No hay consenso científico sobre los beneficios de consumir orgánicos, pero sí es cierto que la agricultura orgánica es más responsable con el ambiente, pues no contamina la tierra, el agua ni el aire.
Al hacer mercado, cada vez más personas se inclinan por comprar productos orgánicos aunque eso implique pagar más. Pero ¿son mejores? Además de comparar los precios de algunos alimentos convencionales y orgánicos en almacenes de cadena, hablamos con expertos para entender qué son los alimentos orgánicos, en qué se diferencian de los convencionales, si son o no mejores para la salud y el medio ambiente y, claro, si vale la pena pagar más por ello.
¿Qué es un alimento orgánico?
Un alimento orgánico es el que ha sido cultivado o procesado con sustancias naturales, sin plaguicidas, fertilizantes ni herbicidas químicos. Además, en el caso de los animales, está libre de hormonas, antibióticos, residuos de metales pesados, colorantes y saborizantes artificiales. Tampoco tiene organismos genéticamente modificados. La presencia de cualquiera de estos elementos elimina de la calificación de “orgánico” a cualquier producto.
¿Es mejor para la salud consumir orgánico?
Entre los científicos no hay consenso al respecto, por lo que se pueden encontrar estudios para todos los gustos: algunos que concluyen que los productos convencionales no presentan riesgos para la salud por las cantidades insignificantes de químicos y otros que señalan que el consumo por un lapso de tiempo largo sí puede traer efectos negativos al cuerpo. Quienes alegan que los alimentos convencionales no presentan ningún riesgo para la salud han sido criticados porque los estudios no abarcan lapsos largos, de 20 o 30 años de seguimiento a una persona que solo consuma alimentos convencionales versus una que consuma solo orgánicos. Lo que sí han podido demostrar diferentes investigaciones, entre ellas una de la Universidad de Stanford, es que la resistencia humana a los antibióticos está relacionada con el uso de estos medicamentos en los animales que consumimos, y que los vegetales y las frutas orgánicos, si bien contienen el mismo nivel de nutrientes que los convencionales, tienen más antioxidantes y menos metales pesados, como el cadmio.
Para Lina Alvarado, naturópata: “El cuerpo va absorbiendo todo, hasta la cera que le ponen a algunas frutas o verduras para que se vean más brillantes, y cuando esas sustancias se acumulan en el cuerpo, van desequilibrando los sistemas inmune, neurológico, endocrino, etc. Además, muchos de los químicos que se utilizan tienen sustancias cancerígenas como metales pesados. La suma de todo esto, más una pobre capacidad del hígado para metabolizar y filtrar todas las toxinas, es lo que termina por producir enfermedades”. Por su parte, la doctora Cristina Torres, hepatóloga, considera que las personas que comen orgánico suelen tener mejores hábitos de vida, como comer más frutas y verduras, hacer ejercicio, no fumar y tomar poco alcohol. “Por eso, si una persona que come alimentos convencionales tuviera esos mismos hábitos, seguramente tendría resultados positivos en su salud, pues el cuerpo está en capacidad de eliminar la mayoría de los químicos que entran con los alimentos”, concluye.
¿Y para el medio ambiente?
En términos ambientales la controversia es menor. Los suelos, el agua y la atmósfera de los lugares donde se produce o se crían animales con técnicas orgánicas están menos contaminados porque no se usan plaguicidas, herbicidas o fertilizantes químicos, entre otros, dentro del sistema de producción. Según explica Alvarado, la tierra sin químicos no solo es rica en minerales y vitaminas sino también en microorganismos que ayudan al equilibrio, sabor y calidad de los cultivos: “La tierra es como nuestra flora intestinal, al bombardearla con químicos se van destruyendo los nutrientes”. Pero también hay que decir que muchos de los alimentos orgánicos vienen en empaques plásticos que contaminan el medio ambiente, por lo que la contradicción es evidente.
¿Quién determina cuáles son los niveles de residuos químicos permitidos en los alimentos?
En Colombia, el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) y el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) son los encargados del Programa Nacional de Vigilancia y Control de Residuos y Contaminantes Químicos en Alimentos y Bebidas.
¿Cómo distinguir un producto orgánico?
En los almacenes de cadena existen secciones claramente identificadas como orgánicas. También hay tiendas de barrio dedicadas exclusivamente a la venta de orgánicos. Es importante tener en cuenta que no todo lo que dice “orgánico” necesariamente lo es, porque para que un producto pueda clasificarse como tal, debe estar certificado por un organismo autorizado. El Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural autoriza a cuatro organismos de certificación, que se reconocen porque los empaques llevan su sello: uno de los que siempre debe estar es el de “Alimento ecológico” que otorga el Ministerio de Agricultura, y cualquiera de los siguientes: Ceres (Certification of Environmental Standards Colombia), Ecocert Colombia, BCS OKO Garantie Colombia y Biotrópico (la única certificadora cien por ciento colombiana). Hay pequeños productores que venden alimentos orgánicos aunque no tienen la certificación (porque esta es costosa de adquirir). En estos casos funciona la “certificación de confianza”, y es que los productores, reunidos en una asociación, validan que se han respetado las prácticas ambientales para el cultivo de esos productos. El consumidor confía en que es así.
“La tierra sin químicos no solo es rica en minerales y vitaminas sino también en microorganismos que ayudan al equilibrio, sabor y calidad de los cultivos”
¿Por qué son más caros?
De acuerdo con Luis Betancur, presidente de la Federación de Orgánicos de Colombia, lo que eleva el precio de los productos es el costo de la certificación que se paga cada año. Las certificadoras revisan, en el cultivo o granja, que efectivamente no se utilicen químicos ni otros elementos prohibidos en la producción orgánica. Para ello realizan rigurosas pruebas de laboratorio. Para que un suelo y por ende sus frutos sean orgánicos, tiene que haber un proceso de transición que, dependiendo el grado de contaminación de la tierra y lo que se quiera sembrar, puede tardar varios años y exige inversiones en infraestructura. Según Betancur, todo eso, sumado a que Colombia no tiene cultura de consumo orgánico ni incentivos por parte del gobierno, lleva a que los precios aumenten y que los productores opten por exportar. De las 50.000 hectáreas de siembra orgánica que tiene Colombia, el 95 % sale del país.
¿Vale la pena pagar más?
Depende. Si lo quiere hacer por salud, no existen estudios concluyentes sobre los beneficios. Aunque no se puede negar que al comer orgánico se ingieren menos químicos, cuyos efectos a largo plazo no han sido estudiados. Si sus razones están basadas en un tema de conciencia ambiental, tiene sentido pagar más, pues estará comprando un producto que para producirse no contaminó la tierra, el agua ni el aire. Y si le gusta la idea de comer orgánico pero no quiere pagar el doble, le damos algunos consejos: Compre local, de fuentes cercanas a donde usted vive. Si bien las fincas pequeñas pueden no ser orgánicas certificadas, es muy probable que usen menos químicos y que los alimentos estén frescos. Lave muy bien las frutas y verduras. Con ello podrá eliminar buena parte de los químicos que tienen adheridos. Una buena forma de hacerlo es poner un poco de vinagre blanco al agua con la que lava sus frutas y verduras. Si puede comprar algunos alimentos orgánicos, elija los que son más porosos, como las fresas o los tomates, porque estos son los alimentos a los que más fácilmente entran los químicos en la agricultura convencional. Escoja frutas de temporada, son más baratas. Incluya en su dieta brócoli y coliflor, pues éstas ayudan a desintoxicar el hígado y a eliminar sustancias químicas ajenas al organismo.
Dejar un comentario