La industria de la moda es una de las más contaminantes del mundo, debido al uso indiscriminado de recursos naturales y al empleo de sustancias altamente tóxicas.
etrás del encanto de las imponentes pasarelas de moda y de las exuberantes vitrinas más famosas del mundo, se esconde un problema de calibre mayor: el detrimento ambiental. Datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), indican que la industria de la moda está entre las más contaminantes del mundo; además de ser una de las más perjudiciales para la salud humana y animal.
Basta con observar el daño que ocasiona al agua para entender su impacto negativo. Según el informe “Destino cero: siete años desintoxicando la industria de la moda”, de Greenpeace, los ríos en China siempre estaban teñidos de colores y tras ese color estaban los químicos tóxicos que las empresas textiles utilizan para lavar, teñir y estampar. Las aguas se tornaban negras, azules y rojas, generando la muerte de diversas especies marinas. Aunque este fenómeno ha decrecido parcialmente, el problema sigue latente.
Además de la contaminación, el gasto de agua es otro fenómeno preocupante, pues el rubro de las prendas de vestir utiliza, cada año, más de 93 mil millones de metros cúbicos de agua para su cadena productiva, es decir, consume lo suficiente como para satisfacer las necesidades de cinco millones de personas, según la UNCTAD.
La emisión de gases de efecto invernadero tampoco se queda atrás, pues esta industria genera entre el 8 y el 10 % de las emisiones mundiales. En otras palabras, “produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos, con las consecuencias que ello tiene en el cambio climático y el calentamiento global”, indican cifras del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Al drama ambiental, se suman los efectos dañinos sobre la salud humana y las especies animales, debido a que gran parte de las sustancias usadas en la fabricación de prendas, accesorios y zapatos están incluidas en la gama de químicos peligrosos.
Según Greenpeace, en la actualidad hay descritas once sustancias prioritarias por su efecto perjudicial. En este grupo están los metales pesados (cadmio, plomo, mercurio y cromo), que son utilizados como tintes y pigmentos, los cuales se pueden acumular en el cuerpo y ser altamente tóxicos; por ejemplo, el cadmio es un agente cancerígeno.
Los alquilfenoles, que se usan como detergentes, no se degradan fácilmente en el medio ambiente y, por ello, son tóxicos para la vida acuática; además de actuar como disruptores hormonales. Y así sucede con los retardantes de llamas, ablandadores, antibacterianos y anti-moho y demás sustancias que prometen daños irreversibles.
Lo más preocupante frente a esta realidad es que “el 85 % de la industria —según Greenpeace— aún no se hace responsable de su contaminación ambiental”; mientras que los consumidores siguen comprando masivamente; pues se prevé que el consumo de ropa aumente de 62 millones de toneladas en 2017 a 102 millones de toneladas en 2030.
¿Moda vegana, sostenible o ecológica?
Este oscuro panorama ha demostrado la urgencia de un cambio antes de que la destrucción natural siga avanzando. Si bien falta mucho por recorrer; desde hace cerca de una década, diversidad de organizaciones, gobiernos y compañías textiles y de la confección, han empezado a generar estrategias para la protección del medio ambiente.
Es así como han nacido conceptos de moda ecológica, vegana y sostenible. ¿De qué tratan y cuál es su principio? Según Valentina Suárez, directora general de Universo Mola, un programa de la Fundación Entre Soles y Lunas con sede en Uruguay, “la moda ecológica tiene como objetivo principal la protección del medio ambiente; mientras que la sostenible ofrece un triple impacto: en la economía, la sociedad y el medio ambiente”.
Por su parte, la moda vegana garantiza que en la fabricación de sus productos no han sido utilizados animales o, dado el caso, han sido tratados bajo estándares de respeto y sin crueldad animal (cuando se usa la lana; por ejemplo).
