Pasar al contenido principal
Bienestar Colsanitas

Abuelos cuidadores

'

Es común que los abuelos cuiden a los nietos mientras los padres trabajan. Con ello se fortalecen los lazos entre generaciones, pero hay que tener cuidado para no exigir de más a los viejos.

SEPARADOR

E

l recuerdo de treparme en brazos de mi Nono, mi abuelo paterno, y buscar en cada uno de los bolsillos de su chaqueta el regalo que escondía para mí aún ronda mi memoria. Era un ritual. Cada encuentro con él venía acompañado por una pesca milagrosa, y el botín era un chocolate, un dulce o un paquete con cinco bolitas de chicle de colores, mi favorito. No me acuerdo de su cara, pues yo tenía apenas poco más de dos años cuando falleció, pero ese acto de amor hecho dulce sigue presente así sea de manera borrosa.

Al otro lado del árbol familiar se encontraba mi abuelo materno. Con él sí tuve la oportunidad de compartir 22 años. Cada tanto, desde que era muy pequeña, me tomaba de la mano y salíamos juntos a una panadería cercana a su casa, donde me compraba un roscón de arequipe y kumis en botella. Siempre pensé que sólo tenía esa costumbre conmigo y que eso me hacía única entre todos sus nietos. Después de su muerte, en 2003, en una tarde de onces familiares descubrimos que nuestro abuelo llevaba a un nieto diferente a comer manjares cada fin de semana, haciéndonos sentir excepcionales y especiales a cada uno.

El recuerdo de mis abuelos pasa por la anécdota amorosa: ellos tienen un lugar importante en mi corazón y en no se atrevió a hacer con nosotros. “Yo a mis hijos nunca les di comida, porque me parecía que se iban a atorar. Tampoco cambiaba el pañal si estaba con popó”. Pero con su nieto no ha tenido agüero a la hora de hacer lo que haga falta, por eso es que siempre ha sido la primera persona a la que recurrimos mi esposo y yo cuando necesitamos una mano extra que nos ayude a cuidar a nuestro bebé, que ya tiene 20 meses.

Abuelos cuidadores 3

No es raro, al salir a cualquier parque repleto de chiquitines juguetones y bulliciosos, ver a hombres canosos correr detrás de ellos, comprarles helado, atender cualquier raspón. “¡Abuelito, mira!” es un grito cada día más común en estos ámbitos. Entre esas parejas están casi todas las mañanas Tea, de 19 meses, y su abuelo Jorge Perico. Él pasa a recogerla a su casa y luego la lleva a caminar y jugar por las zonas verdes cercanas. Ven perros, recogen hojas, persiguen pajaritos o él la empuja en el columpio por largos ratos. “A mis hijos tal vez no los disfruté tanto como estoy disfrutando a la niña, porque yo trabajaba y no tenía tiempo. Con Tea todo ha sido diferente”, dice Jorge mientras sonríe.

Él empezó a sacar a su nieta cuando la pequeña tenía aproximadamente siete meses. Armado con un tetero antes y ahora con un tentempié, sale a la calle con la esperanza de enseñarle a su nieta mi infancia. Aun así, envidio la relación que se gesta hoy entre mi hijo y mi padre. Mi papá no solo ha estado presente en la vida de mi hijo desde el inicio, sino que además ha sido quien en muchas oportunidades lo ha cuidado mañanas o tardes enteras. Le ha cambiado pañales explosivos, le ha dado compotas y sopas, además de bañarlo, vestirlo, jugar con él y sacarlo a pasear.

Hoy hay una nueva generación de abuelos que rompe con los roles de género tradicionales, pues cumplen con las labores que históricamente la sociedad atribuyó a las abuelas. Con la participación activa en la crianza de sus nietos, estos señores están creando modelos de masculinidad diferentes para los más pequeños, permitiéndoles conocer una realidad diferente a los estereotipos machistas de que los hombres no cuidan bebés.

“Las mentalidades han cambiado. Anteriormente los abuelos y los padres saludaban, regañaban y se iban”, me explica Iván Vegas, Totó para su nieto Luca, mi hijo. “Participar, colaborar, estaba mal visto. Lo cierto es que si fueron padres colaboradores, es más fácil que ayuden también en la crianza de sus nietos”. Él, lo puedo decir con conocimiento de causa, fue un padre muy activo. En casa siempre fue el encargado de que nos bañáramos, vistiéramos y desayunáramos para que no nos dejara la ruta del colegio. Y aunque participó en nuestra crianza, hubo cosas que no se atrevió a hacer con nosotros. “Yo a mis hijos nunca les di comida, porque me parecía que se iban a atorar. Tampoco cambiaba el pañal si estaba con popó”. Pero con su nieto no ha tenido agüero a la hora de hacer lo que haga falta, por eso es que siempre ha sido la primera persona a la que recurrimos mi esposo y yo cuando necesitamos una mano extra que nos ayude a cuidar a nuestro bebé, que ya tiene 20 meses.

Abuelos cuidadores 4

No es raro, al salir a cualquier parque repleto de chiquitines juguetones y bulliciosos, ver a hombres canosos correr detrás de ellos, comprarles helado, atender cualquier raspón. “¡Abuelito, mira!” es un grito cada día más común en estos ámbitos. Entre esas parejas están casi todas las mañanas Tea, de 19 meses, y su abuelo Jorge Perico. Él pasa a recogerla a su casa y luego la lleva a caminar y jugar por las zonas verdes cercanas. Ven perros, recogen hojas, persiguen pajaritos o él la empuja en el columpio por largos ratos. “A mis hijos tal vez no los disfruté tanto como estoy disfrutando a la niña, porque yo trabajaba y no tenía tiempo. Con Tea todo ha sido diferente”, dice Jorge mientras sonríe.

