Sin saberlo, millones de mujeres en el mundo padecen endometriosis. El diagnóstico es demorado y difícil de precisar, y las causas todavía son inciertas.
n marzo de 2014 un millón de mujeres con pancartas marcharon por primera vez en las calles de Washington para generar conciencia sobre la endometriosis, una enfermedad silenciosa que afecta a 10 % de las mujeres, unos 176 millones en todo el mundo. Desde ese día, se han organizado marchas en diferentes ciudades, y congresos para fomentar la investigación sobre un enigmático mal que se ha convertido en uno de los mayores desafíos de la medicina.
A la endometriosis la han llamado el “cáncer benigno”, porque produce una inflamación crónica de los tejidos y puede extenderse y crecer sin previo aviso. Según el ginecólogo Alfonso Correa, adscrito a Colsanitas, “una vez que el ciclo ovárico de 28 días termina, si no hubo embarazo, los niveles sanguíneos de las hormonas caen y ese tejido endometrial se descama, se pela y se expulsa, produciendo la menstruación. El problema es cuando pequeños fragmentos de ese endometrio se presentan en sitios por fuera del útero como la pared abdominal, el peritoneo, en la superficie del colon, del intestino, en el pulmón o en la fosa nasal”.
*Ilustraciones por Jorge Tukan. Instragram: @jorgetukan.
Todavía no hay una pista certera que devele por qué algunos fragmentos del endometrio aparecen, como peligrosos invasores, en otras partes del cuerpo. Esta incertidumbre ha generado varias hipótesis sobre las causas de la enfermedad. Una es la llamada “teoría embrionaria”, la cual asegura que por un defecto en la formación del embrión se crean focos de endometriosis en diferentes lugares del cuerpo. Otra es la teoría del reflujo menstrual, que sostiene que el endometrio que se desprende del útero a veces no sale por la vagina completamente, sino que unos fragmentos de ese tejido se devuelven por las trompas y caen en la cavidad abdominal, para implantarse allí y dar origen a la enfermedad.
Pero para el doctor Correa, la teoría del reflujo menstrual explicaría únicamente la endometriosis pélvica, y no por qué a veces se encuentran focos en el diafragma, el pulmón o incluso el cerebro. “Hoy en día toda la investigación se está orientando hacia la biología molecular y la teoría genética y epigenética, que aseguran que hay unos fragmentos de ADN que se alteran, y eso hace que se formen en algunas partes del cuerpo estos focos de endometriosis”.
Los síntomas también son ambiguos. La primera pista es el dolor pélvico crónico, no necesariamente relacionado con el ciclo menstrual, ya que más de la mitad de las mujeres con esta molestia tienden a tener endometriosis. Otro síntoma son los cólicos durante la menstruación, que pueden ser leves o fuertes. Sin embargo, la severidad de la dolencia varía dependiendo de la percepción del dolor de cada persona, por lo que hay endometriosis severas con cólicos muy suaves, o incluso algunas que son asintomáticas.
Así mismo, sentir dolor durante las relaciones sexuales o con la deposición durante la menstruación, así como sangrado nasal o tos con expectoración sanguínea en el momento del periodo, son señales importantes a la hora de diagnosticar la enfermedad. Otra alerta es la infertilidad. “La presencia de focos endometriósicos altera el medio ambiente peritoneal e impide que se produzca la fecundación. Aunque algunas mujeres con endometriosis logran quedar embarazadas, la enfermedad sí disminuye las tasas de fertilidad”, dice Correa.
”Diagnosticar la enfermedad puede tardar entre seis y nueve años. Muchas mujeres consultan a diferentes especialistas tratando de encontrar una respuesta precisa”.
Diagnóstico lento
Diagnosticar la enfermedad puede tardar entre seis y nueve años. Muchas mujeres que padecen los síntomas pueden consultar a un internista, un gastroenterólogo o un urólogo tratando de encontrar una respuesta precisa a su problema.
La primera sospecha diagnóstica se realiza basada en los síntomas físicos y en el examen que lleva a cabo el ginecólogo con el tacto, el cual le permite observar qué tanto dolor siente la paciente, y palpar si hay nódulos detrás del útero y si los ovarios aumentaron de tamaño. En estos casos, la ecografía no es el método más adecuado para dar un diagnóstico certero, pues hay endometriosis profundas que se insertan en el tabique recto vaginal (el tejido que separa la vagina del recto) o el intestino grueso.
La resonancia magnética, por su parte, debe realizarse siguiendo un protocolo estricto para la enfermedad, en el que se llena la vagina con un gel para poder ver el espacio que la separa del recto, y así detectar posibles focos endometriósicos.
El primer paso consiste en hacer un tratamiento médico para inhibir el crecimiento del endometrio con progestinas o anticonceptivos orales que tienen poder antiinflamatorio. Si luego de seis meses no hay mejoría, se puede sospechar una endometriosis y se debe realizar una laparoscopia. “La cirugía pretende quitar o remover la mayor cantidad de tejido endometriósico posible. Además, permite ver qué tantos focos hay, qué profundidad tienen dentro de los tejidos y qué tanta adherencia están causando. Con base en eso se determina si la paciente tiene endometriosis leve, moderada, severa o extensa. En las últimas dos hay mayor recurrencia de la enfermedad y se debe dar un tratamiento posoperatorio dependiendo de cada caso”, afirma Correa.
Luego de la operación el 83 % de las mujeres que tenían problemas de fertilidad quedan embarazadas en el primer año. Sin embargo, en muchos casos la enfermedad regresa sin previo aviso. Parece ser que el único camino para combatir la endometriosis es continuar la investigación científica y abrir el debate sobre una de las enfermedades más enigmáticas de todos los tiempos.
*Periodista independiente, ha trabajado en radio, prensa escrita y televisión.
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