Revisamos datos disponibles de Uruguay, Canadá, Estados Unidos y Holanda para determinar algunos impactos del comercio legal del cannabis recreativo en la economía, la seguridad pública y la salud en estos países, que la han legalizado.
o que en Colombia parece todavía una fábula de ciencia ficción, en Uruguay es hoy una realidad: la venta de cannabis para uso recreativo es legal desde julio de 2017, tres años después de que el Parlamento de ese país aprobara la Ley de Regulación de la Marihuana. Las farmacias uruguayas pueden comercializar dos variedades de marihuana, que contienen porcentajes de THC menor o igual al 9 %. El THC, o tetrahidrocannabinol, es el principal componente psicoactivo del cannabis.
Uruguay fue el primer país que legalizó la marihuana recreativa. Allí se puede cargar y compartir hasta 30 gramos sin que la policía judicialice a su portador. En Estados Unidos su consumo es legal en 18 estados. En octubre de 2018, el gobierno de Justin Trudeau legalizó el uso recreativo de la marihuana en Canadá; la de uso medicinal está autorizada allí desde 2001. En Holanda la producción de cannabis es ilegal, pero los coffee shops pueden venderla. En marzo de 2021, México se sumó a la tendencia, todavía incipiente pero al parecer imparable, de ir dejando atrás el prohibicionismo frente a la marihuana, al aprobar en el Congreso un proyecto de ley para legalizar el uso recreativo de la hierba.
En los últimos años otros países han dado algunas señales de apertura. Luxemburgo anunció su intención de legalizar el consumo. El Parlamento de Sudáfrica, donde un tribunal declaró inconstitucional la penalización de los consumidores de “dagga”, como se le conoce a la marihuana, está considerando regular su uso con fines recreativos. En España, el consumo privado de cannabis está permitido. Jamaica, tan ligada a la hierba, solo hasta 2015 despenalizó la posesión hasta de 56 gramos.
Cada caso de legalización es diferente. Estados Unidos y Canadá han seguido un modelo profundamente comercial, mientras Uruguay apuesta a una normativa controlada estrictamente por el gobierno. Incluso en Canadá hay diferencias significativas en las reglas implementadas por cada provincia; por ejemplo, en algunas regiones la edad mínima permitida para el consumo es de 18 años, mientras que en otras es de 21.
Países como Colombia y Argentina atraviesan procesos parlamentarios encaminados a la construcción de nuevos mercados legales de cannabis. En 2015 el gobierno colombiano sancionó un decreto para reglamentar la producción y uso de marihuana con fines médicos y científicos, y, tras años de largas discusiones, en marzo de 2021 el actual Ejecutivo sancionó un nuevo decreto que amplía el uso del cannabis a los sectores industrial y exportador. Entretanto, un grupo aún reducido de congresistas, secundados por los reclamos de un sector de la sociedad civil que aboga por la defensa de las libertades individuales, lidera un proyecto de acto legislativo para regular el consumo de cannabis recreativo entre mayores de edad.
Si bien los vientos que corren en favor de la despenalización podrían sugerir que estamos en medio de una gran ola de apertura, no hay que olvidar que la cruzada contra las drogas y las percepciones negativas en torno a esta hierba continúan vigentes alrededor del mundo. Al tiempo que el uso terapéutico del cannabis, que es legal en más de 40 países, genera cada vez más consenso, el consumo recreativo sigue suscitando dudas.
Uruguay fue el primer país que legalizó la marihuana recreativa. Allí se puede cargar y compartir hasta 30 gramos sin que la policía judicialice a su portador.
Posiciones encontradas
La liberalización del consumo de cannabis despierta tanto entusiasmo como preocupación en términos de salud y seguridad. Según sus defensores, la legalización reduce la violencia, aumenta los ingresos fiscales, disminuye gastos en justicia penal y, uno de los aspectos más positivos, aleja a los consumidores del mercado ilegal del microtráfico. En cuanto a la disminución del crimen, no hay evidencia sobre los efectos de la regulación de la marihuana en la seguridad ciudadana, lo cual sí ocurriría, muy probablemente, con la despenalización de la cocaína, cuya industria ilegal sí aporta grandes cuotas de violencia.
Aunque, en general, hay informes sobre reducción de arrestos vinculados a la marihuana en los lugares donde es legal su consumo, aún es pronto para una evaluación más sólida al respecto. En Estados Unidos está por verse el impacto de la legalización en las tasas de encarcelamiento de ciertas minorías étnicas tradicionalmente vulnerables.
