Le damos algunos consejos desde la psicología y la neurología para disminuir el dolor durante un episodio de desamor.
Cuando pasamos por una ruptura amorosa, cualquier factor que nos obligue a recordar a esa persona se sentirá como sal en la herida. Una canción, una película,un lugar, pueden transformarse en detonantes para una explosión de nostalgia.
Desde el punto de vista de la neurología, la “tusa”, como se le conoce al despecho en Colombia, es un estado emocional complejo que puede desencadenar diversas reacciones psicológicas y físicas. Leonardo Palacios, profesor de la Universidad del Rosario y neurólogo adscrito a Colsanitas, explica que “cuando sucede una ruptura amorosa, se activan algunas áreas del cerebro a causa del choque emocional, específicamente la corteza cingulada anterior, que tiene la función de procesar información relacionada con el dolor. Durante una pérdida, esta parte del cerebro interpreta esas emociones negativas y las convierte en dolor físico, que puede ser muy similar al que se experimenta durante una fractura”.
Adicionalmente, hay una caída en la producción de las hormonas que intervienen en el enamoramiento, como la dopamina (hormona de la felicidad) y la oxitocina (hormona del enamoramiento), y son reemplazadas por cortisol (la hormona del estrés) lo que genera malestar en la persona “entusada”.
Según un estudio publicado en la revista NeuroImage: Clinical, investigadores de la universidad de Oxford y Groningen descubrieron que “algunas experiencias podrían influir negativamente en la capacidad del cerebro para procesar información correctamente, lo que convertiría a la ruptura en un potencial riesgo para desarrollar enfermedades mentales”. Después de realizar análisis en el cerebro de los voluntarios que habían pasado por una ruptura amorosa reciente, los neurólogos concluyeron que existe una comunicación neuronal anormal que afecta la función cognitiva del cerebro, provocando problemas de memoria, razonamiento y solución de problemas, muy similar a la que ocurre en los pacientes con depresión clínica.
Para la psicología, existen similitudes entre un duelo por el fallecimiento de un ser querido y el de una ruptura amorosa. “En ambos casos existe una pérdida de alguien que valoramos y que era significativo en nuestra vida”, comenta Claudia Botero, psicóloga experta en conflictos de pareja. La persona experimenta diferentes fases del duelo por una ruptura amorosa que, aunque no son lineales y pueden variar en cada persona, es posible clasificar en tres etapas:
Negación: Sucede principalmente a la persona que fue abandonada, y va ligada a pensamientos como “Esto no me puede estar pasando”, “A mí nadie me deja”. Que puede resultar en frustración e ira contra sí misma y los demás. Aunque es menos usual, también se puede presentar un estado de despersonalización, es decir, que la persona piense que su situación no es real.
Aceptación: Cuando la persona se da cuenta de que la relación no se puede reparar. “Esto puede generar sentimientos de tristeza, soledad y ansiedad por un futuro sin esa persona, lo que puede desencadenar además en efectos físicos como pérdida de energía, dolores musculares e hipersensibilidad al ruido.” Explica Viviana Zapateiro, psicoterapeuta adscrita a Colsanitas. Otros síntomas pueden ser insomnio y dolores de cabeza.
Restauración: Es el objetivo de cualquier duelo e implica la superación y la ausencia de emociones negativas relacionadas con la pérdida.
Según el neurólogo Palacios, el proceso completo del duelo puede durar entre uno y seis meses, en el cual el cerebro por sí solo buscará mecanismos para volver a un balance emocional. Sin embargo, esto no es una regla general y está sujeto al contexto de la ruptura. Sobre esto, la psicóloga Botero agrega que “Depende de factores como por ejemplo si fue una relación codependiente o si la ruptura fue producto de un hecho traumático como una infidelidad; también influye la cantidad de tiempo que duró la relación y si tuvieron hijos”.
De cualquier modo, sobrellevar una ruptura nunca es fácil, y por eso es fundamental atender sentimientos o pensamientos negativos que se alarguen demasiado o que provoquen una incapacidad para realizar actividades cotidianas. “Es necesario tener cuidado con un duelo mal manejado, pues podría desencadenar en trastornos depresivos o del apego, que generalmente impiden establecer nuevas relaciones”, señala la psicoterapeuta Zapateiro. Si después de seis meses todavía nos sentimos muy deprimidos o se nos dificulta salir de casa y rehacer nuestra vida social, es recomendable pedir la ayuda de un especialista.
Mantenga la distancia
Durante la etapa de negación, es posible que las personas realicen actividades cotidianas con su expareja, como si nada hubiera pasado. “Existen pacientes que siguen escribiéndole, enviándole detalles o incluso van a recogerla al trabajo”. Cuenta Botero. Otro síntoma de la negación es el rencor y los deseos de venganza, que son más frecuentes en las personas que fueron abandonadas. Por esta razón, es importante que mantenga la distancia y evite confrontaciones. Tómese un tiempo para reflexionar sobre lo sucedido y absténgase de reabrir la discusión, pues solo causará que el proceso de duelo sea más difícil.
Sea compasivo con sus sentimientos
Recién terminada la relación, es posible que se le dificulte manejar los sentimientos que acompañan el duelo, esta es la razón por la que muchas personas optan por conductas que inhiben o anestesian esos sentimientos en lugar de permitirse experimentar el dolor. “Actividades como beber en exceso, consumir sustancias psicoactivas, automedicarse y salir con muchas personas por creer que ‘un clavo saca otro clavo’ resultan al final en consecuencias para la salud física y psicológica”. Explica Botero. En este caso, lo mejor que puede hacer es dejar que las emociones lo atraviesen y llorar cuando sea necesario.
Para el cerebro, llorar es una forma de expresar los sentimientos, lo que nos permite comunicarnos con nuestros pares para que sepan lo que estamos experimentando; esto hace que nos sintamos comprendidos y nos reconforta. Tal como sucede con un duelo por fallecimiento, el llanto es una actividad terapéutica que favorece la restauración.
Para Palacios “lo mejor para el despecho es una buena compañía”. Por lo que se recomienda activar las redes de apoyo (familiares, amigos, comunidad), esas personas a las que podemos acudir para depositar nuestras dudas y preocupaciones.
Retome su proyecto de vida
Durante el proceso de restauración, necesitará confirmar que las experiencias vividas con su expareja son parte del pasado. Deshacerse de los objetos que le hagan recordarla puede ayudar, pero debe tener en cuenta que si lo hace es porque quiere seguir adelante y no porque esta sea una solución automática. Al contrario, “puede ser provechoso hacer un balance de la relación, entender que hubo cosas bonitas y cosas no tan bonitas. Pensar en cómo debería ser una nueva relación y qué actitudes no volvería a aceptar”, recomienda Botero.
“Después de un tiempo de haber acabado la relación, es posible que se sienta aún desconcertado por los planes que tenían y que ya no se realizarán”, comenta Zapateiro. Por eso, una forma de contrarrestar esta sensación es replantear esas metas. Empezar el gimnasio, entrar a un club o practicar algún deporte, dedicarse al estudio o al trabajo pueden ser formas de recuperar esa autoestima que se perdió durante la ruptura. Finalmente, dice Botero, “cuando al evocar la ruptura ya no se sienta inseguridad o dolor, puede ser un indicador de que el duelo llegó a su fin y, por lo tanto, es un buen momento para empezar a salir con otras personas. Es ahí cuando se comprende que la vida continúa”.
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