Ante cada variante necesitamos tomar decisiones. Pero ¿es posible predecir qué variantes enfrentaremos en el futuro?
Desde su aparición, el SARS-Cov-2 ha sufrido varias mutaciones, comunes en los virus. Hoy el alfabeto griego hace parte de nuestras conversaciones cotidianas: alfa, beta, gamma, épsilon, theta, iota, kappa, delta y ómicron son algunas de las variantes identificadas.
Hasta que el virus esté controlado y superemos la fase pandémica para volver a la fase endémica, es de suponer que tendremos que enfrentarnos a otras posibles variantes en el futuro. No sabemos cuándo o cómo aparecerán, es imposible anticiparlas; pero gracias a la ciencia hoy conocemos el virus lo suficiente como para tener a la mano una baraja llena de decisiones fundamentales para intentar prevenir sus efectos más nocivos.
1. ¿Por qué es imposible predecir nuevas variantes?
Tal imposibilidad de anticipar la próxima variante de un virus radica en que estas se dan por mutaciones aleatorias y probabilísticas en su código genético. Cuando el virus entra en un cuerpo, su código se duplica para generar partículas virales que infecten el organismo. Al duplicarse puede haber errores de lectura que alteren el código y produzcan una mutación que haga que el virus pierda su capacidad de replicarse o que, al contrario, la potencie.
2. ¿Cómo se genera una variante?
La variante sucede en la medida en que un virus que ha mutado determinado número de veces es transmitido a otros cuerpos. Para el caso del SARS-CoV-2, las mutaciones se dan cuando se alteran algunas de las treinta mil letras que componen su código genético.
En ese orden, el virus está mutando constantemente, día a día, contagio a contagio. Aun así, a pesar de lo inverosímil que resulta predecir la aparición de una variante, la ciencia ha logrado estudiar algunos segmentos específicos del código genético del virus para conocer los efectos de las mutaciones que suceden allí.
3. ¿Qué sabe la ciencia hasta ahora?
El doctor Carlos Álvarez, infectólogo y epidemiólogo de Colsanitas, señala que gracias al análisis de las variantes conocidas “hoy sabemos que algunas mutaciones en sitios específicos del virus pueden hacer que este sea resistente a algunos anticuerpos, o que genere pérdida de la efectividad en algunas vacunas, o que sea más contagioso. Es decir, sabemos qué mutaciones pueden ser perjudiciales para el ser humano”.
Gracias a ello podemos tomar decisiones a futuro. Conocer qué tan perjudicial es una nueva variante a partir de su estudio y comparación con los datos ya conocidos es indispensable para tomar medidas epidemiológicas oportunas con el fin de frenar sus efectos más nocivos.
Ese procedimiento es el que lleva a que los organismos encargados clasifiquen las variantes según sean de bajo monitoreo, de interés, de preocupación o de gran consecuencia. “Tal fue el caso de la variante ómicron, pues en el momento en que fue detectada en Sudáfrica se determinó cuáles eran sus mutaciones para determinar que se trataba de una variante con mayor capacidad de transmisión y, por tanto, una variante de preocupación”, comenta el doctor Álvarez.
La misma lógica fue llevada a cabo para desarrollar una vacuna temprana contra el virus, por ejemplo. En el momento en que el SARS-CoV-2 comenzó a hacer de las suyas a lo largo del mundo, distintos grupos de investigación se enfocaron en estudiar con detalle la composición y evolución de otros virus del SARS o de otros virus respiratorios. Gracias a ello se logró, por un lado, trazar un patrón de evolución para el Covid-19 y, por el otro, desarrollar vacunas efectivas que minimizaran la agresividad del mismo.
4. ¿Cuáles son los posibles escenarios a futuro?
En ese contexto, dice el doctor Álvarez, un escenario posible a futuro es que nos encontremos con una variante del virus tan contagiosa que logre generar una inmunidad perdurable en el tiempo y que sea efectiva contra otras variantes. Pero otro, es que aparezca una variante que evada la inmunidad generada por las vacunas y conlleve a reinfecciones constantes. Sin embargo, esos dos escenarios acarrean igualmente múltiples posibilidades.
Un estudio publicado por la revista Nature recoge algunos de los descubrimientos en este campo para dar cuenta de la complejidad del asunto. Uno de ellos revela cómo otro de los virus SARS logró evolucionar para evadir la respuesta de los anticuerpos durante un periodo largo de tiempo, tal como lo sucedido con las variantes delta y ómicron del Covid-19; otro de ellos plantea la posibilidad de que el Covid-19 evolucione de una manera más predecible y pase a ser algo parecido a otros virus respiratorios, como los que producen la Influenza.
Otro indica que el virus podría evolucionar para mantenerse durante más tiempo en el organismo y así incrementar el número personas expuestas a él; otro reconoce que hasta ahora el virus ha demostrado volverse más contagioso pero también más agresivo, según lo visto con las variantes alfa y delta.
5. ¿No estamos ante el final de la pandemia?
En la naturaleza hay pocos sujetos de estudio que resulten predecibles. Aceptar la imposibilidad de anticipar con seguridad el camino que tomará el SARS-CoV-2 es fundamental para reconocer su comportamiento complejo y no subestimarlo. Nos queda una certeza: no podemos predecir futuras variantes pero sí hacer un esfuerzo para prevenirlas.
La mutación del virus depende de su capacidad para replicarse, esto es, para transmitirse. Es así que, entre menos personas estén vacunadas, hay mayor riesgo de contagio y mayor riesgo de mutación que conlleve a nuevas variantes. “Puede ser que el futuro del SARS-CoV-2 aún esté en manos humanas”, dice el artículo de la revista Nature. “Vacunar a tantas personas como sea posible, mientras que las inyecciones siguen siendo altamente efectivas, podría evitar que el virus desbloquee cambios que impulsen una nueva ola”. No conocemos el futuro, pero sí conocemos el virus y sabemos cómo contrarrestar los efectos que llevan a una consulta en urgencias y a un periodo de hospitalización.
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