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Normas claras para educar adolescentes

 Entender que el cerebro de un adolescente está en pleno proceso de maduración, permite establecer una educación basada en reglas claras y cero golpes.

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asta hace unos años se creía que la adolescencia era una etapa de inmadurez llena de “comportamientos enloquecidos”, producto de las hormonas. Hoy se sabe, por investigaciones contundentes, que lo que experimentan los adolescentes es, sobre todo, el resultado de cambios en el desarrollo del cerebro. 

De acuerdo con el doctor, Daniel J. Siegel, médico estadounidense, profesor clínico de psiquiatría en la Escuela de Medicina de la UCLA, y autor de varios libros, entre ellos Tormenta cerebral el poder y el propósito del cerebro adolescente: “existen una serie de mitos populares sobre la adolescencia. Uno de ellos, el de las hormonas locas. Esto es sencillamente falso, las hormonas sí aumentan, pero no son las que determinan lo que le pasa a un adolescente.”

Por ello, los padres que tienen hijos entre los 12 a 24 años (los estudios hablan de esta franja de edad como la adolescencia) ya no están en frente de un niño que permite, sino del muchacho que cuestiona, pues su cerebro está en otro momento de maduración.

Ahora, si usted es de los que piensa que una palmada, un correazo o un pellizco no hicieron mella en su crianza, en la de sus hijos o en la de sus nietos, y está de acuerdo con quienes comentan: “me dieron chancleta y acá estoy, no me pasó nada”, es hora de oír a los especialistas y conocer sus nuevas investigaciones.  

De hecho, sus hallazgos han demostrado que, al llegar a la adolescencia, este tipo de crianza tiende a ser mucho más peligrosa, dadas las transformaciones del cerebro en esta etapa. Ellos rechazan y censuran el trato violento por parte de un adulto, porque se desencadenan choques y rebeldía.

Juan Sebastián Hoyos, vicerrector del Gimnasio Moderno en Bogotá, quien trabaja la psicología positiva, y sabe, por su experiencia con adolescentes y los estudios que han hecho con los alumnos, que el sistema punitivo con los jóvenes desencadena también una baja autoestima, tristeza y letargo, situaciones que lo ponen en riesgo de adicciones, por ejemplo.

Lo mismo confirma la doctora Gigi Núñez, pionera en Colombia en psicología positiva: “el manejo de adolescente basado en premios y castigos o en las reprimendas a través del miedo o los golpes, causan estragos en la relación con los padres, a quienes no ven como sus referentes, sino como sus enemigos”. 
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El camino de la disciplina en la adolescencia 

Para empezar, dice la doctora Núñez, no debemos tenerle miedo a la palabra disciplina. Etimológicamente su significado proviene del latín discipulus, que quiere decir imponer un orden necesario para poder llevar a cabo un aprendizaje. Del mismo origen es discípulo, que es quien se somete a la disciplina para lograr capacitarse.

Sin embargo, dice la doctora, el significado y la percepción de la palabra disciplina se ha tergiversado, pues tenemos la concepción generalizada de que disciplinar es castigar, lo concebimos como algo negativo. 

La base de la disciplina sin violencia se fundamenta en establecer límites desde la infancia, para que cuando llegue a la edad de la adolescencia, los jóvenes tengan claras las normas establecidas en casa a través del diálogo permanente; fundamental, el buen ejemplo, de lo contrario, lo único que se logra con el maltrato es el efecto contrario. 

María Alejandra Betancur, educadora infantil, magister en neuropsicología y pionera del movimiento disciplina positiva en Antioquia, explica que “un niño con disciplina, con límites y amor, desarrolla mejores conexiones neurológicas, su cerebro se ve como un bosque con árboles entrelazados”. 

Está demostrado, sostiene Juan Sebastián Hoyos, que los límites que se establecen desde la infancia dan seguridad al niño, mientras que esas normas y esos mismos límites dan un mensaje al adolescente: “yo le importo a mis padres, hay un nivel de amor y protección que me da seguridad”,. Y agrega “Evidentemente es una etapa de exploración, ellos no son perfectos, están confundidos, pero es parte de la etapa formativa de una persona, por lo cual necesita guía, orientación y escucha”.

A su vez, las buenas relaciones familiares, el diálogo, la comprensión y el apoyo son la base para sortear las dificultades de esta etapa. Como lo establece el doctor Robert J.  Waldinger, psiquiatra estadounidense y profesor de la Facultad de Medicina de Harvard, conocido por sus hallazgos en el estudio longitudinal sobre la felicidad de los adultos, “nuestro estudio ha demostrado que la gente a la que le va mejor es aquella que se apoya en las relaciones con su familia, amigos y con la comunidad”.

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Dejar huellas, no cicatrices 

La experiencia de especialistas como la doctora María Alejandra Betancur muestra que, en muchos casos, son las personas ajenas al núcleo familiar quienes opinan. “A este lo que le falta es rejo”, se atreve a decir la gente. Sin embargo, no somos conscientes del perjuicio. En la adolescencia debo crear vínculos, un muchacho busca soluciones al problema, no se trata de juzgar cuando cometa un error, se trata de entender, respirar y orientar. No que huya de mí, sino que acuda a mí. 

La adolescencia de un hijo es también una forma de aprendizaje para sus padres, para que ellos también reconozcan sus errores y puedan, a través del perdón y la reconciliación, dar un mensaje distinto a sus jóvenes. “Es una forma de mostrarles nuestro lado humano, de enseñarles a resolver los problemas a través de la reparación y no de la violencia”, ellos aprecian mucho más esta actitud que todo lo punitivo. Se trata de enseñarlos a pensar, pues, dice María Alejandra, no estamos en la época medieval cuando la cuestión era de poder, se trata de dejar huellas y no cicatrices.

Un adolescente es, para poner un ejemplo, un barco que se mece al vaivén de una fuerte marea, la familia es para él su puerto seguro, mientras que él sale a un mundo que tiene que conquistar, su soporte está en casa, pero si en ella no encuentra eco, busca otros referentes o se refugia en personas que no necesariamente son una buena compañía.

Por ello, explica la doctora Núñez, la disciplina positiva en la adolescencia busca entablar una relación distinta con los hijos, “ellos deben encontrar en sus padres unos líderes que pueden dar acompañamiento, se debe partir del respeto y la confianza, para ser consecuente con lo que se pide de ellos.”

Recuerde

 Es en casa en donde los adolescentes deben encontrar el puerto seguro a esta etapa de cambios y transformaciones, mientras el cerebro continúa su ciclo de maduración.

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