El yoga acrobático es una disciplina que cada día se practica más en Colombia y el mundo. ¿De dónde viene? ¿Cómo se conecta con las demás vertientes del yoga? ¿Quiénes pueden practicarlo?
Hoy en día, el yoga es una práctica aceptada con engañosa familiaridad. Evoca imaginarios muy variados, algunos relacionados con faquires y sadhus, maestros de la paz interior y la salud que se contorsionan de maneras imposibles de entender y emular. Otros creen que es una actividad sedentaria para relajarse, relacionada únicamente con la meditación. Incluso se llega a pensar que todo este auge es una moda, que ya no saben qué más inventar para sacarle jugo a este mercado. Es lo que sucede comúnmente cuando hablamos del yoga acrobático, también conocido como acroyoga.
Aunque algunas personas cuestionen que esta disciplina, practicada a dúo o en grupo, tenga fundamentos en el yoga más puro y esencial, empecemos por aclarar que entre las sendas del yoga no hay supremacías. Su texto fundacional es el Yoga-sutra (Aforismos del yoga) del siglo III a.C., aproximadamente, escrito por Patañyali. En el siglo XIX, cuando Swami Vivekananda introdujo la filosofía Vedanta y el yoga en Occidente, usó el término rãja yoga (unión regia) para referirse al escrito de Patañyali y distinguirlo de las escuelas modernas.
Desde entonces se amplió mucho el término y aunque en textos antiguos rãja yoga se refiere a un estado espiritual (samadhi, completa absorción) y no a un método para conseguirlo, actualmente algunos autores lo usan para abarcar todo lo que proviene del Yoga-sutra. Las diferencias entre modalidades como hatta, kundalini, kriya, bhakti, ashta-anga y el acroyoga tienen que ver más con los métodos y los aspectos en que se enfocan las enseñanzas de los maestros, que con la autenticidad o jerarquía en sus orígenes. Todos son yoga en el más amplio y primordial sentido del término, como disciplina física y mental o como senda espiritual.
Al googlear las palabras yoga y acroyoga se aprecia, ante todo, esa necesidad occidental de precisar creadores, respaldos históricos o antropológicos acerca del origen de esta antiquísima práctica. Es curioso, porque el yoga forma parte de la cosmogonía hindú, es la danza del dios Shiva, pertenece a las seis ramas devocionales del hinduismo ortodoxo. Su origen es más un asunto de orden teológico y cultural que de comprobación científica. En sánscrito, yoga significa unión, y procede del verbo yuj: poner el yugo (a dos bueyes para unirlos).
Es la comunión entre el cuerpo y la mente, un momento para estar presente, para conectar la respiración, la elasticidad, la fuerza y el equilibrio con la permanencia y la concentración relajada. Hace alrededor de 70 años, los maestros Krishnamacharya, Indra Devi, B.K.S. Iyengar y Sri Pattabhi Jois formaron sus escuelas en Occidente; desde entonces, el yoga se presenta como una disciplina efectiva y versátil, que puede adaptarse a las necesidades del practicante, ya sea para relajarse o para fortalecer y activar la energía vital. Es importante ponderar con detenimiento el tipo de práctica a elegir, pues la relación entre diferentes modalidades del yoga suele ser tirante, y es frecuente toparse con alumnos y profesores que aseguran que el único método acertado es el propio.
Los pocos datos que recoge la red respecto al yoga acrobático apuntan a América. Sus inicios se atribuyen al grupo Acroyoga Montreal, integrado por Eugene Poku y Jessie Goldberg, dedicados al performance y a la creación artística desde 1999. Luego, en 2003, Jason Nemer y Jenny Sauer-Klein institucionalizaron en California AcroYoga.org, que también imparte cursos internacionales y certifica su aprendizaje con procedimientos seguros, que proporcionan la sensación de vuelo e ingravidez que caracteriza a esta disciplina. No obstante, se pueden rastrear evidencias de la presencia del yoga acrobático al menos desde principios del siglo XX. En The Breath of Gods, un documental sobre los orígenes del yoga moderno, aparecen alumnos haciendo yoga en pareja con el maestro Krishnamacharya en videos de la década de 1930. Desconocer esta filiación genera una visión simplista, es asumir que estos sistemas y métodos americanos de enseñanza —tan recientes— inventaron el yoga acrobático, lo cual implica echar por la borda tradiciones milenarias desconocidas.
Ahora bien, ¿qué es el acroyoga o yoga acrobático? Son posturas (asanas) de yoga fusionadas con acrobacias en pareja o en grupos. Esta terapia profunda de masaje y movimiento, al liberar endorfinas por millones, proporciona la alegría de sentir que se vuela bajo la piel. Sus aprendices provienen de disciplinas tan diversas como el circo moderno, la danza, la gimnasia, el yoga, o incluso pueden no venir de ninguna otra disciplina o práctica que involucre el cuerpo.
