¿Realmente comprendemos el impacto que tienen la tristeza, la rabia y el miedo en nuestro organismo?
En la primera infancia empezamos a descubrir lo que nos gusta y lo que no, a medida que vivimos diferentes experiencias. Este intercambio de sentidos y significados con el entorno, también nos permite ir descubriendo nuestras emociones: reacciones adaptativas de nuestro cuerpo a los estímulos externos.
De acuerdo con la doctora Diana Carolina Rodríguez neuropsicóloga y directora de programas de la compañía Lazos Humanos by Versania, hay cinco emociones base con las que nacemos: alegría, rabia, tristeza, miedo y desagrado. Estas emociones son una brújula que dirige nuestra vida hacia el bienestar: la alegría nos muestra cuál es el norte y las otras emociones son ayudantes de la alegría para lograr esa meta.
Las diferentes circunstancias a las que estamos expuestos en la vida van complejizando esas emociones primarias. La cultura también tiene un rol importante, pues cuando no se favorece la expresión del sentir humano, sino que, al contrario, se cohíben las emociones, vamos aprendiendo a silenciarlas, generando como consecuencia un desbalance químico en nuestro organismo que, a largo plazo, termina por causar enfermedades.
Aprender a gestionar las emociones
Lo primero que hay que entender de las enfermedades psicosomáticas, es que son un síntoma de una inadecuada gestión de las emociones. Desde la neuropsicología, esta gestión consiste en validar la emoción, es decir, aceptar que hay algo que no está bien y que está generando malestar.
También es importante reconocer las emociones y poder decir: me siento triste, esto no me agrada, tengo rabia o miedo. Este ejercicio tan importante para nuestra salud mental comúnmente es reemplazado por la intención de controlar las emociones o ignorarlas. Es común que cuando alguien está triste le pidan que se calme; cuando tiene rabia, que cuente hasta diez; si tiene miedo, que respire profundo y piense en otra cosa. Esta dificultad termina por producir el efecto contrario y las emociones se vuelven más fuertes; por eso a largo plazo se produce la psicosomatización.
Todos en la vida hemos tenido gripa, sabemos que es una enfermedad viral; lo que no siempre tenemos en cuenta es que en ocasiones nos contagiamos porque tenemos las “defensas bajas”, que realmente quiere decir que nuestro sistema inmunológico, encargado de protegernos de virus y bacterias, está trabajando deficientemente.
Según la neuropsicóloga, el estrés genera sustancias en el cuerpo como el cortisol, una hormona que, cuando se produce en grandes cantidades, es una de las responsables de provocar inmunosupresión. Cuando una persona está inmunosuprimida, es más sensible ante virus y bacterias, es más susceptible de contagiarse de cualquier gripa u otro tipo de infecciones como las urinarias. La base de la psicosomatización en este caso es el estrés, que causa un bajón de defensas y produce en consecuencia una sensibilidad a la enfermedad.
Cuando experimentamos emociones, nuestro cuerpo las vive de manera distinta, la tristeza se caracteriza por un nudo en la garganta, llanto y sensación de frío. La rabia produce calor en la cara y los brazos. El miedo está asociado a un vacío en el estómago y en algunos casos a temblores de manos y piernas. Todas las emociones las sentimos en el cuerpo y por eso es que hablamos de sentimientos, porque más allá de lo que pasa por nuestro pensamiento cuando nos sentimos de una forma u otra, el cuerpo nos alerta cuando algo no anda bien.
La función de la psicosomatización
Después de que el organismo tiene una experiencia emocional, el cerebro produce hormonas que desencadenan pensamientos y sensaciones corporales relacionadas con dicha emoción y, si quien las sufre repetidamente no logra prestarles atención, se genera la enfermedad como un llamado. Esa es la función emocional de la somatización: pedir ayuda.
Las personas que se están viendo inmersas en un proceso de enfermedad como este necesitan psicoterapia. La neuropsicóloga Diana Rodríguez y Victoria Molina, psicóloga especialista en salud y seguridad en el trabajo, coinciden en lo esencial: se debe llegar a la raíz de esas consecuencias físicas, para que la persona pueda hacer asociaciones entre sus síntomas físicos y sus emociones, desarrollar conciencia frente a sí misma y pasar del control emocional a la gestión.
Molina comenta que con frecuencia es difícil llegar al diagnóstico de la psicosomatización porque hay un dolor que, si no está focalizado, cuesta mucho poner en palabras. Puede que el cuerpo intente resistirse tanto a la emoción que lo simula con un dolor en el cuello o la rodilla, por ejemplo. Si no se valida y reconoce la emoción, ella va a buscar por dónde salir; si no se tramita, no desaparece.
En palabras de la psicóloga, “las personas con dolores emocionales por rupturas amorosas, por ejemplo, suelen encorvarse porque es la zona del pecho la que se siente afectada, la zona de la vitalidad, donde están los pulmones y el corazón; al buscar recogernos, estamos haciendo un acto de protección con nosotros mismos, que si no se corrige a tiempo, nos puede generar problemas y dolores en cuello y espalda”.
Recomendaciones
En general estamos acostumbrados a buscar explicaciones en lo físico, y no en lo emocional, porque es lo que nos han enseñado. Asistir a terapia psicológica de manera juiciosa, nos ayuda a comprender que cuando nos da una gripa, podría deberse a un debilitamiento de las defensas por una situación emocional. Es importante preguntarnos qué es lo que nos está congestionando la respiración y empezar a pensar en las señales que pueden conectarse.
Una situación emocional no resuelta podría compararse con una piedra en el zapato que, si no se saca, va a tallar y va a llegar un momento donde se va a incrustar tanto, que será necesario operar para que saquen esa piedrita que se pudo haber ido solamente con quitar el zapato. Así mismo va a pasar con el dolor emocional que luego se vuelve enfermedad, cuando nos enfocamos tanto en que el cuerpo no va vinculado a las emociones, seguimos sin comprender el papel preponderante y el alcance que tienen.
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