El trabajo remoto ha traído bienestar a personas y empresas. También consecuencias adversas para la salud física y mental de muchos teletrabajadores.
Antes de la pandemia, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) tenía certeza de que había 260 millones de teletrabajadores en el mundo, que representaban el 7,9 % del empleo a nivel global. De ellos, el 56 % estaba compuesto por mujeres.
Cerca del 90 % eran trabajadores informales o independientes, que enfrentaban mayores riesgos de seguridad y salud, y tenían menor acceso a prestaciones y oportunidades laborales. Realizaban labores a distancia, ininterrumpidas, por lo general relacionadas con tareas no automatizadas en el sector productivo, “como bordado, artesanías o montajes electrónicos”, según la OIT. También prestaban servicios por medio de plataformas digitales en la gestión de reclamos, la edición de textos o la alimentación de bases de datos. En el Reino Unido les pagaban un 13 % menos que a un trabajador formal; en Estados Unidos, un 22 %; en Sudáfrica, un 25 % y en Argentina, India y México, hasta un 50 % menos.
La nueva era del trabajo
En los primeros meses de 2020 esta excepcionalidad o invisibilidad se rompió. El teletrabajo pasó de ser una opción a convertirse en una obligación para proteger la vida. Uno de cada cinco trabajadores en el mundo comenzó a hacerlo desde casa. Ahora eran también empleados con altos ingresos y elevado nivel educativo, con empleos estables y en ocupaciones profesionales, gerenciales y administrativas, y dueños de un sobrado acceso a las tecnologías propias para hacer sus tareas desde casa.
En Colombia, el teletrabajo se ha desarrollado desde comienzos del presente siglo. En 2008 tuvo su primera reglamentación mediante la Ley 1221. Entre 2012 y 2018, según el portal Ascendo y el Estudio de penetración del teletrabajo en empresas colombianas, el número de teletrabajadores en el país pasó de 31.553 a 122.278. Ya en 2012, 12.912 empresas habían adoptado la modalidad del teletrabajo, pero desde 2020, con la incertidumbre de la pandemia, el 98 % de las compañías se sumó al trabajo remoto, según un estudio de la Federación Nacional de la Gestión Humana (Acrip). Esto representó un aumento de casi el 400 % en relación con los dos años anteriores, de acuerdo con el Ministerio de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (MinTic).
Con el aumento del teletrabajo, enseguida se notaron los beneficios para las empresas y los mismos empleados, que disfrutaron de flexibilidad horaria, se evitaron los tiempos de desplazamientos y las tensiones propias del transporte público y el tráfico de nuestras ciudades, además de constituir un ahorro en este costo. En Bogotá, la Alcaldía Mayor estableció que al año, cada teletrabajador economiza en el pago de transporte alrededor de 5.400.000 pesos. Así mismo, el teletrabajador tiende a consumir una alimentación más saludable, por la preparación casera, y goza de un mayor bienestar emocional debido a la convivencia familiar de calidad.
Pero, implementado sobre la marcha, también surgieron sombras y desafíos, como el crecimiento de las horas de trabajo. La firma NordVPN, luego de estudios y mediciones, estableció que la jornada laboral aumentó hasta un 40 % como resultado de que los teletrabajadores, por estar en casa, comenzaron a permanecer más horas frente al computador, víctimas de la adicción a las TIC o al trabajo, del aislamiento social y del miedo al desempleo. No fueron pocos los que trabajaron desde casa aun estando enfermos. Además, muchos, en especial las mujeres, ante los confinamientos obligados debieron conciliar el teletrabajo con el cuidado de los hijos y de otras personas a cargo.
Así, confinados, en Colombia, un 54 % de las personas consultadas por Marco (una compañía de relaciones públicas y comunicaciones) añoraban la vida social del entorno del trabajo presencial.
Con el paso de los días, en instalaciones caseras no adecuadas, sin normas ergonómicas, sin mucha formación y orientación al respecto, sin programas preventivos de salud ocupacional, el sedentarismo a ultranza, los movimientos repetitivos, las posturas forzadas y la conexión permanente a internet, entre otros factores, ocasionaron fatigas e inflamaciones, trastornos musculoesqueléticos, aumento de peso, dolores en la columna, cansancio visual, parálisis en algunos nervios y súbitos síndromes cardiovasculares y cerebrovasculares.
