Las mascotas no son hijos, ni bebés. Son animales, y debe dárseles un trato cariñoso pero digno y adaptado a su condición.
a decisión de tener animales de compañía en casa trae beneficios que se reflejan en los aspectos físico, mental y social de todos los miembros de la familia. Por esta razón, es muy fácil establecer lazos emocionales con nuestras mascotas, al punto de sentir que son un miembro más de la familia. Como humanos, queremos retribuir el sentimiento de bienestar que nos brindan a diario, pero en ocasiones cruzamos el límite para forzarlos a vivir lo que para nosotros es la felicidad, apartándolos de su naturaleza, de sus instintos animales. En una palabra, humanizándolos.
Cuándo humanizamos a nuestras mascotas
Cuando atribuimos a nuestras mascotas emociones, actitudes y visiones del mundo propias de los seres humanos, las estamos humanizando. “En términos prácticos, es querer que nuestra mascota, perro o gato, se comporte como nosotros”, afirma la médica veterinaria Diana Ibagón Nieto. Someter a nuestras mascotas a situaciones humanas, como vestirse, disfrazarse, peinarse, maquillarse, caminar en dos patas e, incluso, ir de compras en un coche, es humanizarlas. “Estos peludos que por naturaleza quieren correr, oler, hacer sus necesidades fisiológicas o marcar territorio, no pueden porque deben, según sus dueños, lucirse en un coche o mostrar su atuendo”, agrega la doctora Ibagón.
Para la doctora, estas acciones no solo afectan la estabilidad emocional de nuestra mascota, sino que también traen consecuencias para su esencia. Sobreproteger a las mascotas puede hacer que repriman su naturaleza y se conviertan en seres ansiosos, inseguros, hiperactivos, agresivos o miedosos. “En un 99 % de los casos, los desórdenes emocionales de los perros se deben a fallas de las personas durante el proceso de socialización, generalmente en los primeros cuatro meses de vida, y del ambiente en el que se desenvuelven”, explica Ibagón.
"Frustración, ansiedad e inseguridad son los indicios más claros de que nuestra mascota está humanizada y está perdiendo su identidad".
Todo esto puede suceder porque no está claro el lugar que la mascota ocupa en casa. Cada vez son más los casos en los que las personas le atribuyen el lugar de hijos. Según la psicóloga Constanza Bernal de la Hoz, adscrita a Colsanitas, esto se debe a los cambios en los modelos familiares: “Cada vez son más comunes las familias sin hijos, y eso es respetable. Sin embargo, es importante tener claro que si la decisión es no tener hijos, los animales nunca van a ocupar el lugar del hijo que no se tuvo. Una cosa es tener una mascota de compañía, y otra cosa es afirmar que se tiene una familia consolidada con un perro”.
Y es que los perros viven mejor en un ambiente en el que esté establecida una jerarquía, que se asemeje a la dinámica de una manada. Al ser de especies distintas los humanos no podemos ocupar el lugar del alfa dominante en la manada, pero sí podemos establecer una jerarquía clara y unos límites. Esto se hace recompensándolos cuando se portan bien y siguen las instrucciones, y corrigiéndolos, sin necesidad de violencia, cuando no sigan las órdenes y normas establecidas.
La clave está en comprender cuál es su naturaleza, entender su esencia y, por tanto, sus necesidades básicas, para cubrirlas con responsabilidad. Al establecer los límites adecuados y combinarlos con todo el cariño que queremos brindarles, estaremos contribuyendo a que sus necesidades de instinto y manada estén cubiertas y sean mascotas equilibradas y felices.
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