy vacío ni muy lleno. Apenas la porción justa para que el niño se sienta satisfecho. Una comida saludable, que cumpla con estos consejos, puede estar sumando vitamina A, D, E, C, B2, B12, proteínas, minerales, carbohidratos y grasas a la talla y el peso del niño. En opinión de la nutricionista Adriana Cadena, de Colsanitas, todo el mundo debe consumir este conjunto de vitaminas pues una de sus principales funciones es ayudar en la metabolización de los macronutrientes (grasas, proteínas, carbohidratos) para que puedan hacer el aporte energético y nutricional que el cuerpo necesita. Es decir, un plato balanceado está contribuyendo en todo sentido a la salud y bienestar del pequeño.
Consejos para incentivar hábitos de alimentación saludable
• No comer frente al televisor.
• No usar alimentos como recompensa por haberse comido los vegetales.
• Establecer horarios de comida ayuda a mantener el apetito.
• Ser creativos a la hora de servir los alimentos. Cuando el niño está pequeño, entre más colorido el plato, mejor.
• Involucrarlos en la preparación de los alimentos los hace sentir orgullosos del resultado y se comerán todo.
• Hacer actividad física con ellos les abre el apetito.
• Dar buen ejemplo. El niño come lo que los papás comen.
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