Al respecto, Diego Francisco Rubio Goyes, director de Gestión Ambiental de la Secretaría de Ambiente de Bogotá, explica que la diferencia de estas industrias con la tradicional radica en el consumo eficiente de los recursos naturales. La industria común pone los productos en las cadenas de consumo, para luego desecharlos o entregarlos al ambiente en forma de residuos; generando impactos altamente perjudiciales. Mientras que “los modelos amigables promueven la eficiencia en el uso de materiales, agua y energía e incorporan principios de longevidad, renovación, reutilización, reparación y desmaterialización para eliminar residuos; entre otros”, explica Rubio.
Bajo estas premisas y entendiendo la necesidad de un cambio, grandes compañías internacionales como Inditex, H&M, Nike, Puma, Primark o New Balance; además de algunas marcas nacionales como Lish Clothing, Animalista, Little Ramonas, Somos Mhuyscas, Pazca y Vana; se han sumado a esta iniciativa ecológica. Gracias a ellas, hoy es viable comprar ropa y calzado amigable y respetuoso con el medio ambiente.
Desde hace cerca de una década, diversidad de organizaciones, gobiernos y compañías textiles y de la confección, han empezado a generar estrategias para la protección del medio ambiente.
¿Cómo se fabrica y qué prendas se pueden obtener?
Uno de los grandes descubrimientos de la moda ecológica y sostenible, tanto para prendas como para zapatos, es el tipo de materiales, que son menos nocivos, biodegradables, reutilizables o están fabricados con materiales que se pueden reforestar.
“Hoy se habla de fibras como Lyocell, EcoVero, cueros vegetales y cáñamo de cannabis o de coco, obtenidas con materias primas como la celulosa de árboles, pulpa de madera, residuos de frutas, granos de café, cáñamo y biomasa”; explica el experto de la Secretaría de Ambiente de Bogotá.
A esta novedosa lista, se le suma un material altamente innovador: el politereftalato de etileno o poliéster (PET). Este plástico es sometido a procesos de selección, reciclado y transformación hasta obtener una materia prima que le permite disponer de la fibra e hilo de poliamida y poliéster, la materia prima más usada en la confección de tejidos de ropa.
Este uso PET ofrece diversas ventajas frente al poliéster tradicional (fibra sintética). Primero, el PET permite que las botellas plásticas no terminen en los mares, pues, en cambio, sirven para fabricar ropa: diez botellas plásticas que podrían terminar en el mar ahora sirven para fabricar una camiseta. De otro lado, al ser reciclado no es necesario erosionar el suelo para extraer petróleo y así producirlo.
Lo mejor es que este tipo de poliéster reciclado es casi idéntico al poliéster virgen en términos de calidad, pero su producción requiere hasta un 50 % menos de energía, según datos de la Oficina Federal de Medio Ambiente (FOEN).
Otros de los materiales innovadores son el “algodón orgánico, que no usa pesticidas en su procesamiento; el cuero vegano que proviene de residuos orgánicos como el nopal y que es muy similar al cuero tradicional; además de no ser producido con prácticas de maltrato animal”, explica Suárez, de Universo Mola.
Los tintes también son un boom en este campo, pues hoy se usa todo lo proveniente de la naturaleza y que no tiene componentes tóxicos: las flores, insectos, cortezas de árboles y hojas. También hay novedades como el uso de algas negras y crustáceos que han muerto naturalmente. Este es un gran diferencial con la industria tradicional, pues los tintes comunes son unos de los químicos más dañinos que existen porque usan materiales pesados como el cadmio, plomo, mercurio y cromo.
La ventaja de usar este tipo de materiales es que algunos son biodegradables (se descomponen fácilmente) o son compostables (pueden ser usados como compost o abono). Igualmente, estas industrias trabajan bajo la premisa de no producir dióxido de carbono (debe ser carbono neutro) para evitar la generación de gases con efecto invernadero.
Además de los materiales, los esquemas de fabricación también son fundamentales. Por un lado, parte de esta industria le está apostando al stock limitado, es decir, no hace producción masiva (para evitar el desperdicio), sino controlada.
También opera bajo la política de moda lenta o slow fashion, esto es, prendas que se pueden usar en cualquier época del año y no son de temporada, contrario a la industria tradicional que alienta a comprar y desechar ropa frecuentemente. A esto se suma la política de cero desperdicio o Zero Waste, evitando que se produzcan sobras de tela en su corte y confección.