El deterioro de la mente del teletrabajador En el campo de la salud mental y los riesgos psicosociales, las consecuencias no han sido menores. Carmen Bueno, especialista en Seguridad y Salud en el Trabajo, de la Oficina de la OIT para el Cono Sur de América Latina, en su artículo en línea “Teletrabajo y salud mental: avances y desafíos más allá de la pandemia”, lo resume de la siguiente manera:
Si bien el teletrabajo puede evitar o reducir algunos riesgos laborales tradicionales, tales como los accidentes de trayecto, a su vez puede significar el aumento significativo de las enfermedades mentales. Factores de riesgo psicosocial como las altas cargas y ritmos de trabajo, las largas jornadas laborales, la percepción de tener que estar disponible en todo momento y en todo lugar, la falta de desarrollo profesional, la excesiva fragmentación de las tareas, la escasa autonomía y control sobre las tareas, una pobre cultura organizativa y conductas de ciberacoso pueden, entre otros, afectar negativamente a la salud mental de los teletrabajadores, causando enfermedades profesionales como el agotamiento físico y mental (burnout), el estrés relacionado con el trabajo y la depresión.
Entre 2019 y finales de 2020, en nuestro país, la ansiedad entre los teletrabajadores jóvenes se elevó 28 puntos porcentuales, al pasar del 8 al 36 %, de acuerdo con una investigación del mercado laboral de la consultora Bain & Company, sobre la que informó el diario Portafolio en febrero de 2022.
Algunos signos relevantes de que la salud mental de un teletrabajador está siendo afectada son la falta de motivación, la dificultad para organizar su agenda cada día, la poca comunicación virtual que establece con los demás integrantes del equipo, la disminución de la productividad y el mal dormir, entre otros.
La cifra
40 % aumentó la jornada laboral en pandemia.
Higiene del alma
Estefanía Barón, psicóloga clínica adscrita a Colsanitas, recomienda a los teletrabajadores de hoy que sufren de tecnoestrés (incluye tecnoansiedad, tecnofatiga y tecnoadicción), primero, concientizarse de que lo están sufriendo, mediante el estudio atento de su sintomatología; que atiendan a señales como fatiga visual, cansancio físico, insomnio, bajo estado de ánimo, tensión muscular, dolor de cabeza, irritabilidad, trastornos digestivos, embotamiento mental, olvidos, disminución de la productividad, poca concentración y aislamiento.
Es preciso, también, encontrar estrategias para afrontarlo, como establecer espacios para desconectarse de internet y aparatos tecnológicos, abrir y respetar momentos de ocio en los que se vinculen otras actividades, practicar con regularidad ejercicio físico, dar paseos entre la naturaleza y ejercitar destrezas artísticas como pintar, bailar, actuar, cantar, etc.
La doctora Barón también señala que es importante hacer pausas activas o mentales durante la jornada laboral, para desconectarse y volver a conectar. Estas pausas pueden incluir un momento para respirar mejor, tomar una bebida, estirar los músculos, dar un corto paseo.
Otra herramienta para reducir la ansiedad y el estrés es planificar en detalle las tareas que se relizarán cada día o las metas semanales, y establecer un horario límite para comenzar y terminar la jornada diaria. Hay que mantener una disposición positiva con las TIC que usa, de aprendizaje constante, de estar abierto a innovar, evitar modos de resistencia o negativos y detectar si se tienen creencias y miedos sobre ellas.
Es preciso confiar en las propias capacidades, fortalecer la autoestima, reconocerse y celebrar los pequeños pasos que se alcanzan; contar con redes de apoyo (jefe y compañeros de trabajo; familiares, pareja y amigos) en las que se puedan encontrar factores de protección al expresarse e intercambiar ideas, sentimientos y emociones relativas al ritmo o las dificultades en el trabajo. Por último, y no menos importante, hay que garantizarse las mejores condiciones para el desarrollo del trabajo diario: equipo óptimo con programas y seguridad informática, escritorio y silla ergonómicas, luz adecuada y ventilación.
La OMS y la OIT consideran que el teletrabajo es positivo para la salud física y mental cuando se organiza y se dispone de las condiciones adecuadas. Destacan que la modalidad “cambió los patrones tradicionales de empleo y, en muchos casos, se instaló para quedarse o para formar parte de un modelo ‘híbrido’ que ofrece numerosas ventajas, pero también peligros para la salud, por lo que es urgente regular con el fin de proteger a los trabajadores”.
Recomendaciones
Para que prevalezcan los beneficios, la OMS y la OIT recomiendan que los teletrabajadores reciban de las empresas el equipo tecnológico y ergonómico adecuado para ejecutar sus tareas; también, la información, las directrices y la formación pertinentes para reducir los riesgos psicosociales y los efectos en la salud emocional del teletrabajo; que se establezcan el “derecho a la desconexión” y días de descanso suficientes, y capacitar a los directivos sobre la gestión eficaz de los riesgos, la gerencia a distancia y la promoción de la salud en el lugar de trabajo.
-Este artículo hace parte de la edición 183 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa en este enlace: https://www.bienestarcolsanitas.com/images/PDF%20ED/Bienestar183.pdf
*Periodista de larga trayectoria, colaborador frecuente de Bienestar Colsanitas.
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