Mientras la controversia continúa, la práctica se extiende. Sus aprendices se forman en tres roles. Las bases son quienes sostienen sobre sus piernas y brazos a los ágiles o voladores. Los voladores o ágiles realizan las asanas sobre las bases, con el apoyo y asistencia del cuidador. El cuidador cumple un papel de la mayor importancia, porque siempre está procurando alinear, corregir las posturas y amortiguar las caídas. Estos roles se intercambian durante la práctica, y crean vínculos que permiten romper con miedos tan comunes como el de confiar todo el peso a otra persona, o como los de pararse de manos o de cabeza.
Por la sensación de ingravidez que generan, las secuencias que se van aprendiendo se denominan vuelos. Hay dos tipos: los vuelos solares son dinámicos y exigentes, tanto para las bases como para los voladores. Constan de alzadas acrobáticas y asanas, con transiciones poco forzadas entre cada postura —a diferencia de los métodos del circo y la gimnasia—; los vuelos lunares o terapéuticos unen las asanas del yoga con el masaje tailandés. Se fundamentan en emplear la gravedad y el propio peso para realizar un masaje profundo, en el cual el rol del volador es pasivo y se conecta con la sanación a través de la respiración sincronizada con los movimientos.
El acroyoga permite disfrutar de los mismos beneficios de pararse de manos o de cabeza, aun si los participantes no logran hacer estas posturas por sí mismos. Invertir el peso del cuerpo hace que la sangre llegue más oxigenada a las células del cerebro, y equilibra el funcionamiento glandular (pineal y pituitario, especialmente), además de tonificar todo el cuerpo. Si bien es cierto que el acroyoga es progresivo, desde las posturas básicas se trabajan las invertidas, y en todo momento hay una relación estrecha entre las asanas tradicionales y las que se hacen en pareja. Por ejemplo, la serie de yoga prasarita padottadasana (pinza con pies separados) tiene la misma postura, las mismas bondades y las mismas variaciones que se realizan en la hoja doblada, la postura inicial de los vuelos terapéuticos del acroyoga. En clases de yoga, pararse de cabeza dos minutos es cosa de alumnos avanzados; en acroyoga, la postura de hoja doblada permite recibir un masaje en postura invertida durante cinco minutos o más, desde el día uno.
El acroyoga incluso potencia algunos propósitos del yoga, por ejemplo, el de abrir el plexo solar, para el cual hay muchas posturas como la cobra (bhujangasana) y el arco (dhanurasana), que si no son ejecutadas con una técnica cuidadosa, no llegan al efecto y a la sensación deseada. Mientras que con acroyoga, en posturas básicas como la ballena, el volador reposa la espalda a la altura de los omóplatos en los pies del base, quien sujeta sus piernas y eleva el cuerpo del volador, logrando la apertura de plexo solar de manera eficiente y segura, con un estiramiento de espalda profundo que relaja el cuerpo, la mente y deja una sensación de alivio inmediato a las tensiones allí acumuladas.
Existen dos tipos de encuentros para compartir esta práctica: clases y jams. Las clases duran entre una hora y 90 minutos; los profesores dirigen un calentamiento enfocado en la flexibilidad, la fuerza y el equilibrio que ofrecen las asanas primordiales del yoga, tales como los saludos al sol, los guerreros, el arco, etc., para luego concentrarse en reconocer el peso y el contrapeso de los cuerpos, y encontrar los puntos estructurales que permiten equilibrar el peso sin hacer fuerza.
En el segundo tipo de encuentros, los jams, se debe ser especialmente precavido si es la primera vez que se asiste. Son reuniones de aficionados a los vuelos lunares y solares, para compartir movimientos, búsquedas o variaciones de la práctica, sin la tutoría de un profesor específico. Al final de cada clase y de cada jam, hay un momento especial y terapéutico en el que se aplican los estiramientos en pareja y el masaje tailandés, para reparar el esfuerzo que se le ha exigido al cuerpo, procurando relajarse, estirar y liberar el ácido láctico de los músculos.
El encanto del acroyoga radica en que rompe con las barreras de la edad, el peso y el género, ya que con la técnica adecuada cualquiera puede ser base o volador, y todos deben ser cuidadores. De ese modo se desarrollan al máximo las herramientas para confiar en nuestro propio cuerpo, y establecer lazos de solidaridad, escucha y entrega, individuales y grupales, que son fundamentales en la dinámica de aprendizaje pues, desde el primer momento, la unión de la mente y el cuerpo, esa concentración relajada, tiene una influencia potente en el aspecto emocional. Personas tímidas, a quienes se les dificulta establecer contacto físico, encuentran en el reto del yoga acrobático una terapia efectiva para desbloquear ese tipo de inhibiciones.
El yoga y el acroyoga son regalos que se reciben de la manera en que cada uno desee tomarlos. Si se desea darle un vuelco a la relación que se tiene con el cuerpo, el acroyoga brinda una conexión de empoderamiento y sanación, una saludable inyección de adrenalina. Ofrece una oportunidad para volar bajo la piel y establecer lazos de confianza, que permiten sincronía con tan solo una mirada o un gesto, y rompen en minutos con los complejos del peso o la edad. Al practicar acroyoga la persona aumenta la confianza en sí mismo, fortalece la salud física y mental y disfruta de una actividad dirigida a toda clase de público, de gran provecho para integrar familias y parejas, así como para hacer amigos con quienes sumar horas de vuelo y risas.
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