Los detractores del cannabis recreativo, por su lado, argumentan que la legalización estimula el consumo no solo de marihuana, sino de alcohol y otras drogas, aumenta la delincuencia, menoscaba la seguridad vial (aumentos de accidentes en las vías), perjudica la salud pública y reduce el rendimiento educativo de los adolescentes. Respecto a esto último, la ciencia está demostrando que, en efecto, el consumo temprano de marihuana puede generar daños cognitivos a largo plazo.
Augusto Pérez, psicólogo doctorado en la Universidad de Lovaina, en Bélgica, y director de la Corporación Nuevos Rumbos, refuta el argumento según el cual “la marihuana es menos nociva que el alcohol o el cigarrillo”, y subraya que esta hierba tiene seis veces más alquitrán que el tabaco, 50 % más de sustancias cancerígenas, y su humo afecta las vías respiratorias superiores. “Inocua no es”, dice.
De acuerdo con el Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas de Estados Unidos, el cannabis contiene niveles de alquitrán y sustancias químicas volátiles similares a los del humo del tabaco. “Esto es lo que suscita preocupación en cuanto al riesgo de que cause cáncer y enfermedades pulmonares”, sostiene esta organización en un informe de 2020, pero concluye que ningún estudio ha podido demostrar que fumar marihuana causa cáncer pulmón, como fumar cigarrillo.
En medio del debate entre aperturistas y prohibicionistas, investigadores del Instituto Cato de Washington consideran que las afirmaciones de unos y otros son sustancialmente exageradas y, en algunos casos, no se apoyan en las experiencias fácticas de los procesos de legalización existentes.
Según el Informe Mundial sobre las Drogas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el cannabis sigue siendo la sustancia ilegal más popular, con alrededor de 200 millones de consumidores en el mundo. El porcentaje de adolescentes que lo perciben como dañino ha disminuido hasta un 40 %. Las condiciones creadas por la pandemia del Covid contribuyeron a un aumento del consumo: los confinamientos y las medidas de prevención del virus provocaron una mayor sensación de aislamiento y ansiedad.
Los estudios no han encontrado que legalizar o despenalizar la marihuana lleve a un mayor uso entre los adolescentes. Tal vez porque eso ya venía pasando. En muchas partes del mundo, con o sin legalización, la marihuana ya es bastante popular en este grupo etario.
¿Qué depara el futuro de las sociedades que han legalizado el cannabis para uso recreativo o que están ad portas de legalizarlo? ¿Qué consecuencias han acarreado las leyes de flexibilización en lo que respecta al consumo de marihuana, a la economía y al combate a la criminalidad? La evidencia disponible varía de país a país. Por el momento, las evaluaciones al respecto son preliminares, pero sugerentes.
Estados Unidos
Estados Unidos es donde quizá más y mejor se ha documentado el impacto de la despenalización de la marihuana. Una revisión atenta de la evidencia científica sugiere diferencias entre los 18 estados donde es legal su uso recreativo. En general, la legalización ha reducido el precio del cannabis, ha aumentado su potencia, lo ha vuelto más disponible, y parece haber aumentado la frecuencia del consumo entre los adultos, pero no tanto entre los jóvenes.
Los datos nacionales que maneja la Revista de la Asociación Médica de Pediatras no muestran un aumento del consumo de marihuana en adolescentes, sino una posible disminución tras la legalización. Mientras, el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Colorado reportó que el consumo de marihuana en adolescentes de ese estado superó el consumo de tabaco en la última década. En Colorado, el primer estado en legalizar el cannabis de uso recreativo en 2014, el consumo aumentó en el último año un 31 %. El 9 % de jóvenes de los grados noveno a doce fuman marihuana a diario o casi todos los días. Entre 2018 y 2019, las tiendas de venta de marihuana legal triplican a las tiendas de Starbucks y cuadruplican las de McDonald’s.
Estudios recientes en California, Colorado y Washington indican que los puntos de venta de marihuana recreativa se concentran en los barrios más pobres, con altos niveles de delincuencia y poblaciones de minorías étnicas.
La Encuesta Nacional sobre Drogas de 2017 fue clara: la cantidad de habitantes de Colorado que fumaba marihuana era el doble que la del resto del país, mientras una investigación más amplia sugiere poco o ningún efecto de la despenalización de la marihuana en el consumo de drogas a nivel nacional.
