Existe la idea de que el consumo de lácteos enteros propicia el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Pero la evidencia científica parece sugerir lo contrario.
as enfermedades cardíacas son la principal causa de muerte en el país. Uno de cada cuatro fallecimientos en Colombia suma a la ominosa lista de defunciones por accidentes cardiovasculares. De ahí que muchos actores del campo de la salud recomienden diferentes hábitos para controlar y reducir estas estadísticas: caminar al menos treinta minutos, tomar ocho vasos de agua o el equivalente a dos litros, no abusar de carbohidratos ni de alimentos fritos o ricos en grasa, entre otros.
Una enfermedad cardiovascular compromete el corazón y los vasos sanguíneos. Las más comunes en Colombia suelen darse como consecuencia del exceso de grasas saturadas en el organismo. Normalmente las grasas son procesadas luego de entrar al cuerpo para desplazarse hasta los tejidos, su destino final; en el recorrido atraviesan los vasos sanguíneos. Cuando el consumo de grasas sobrepasa la capacidad de procesamiento de los órganos encargados, esta muchas veces se queda atascada en los vasos, ocasionando con el tiempo una especie de tapón que obstruye el flujo sanguíneo. Ahí está el problema.
Algunos estudios sugieren que las múltiples vitaminas de los lácteos pueden ser benéficas para la salud cardíaca.
Durante más de cuarenta años ha rondado por el mundo la idea de que las grasas saturadas que hay en algunos lácteos aumentan el riesgo cardiovascular. Quienes la exponen, argumentan que dichas grasas incrementan el colesterol en las lipoproteínas de baja densidad (LDL-colesterol), facilitando el bloqueo de las arterias.
La idea general era que el consumo excesivo de cierto tipo de lácteos (por ejemplo, algunas clases de queso) es dañino para la salud. Esta tendencia ha ido cambiando a medida que investigadores de diferentes ramas de la medicina y la nutrición han recogido datos para comprobarla. Estudios como el dirigido por el profesor Jean-Philippe Drouin-Chartier, publicado en la American Society for Nutrition en 2016, proponen que el consumo de lácteos enteros no tiene una relación directa con el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. Al contrario, el artículo sostiene que hay evidencia confiable para asegurar que existe una relación inversa entre el consumo diario de lácteos bajos en grasa y enfermedades como la hipertensión arterial, la diabetes tipo 2 o el accidente cerebrovascular.
Otra publicación, del profesor Domink D. Alexander para el British Journal of Nutrition en 2016, o la coordinada por la especialista Susanna S. Larsson para la revista Nutrients en 2015, recopilan datos de estudios de caso donde sugieren que las múltiples vitaminas de los lácteos algunas veces son benéficas para la salud cardíaca.
Es claro que los lácteos hacen parte de una dieta saludable y balanceada, y tienen beneficios para la salud si se consumen de manera moderada, según las indicaciones dadas por el médico o nutricionista. Y según múltiples investigaciones recientes, podemos estar tranquilos al saber que un vaso de leche o de yogur extra no tendrá mayores repercusiones en nuestra salud cardiovascular.
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