Otro de los avances en este tipo de producción es la reducción en el uso de agua; pues como lo indica la Organización de las Naciones Unidas, confeccionar un solo jean requiere de unos 7.500 litros de agua; cifras que alcanzan a ser menores, hasta en un 50 %, en la fabricación ecológica o sostenible.
En general, se sabe que ninguna nueva tendencia cuenta con un proceso 100 por ciento orgánico o ecológico; porque aún se necesitan el agua, la energía, el uso de recursos naturales y de materiales químicos. Como detalla Greenpeace en su informe “Destino cero”: la eliminación de los químicos peligrosos mejora, pero es aún la principal asignatura pendiente.
Lo que sí propone la nueva industria es un uso más consciente de los recursos, regresarle al medio lo que se utiliza y la sustitución progresiva de los materiales hasta que, en algún momento, no sea necesario utilizar químicos tóxicos.
¿Moda que incomoda?
Uno de los interrogantes más comunes del consumidor es si la ropa ecológica y sostenible brinda la misma calidad, diversidad y precio que la tradicional. Lo cierto es que hoy se consiguen zapatos de tela, cuero, tejidos; pantalones, sacos, ruanas, bufandas, chaquetas, vestidos de baño, carteras; etc. No solo durables, sino selectos, modernos y coloridos.
Así que no hay pretexto para no apoyar la industria a través de la compra responsable. Como lo explica Rubio, de la Secretaría de Ambiente de Bogotá, “se requiere un consumidor que no solo responda a las señales de precio y moda, sino que incorpore en su decisión variables como el origen, los materiales usados y la durabilidad”.
Una de las vías más económicas y sencillas para convertirse en un consumidor sensato y considerado con el medio ambiente, es revisar y renovar su clóset, dando el salto del consumo excesivo a una filosofía minimalista:
Identificar cuándo un producto entra en desuso e incorporarlo a ciclos de reutilización con familiares o amigos que puedan darle una segunda vida útil.
Devolverlo al fabricante también es una buena alternativa.
Identificar gestores que incorporen la ropa en desuso en la obtención de nuevos materiales o procesos productivos.
Si algo le falta en su armario, no compre. Visite los negocios de segunda mano y adquiera en locales de comercio justo.
No compre ropa a menudo, solo la necesaria.
Opte por los negocios de ropa ecológica, vegana o sostenible.
En cuestión de zapatos, apueste por los productos que no han sido obtenidos por medio de procesos de crueldad o maltrato animal.
Para salvaguardar al planeta, el compromiso y el cambio deben involucrar a toda la cadena, desde la obtención de materiales hasta la compra y proceso de desecho. “El planeta no nos necesita, nosotros necesitamos al planeta; así que el único camino que tenemos es este”, concluye Suárez, de Universo Mola.
Las prendas son de las siguientes marcas de moda sostenible: Bagüe Ropa Ritual Sostenible, Tuma, Laura Añez Textiles, Tarpui, Maraka Eco, Somos Mhuyscas, Juppa, Awana Taller, Tamsa, La Ruana (Ventaquemada), Little Ramonas y Pazca.
Bogotá a la moda
Como estrategia para impedir que la ropa y los zapatos vayan a los vertederos o al medio ambiente, la Secretaría de Ambiente de Bogotá está impulsando la campaña “Redmoda Capital”, cuyo objetivo es promover el manejo adecuado de estos materiales y disminuir sus impactos ambientales. Si usted es gestor o emprendedor, contáctelos: http://www.ambientebogota.gov.co/.
Mola week, la pasarela sostenible
Mola week es el evento más reconocido de la moda sostenible latinoamericana, el cual pretende apoyar a la industria y forjar lazos entre todos los que hacen parte del ecosistema de la sostenibilidad. Este año va a estar presente en cuatro ciudades: Villa de Leyva (Colombia); Punta del Este (Uruguay); Los Ángeles (Estados Unidos) y Milán (Italia). Tendrá inicio en nuestro país el 26 de noviembre. Para saber más, ingrese a: http://universomola.com/
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