La Sociedad de Publicaciones Académicas de Ciencias, Ingeniería y Medicina ha advertido, con base en investigaciones de cada rama, que los accidentes automovilísticos pueden aumentar si más consumidores de marihuana que conducen acceden a cannabis con 15 y hasta 20 % de THC, como el que se comercializa cada vez más. Así mismo, más consumidores de hierba podrían acudir a los servicios de urgencias con angustia psicológica aguda y síntomas psicóticos si consumen productos de cannabis más potentes, como extractos, y los efectos adversos del consumo sobre el desarrollo fetal podrían aumentar si más mujeres consumen cannabis durante el embarazo, como parece ser el caso en los Estados Unidos.
Canadá
Las ventas de marihuana han aumentado considerablemente desde la legalización hace tres años. Como en Uruguay, se habilitaron tres vías de abastecimiento: clubes cannábicos, autocultivo y puntos de venta al público. En 2020 había el doble de tiendas que en 2019, con un total de 1.369 puntos de venta. El gobierno federal ingresó en el primer año de la legalización 12 millones de euros en impuestos, y calcula que serán 148 millones para 2023. Según el servicio estadístico del país, el 54 % de los consumidores compra el producto por cauces legales, mientras que un año antes era el 37 %. Al mismo tiempo, el Instituto de Salud Mental de Canadá alerta sobre un incremento del consumo del 29 %.
Uruguay
Una empresa gubernamental controla el monopolio de la compra de marihuana al por mayor y emite licencias regulatorias para la distribución. Los mayores de 18 años pueden comprar hasta 10 gramos por semana en farmacias autorizadas, tener hasta seis plantas y participar en clubes cannábicos.
El modelo de una regulación estricta en Uruguay ha tenido un impacto positivo en el control de la calidad del producto y en la reducción del contacto entre consumidor y vendedor ilegal. Los datos disponibles sugieren que los uruguayos abandonaron el “prensado paraguayo”, un cannabis ilegal de baja calidad, adulterado y con pesticida, que era el que más se comercializaba en el país antes de la legalización.
Un estudio de la investigadora Magdalena Cerdá indica que el uso de cannabis y la facilidad del acceso para la población entre 13 y 17 años no cambió de manera significativa luego de la ley de legalización en 2013. Tampoco aumentó el consumo en mayores de 18 años. Cerdá lo atribuye al modelo estatizado de Uruguay, que permite controlar mejor la distribución del cannabis que en otros países.
Holanda
La posesión de menos de cinco gramos de cannabis se despenalizó en 1976, su producción sigue siendo ilegal y sólo en los coffee shops, una especie de cafeterías, se puede vender. No le faltan lunares a esta política de drogas que sus críticos encuentran contradictoria: se trata de un modelo que ha fomentado la producción en la clandestinidad, sostienen. Es como decirle a un bar que puede vender cerveza en la barra pero no fabricarla.
Holanda cuenta con 570 coffee shops, según cifras del Ministerio de Salud Pública. Solo en la capital holandesa hay 166. Una investigación del gobierno mostró que el 58 % de los turistas extranjeros que visitan Ámsterdam van principalmente a consumir marihuana. Pero, como demuestra otro estudio revelador, el gusto por el cannabis no es tan alto entre los holandeses. Menos de una cuarta parte de los que respondieron una encuesta sobre el consumo de drogas admitieron haber consumido productos de cannabis al menos una vez en la vida. Además, menos del 5 % indicó que había fumado un porro o comido un brownie con cannabis en el último mes. Es decir, después de casi cincuenta años de vivir en un país donde la marihuana es legal, los holandeses no se han volcado a consumirla, como temen los enemigos de la legalización que ocurra en las sociedades que aún no han flexibilizado su uso. Un estudio similar encontró que Holanda ni siquiera es el país con el mayor consumo de cannabis en Europa. En España, Francia e Italia, más del 10 % de los adultos consumieron productos de cannabis en el último año.
Como muestran estas cifras y los datos recabados, cada experiencia debe verse por separado. Y, muy importante, cualquier medida hacia la despenalización, la legalización o la estatización del mercado de la marihuana debe ir acompañada de campañas educativas e informativas dirigidas a todos los grupos etarios de la población, con particular atención a los jóvenes y adolescentes.
*Periodista y escritor. Fundador de la revista Cartel Urbano, en la actualidad se desempeña como periodista independiente.
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