Los ciclos de la vida se miden en mundiales de fútbol. O eso sugiere nuestro columnista.
os mundiales de fútbol son un muy buen indicador del piso de la vida en que estamos. Y por muchas razones. La primera de ellas tiene mucho que ver con la columna anterior. La del cada vez más lento sistema de procesamiento de mi cerebro. No sé si esto le ocurra a otras personas, pero yo puedo señalar otro indicador del paso del tiempo. Yo recuerdo resultados, jugadas y goles de los mundiales que vi en mi infancia y juventud. Mis recuerdos infantiles de Inglaterra 66 y México 70 son muy borrosos. Pero gracias a las lecturas que he hecho y a videos de historias de los mundiales que vi después, puedo recordar los marcadores de todos los partidos de aquellos torneos.
Lo mismo puedo hacer con Alemania 74, el primero que vi con cierto uso de razón (estaba cuarto de bachillerato, lo que hoy es noveno grado) y de allí hasta Estados Unidos 1994. A partir de ese Mundial (yo tenía 35 años) se me comienzan a enredar los datos. Y no es por falta de interés. Siempre he visto el máximo posible de partidos en cada Copa del Mundo. Pero hoy no recuerdo resultados de varios de los juegos de los últimos cuatro o cinco mundiales, partidos que casi todos vi. Ni siquiera tengo del todo claro cuáles selecciones jugaron en Alemania 2006, en Corea-Japón 2002 o en Francia 98. Otro indicador de la edad sale a relucir cuando nos preguntan cuál fue el mejor Mundial de la historia. Eso salió a relucir hace 7 años, cuando muchos analistas manifestaron que el Mundial de 2014 fue el mejor de todos los tiempos, apreciación que yo comparto.
Inmediatamente quienes crecieron con Maradona reviraron y dijeron que no, que había sido mejor México 86. Y quienes se criaron a punta de Pelé seguían aferrados al mito de que México 70 ha sido el mejor de todos. Es más, recuerdo que en vísperas del Mundial de 1978 la revista El Gráfico, de Argentina, entrevistó a dos veteranos periodistas que manifestaron que el de Francia de 1938 había sido el mejor, por encima de México 70.
Y a propósito de Maradona y Pelé, el otro gran indicador de la edad de uno son los ídolos con los que uno carga. De manera objetiva digo que en estos tiempos destacarse como un futbolista habilidoso es mucho más difícil que en tiempos de Pelé o incluso de Maradona. Basta repasar la mítica final de México 70 para ver cómo los brasileños jugaban a placer a dos kilómetros por hora frente a unos italianos fundidos por el sol del mediodía y el cansancio que les provocó la épica semifinal ante Alemania tres días antes. No quisiera ni pensar en las maravillas que habrían realizado aquella tarde del 21 de junio de 1970 Messi, Cristiano Ronaldo, James Rodríguez o Neymar frente a los paquidérmicos y agotados Facchetti, Burgnich y Cera.
Pero los que vivimos aquellos mundiales seguimos defendiendo a nuestros ídolos desde la emoción, desde la nostalgia. Es el tradicional cuento del “todo tiempo pasado fue mejor”, “el fútbol ya no volvió a ser lo mismo”. Frases hechas que la lógica y la razón desmienten. Y mucho más en este siglo, en el que hemos disfrutado del mejor Barcelona, la mejor Alemania, la mejor España, de talentos excepcionales como Ibrahimovic, Robben, Iniesta, Ronaldinho, Kaká...
Pero si a mí me preguntan cuál es el mejor delantero de la historia, todavía respondo desde la emoción: Gerd Müller. Mejor arquero, escojo entre Lev Yashin, Gordon Banks, Sepp Maier y el Pato Fillol. Mejores defensas centrales: Beckenbauer y Passarella. Son respuestas ilógicas desde todo punto de vista. Empezando porque en aquellos tiempos uno veía muy de tarde en tarde a esos jugadores. Si es que los veía alguna vez. Hoy uno puede ver cada año 50 o hasta 60 partidos de Iker Casillas, de Buffon o de Courtois. Disponemos de muchos más elementos de juicio, más evidencia de lo bien que juegan los grandes futbolistas de hoy a pesar de las cada vez más complicadas tácticas defensivas que les plantean sus adversarios.
Pero en mi corazón de veterano siempre brillarán con luz propia los Cruyff, los Kempes, los Sócrates, los Lineker, los Milla y los Schtoichkov. (Continuará).
*Periodista y escritor. Miembro del consejo editorial de Bienestar Colsanitas.
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