Él empezó a sacar a su nieta cuando la pequeña tenía aproximadamente siete meses. Armado con un tetero antes y ahora con un tentempié, sale a la calle con la esperanza de enseñarle a su nieta a abrir los ojos al mundo. Tea es su alegría. “Yo tengo 65 años. Uno cree que ya cumplió, que la vida se va cerrando ya hacia el final. Pero esto es una oportunidad de volver a vivir muchas cosas que estaban olvidadas”. Jorge no se equivoca en su percepción. Es una oportunidad no sólo a nivel emocional, sino también físico. Un estudio realizado en la Universidad de Basilea y publicado en Scientific American sostiene que “abuelos que cuidan a sus nietos viven más que otros adultos mayores”. Advierten, eso sí, que esto se refiere a los adultos mayores que se encargan de los niños ocasionalmente, y no a quienes tienen la custodia permanente de los pequeños. La autora principal del estudio, la doctora Sonja Hilbrand, dijo a la revista Evolution and Human Behavior: “Esta relación podría ser un mecanismo profundo del pasado evolutivo, cuando ayudar con los nietos era clave para la supervivencia de la especie humana”.

No es para menos. Cuidar de un bebé, un infante o un niño representa retos complejos. Exige una atención aumentada, mayor creatividad y capacidad para resolver problemas; esto ayuda a mejorar el funcionamiento cerebral y la memoria. Además, el Institute of Aging del Boston College concluyó en un estudio similar que pasar una cantidad de tiempo significativo a la semana con los nietos ayuda a prevenir el Alzheimer, evita el aislamiento social y además baja los índices de depresión en adultos mayores y en niños. Es decir que es un vínculo del cual ambas partes salen favorecidas.


"​‌​

Cuidar de un bebé, un infante o un niño representa retos complejos. Exige una atención aumentada, mayor creatividad y capacidad para resolver problemas".

 

“La relación entre los abuelos y los nietos ayuda al intercambio generacional”, dijo a Bienestar Colsanitas el médico geriatra Mauricio Cárdenas. “Pero no se debe cargar a los abuelos con la responsabilidad y la tarea de ser quienes enseñen a los niños. Los adultos mayores están, sobre todo, para dar cariño, calor, amor”. El doctor Cárdenas también es enfático en aclarar que es importante tener en cuenta qué tan funcional sigue siendo el abuelo, sobre todo en los ámbitos físico y psicomental, pues cargarlo en exceso con responsabilidades puede ir en detrimento de su salud. Aunque aclara que el envejecimiento es heterogéneo e individual, y la posibilidad de compartir con los nietos siempre va a traer más beneficios que riesgos para los viejos si se hace de manera sensata.

Conviene no abusar de la cantidad de tiempo que se deja a los abuelos encargados de los nietos. “Cuando el adulto mayor trabaja más de las horas indicadas puede ser peligroso; porque se va a cansar y puede haber caídas o se resiente su salud. Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”, recomienda el doctor Cárdenas.

Cuidar a los nietos hasta 15 horas a la semana ayuda a los viejos de la familia a sentirse útiles y necesarios de nuevo. Es el caso de Adán Cardoso, quien ayuda a cuidar de su nieta Mía en las tardes, y cuando tiene vacaciones del jardín pasa las mañanas con la pequeña de tres años. Ella lo espera en la ventana, quizás porque él siempre llega con algún regalito. A sus 78 años, Adán asegura con una carcajada: “Mía me ha dado vida. Además, me ha enseñado a muñequear, como hombre que soy y a mi edad”.

El impacto que este tipo de relación tiene sobre los pequeños es inmenso. Una huella imborrable que trasciende la muerte, como en el caso de Tomás y su abuelo Jairo Salamanca. Él falleció cuando su nieto tenía cinco años. Hoy, casi dos años después, la memoria de su camaradería y sus enseñanzas sigue viva en su nieto de siete años. “A mí lo que más me gustaba era jugar y salir con él, y cómo nos inventábamos ideas”, dice Tomás. “Siempre que yo necesitaba algo, él me lo conseguía, así se demorara un día, un mes o un año”.

Jairo era ingeniero, por eso los proyectos científicos y las construcciones con Lego eran parte de la rutina con su nieto. Sonia Salamanca, la madre de Tomás, asegura que el abuelo fue cercano a su nieto desde el embarazo. No sólo era un maravilloso compañero de juegos, también colaboraba con lo que fuera necesario. “Yo trabajaba en Funza y mi papá llegaba acá a las cinco de la mañana para alistar a Tomás y bajarlo a la ruta del jardín, para que yo pudiera irme temprano y tranquila”, cuenta Sonia.

La muerte de Jairo y el proceso de duelo han sido difíciles para Tomás. Tanto así que no quiso jugar con Lego durante más de un año. “Él me decía que sin su ‘abu’ nada iba a ser divertido otra vez. Pero juntos hemos logrado reencontrar la diversión, y yo me alegro mucho cuando veo a mi hijo inventando y creando de nuevo”, asegura Sonia.

Entre los recuerdos más lindos que tiene Tomás de su “abu” está aquel cumpleaños en que llenaron una piscina inflable con una manguera y se metieron a jugar juntos. Pero, sobre todo, la enseñanza más importante que repite el orgulloso nieto es: “Nunca te rindas hasta que lo logres”.

SEPARADOR

'
Carolina Vegas

Periodista y escritora. Es autora de El cuaderno de Isabel, Un amor líquido. Autorretrato de una madre (Grijalbo, 2017).