Juana Morales y Cecilia Zuleta, psicólogas y expertas en crianza y neurodesarrollo, crearon En mente, un proyecto para que los adultos que están alrededor de niñas, niños y adolescentes tengan herramientas socioemocionales planteadas desde la neurociencia.
La tarea de criar y educar un hijo es una carrera llena de curvas. Inicialmente, en la etapa de embarazo, muchas familias aprovechan la “calma” para llenarse de información que pareciera útil para lo que se viene. Libros sobre el crecimiento del bebé en la panza, tips para lograr que los niños alcancen las metas de desarrollo iniciales (dormir sin la mamá y el papá, dejar el pañal, comer solos) y, por supuesto, consejos de crianza para regular las emociones, evitar el matoneo, aprender a compartir… la lista puede tomarse las cuatro páginas de este artículo. Sin embargo, toda esta información, que en ocasiones resulta muy útil, no funciona sin su respectiva prueba y enfrentar la realidad de la crianza, con sus lágrimas y sonrisas, es el verdadero aprendizaje.
Los niños no son los únicos que están aprendiendo a medida que crecen. Las madres y los padres empiezan, junto a ellos, una ruta que les revelará muchos retos. Por eso, encontrar herramientas que de verdad funcionen para desarrollar una crianza amorosa, consciente y presente es necesario para todos.
Juana Morales y Cecilia Zuleta son psicólogas clínicas infantiles especializadas en neurociencia y directoras del taller de desarrollo infantil Vueltacanela, en Bogotá. Llevan más de 30 años dedicadas a la educación de niños y niñas de los 18 meses a los 4 años y, en ese proceso, han acompañado muchísimas familias que veían en ellas las personas indicadas para resolver esas dudas de crianza que no es posible esclarecer con un pediatra o un psicólogo. “Desde control de esfínteres, pasando por sueño, alimentación, pataletas, desbordes emocionales, entrada al colegio; todo lo que se vive en la cotidianidad, pero que no es tan urgente como para tener una cita con el psicólogo o que no amerita una visita al pediatra porque no tendrá tiempo”, afirma Juana.
Esa consultoría que ofrecían específicamente en su jardín las llevó a crear En mente, un proyecto abierto a todas las familias que necesitan ser acompañadas para entender cómo funciona el cerebro de los niños y el desarrollo humano. Esto permite encontrar herramientas socioemocionales para atender a los niños y a los mismos padres: “Es respetuoso criar o educar cuando sabes de desarrollo, cuando te conoces, cuando entiendes cómo funciona el cerebro, cuando sabes qué pedir según la edad de cada niño”, afirma Cecilia Zuleta.
Entrevistamos a las psicólogas para conocer esas herramientas que pueden facilitar el proceso de crianza.
El cerebro adolescente tiene sus propias características y lo valioso de la neurociencia es que descubres que el comportamiento del adolescente no es contra ti, sino que es una manera en la que el cerebro está funcionando.
¿De dónde surgen esas herramientas con las que han ayudado a tantas familias?
Desde la psicología, la neurociencia, las teorías de desarrollo infantil, la experiencia de la dirección por más de 30 años del taller de desarrollo infantil Vueltacanela y el acompañamiento terapéutico en consulta. Entendimos que cuando uno impacta la infancia y la adolescencia, está haciendo prevención. Cuando uno trabaja formando y acompañando a las familias, los maestros y los cuidadores está promoviendo programas socioemocionales que generan factores de protección en salud mental.
¿Cuál es el mayor obstáculo de las madres y los padres a la hora de ejercer una crianza consciente?
Las expectativas que tienen los adultos sobre los niños. Básicamente, por desconocimiento de lo que los niños pueden hacer a ciertas edades. Entonces las mamás queremos que nuestros hijos sean bien educados, honestos y disciplinados, pero olvidamos que todas esas habilidades van a darse a lo largo de la vida, en la niñez y la adolescencia. Y se las vamos enseñando de a poco. Pero la expectativa, muchas veces, es que las tengan desde muy pequeños y si no las tienen, los corregimos. El error es que estamos corrigiendo algo que no hemos enseñado todavía. Por eso, gran parte de nuestra tarea es ubicar a las familias sobre cómo funciona el cerebro en cada edad.
¿Por qué es tan importante entender esas etapas?
Para que las familias puedan tener una mirada más compasiva hacia los niños y entender que no se trata de corregir, sino de enseñar. Y ese es el punto de quiebre. Porque venimos de una educación en la que hay que corregir, corregir y corregir. Tenemos en la mente que si castigamos y duele, van a aprender. Y hoy sabemos, la ciencia nos lo dice, que los niños necesitan un adulto confiable y seguro. Seguro quiere decir que no me amenaza. Entonces, cuando a nuestros hijos les falta una habilidad y se equivocan en algo, tenemos que ver esto como una oportunidad para enseñarles la habilidad que les está faltando. A las buenas.
Aprenden los niños durante su desarrollo y las mamás aprendemos sobre la marcha…
Claro, tú estás aprendiendo al mismo tiempo que estás enseñando. Y puedes darte la oportunidad de poner en práctica cosas que contigo no hicieron. Tenemos un reto en frente y es que vivimos una época de menos paciencia y tolerancia. No somos tan conscientes de practicar la tolerancia en procesos que son lentos, que no se dan de manera inmediata. Nuestro foco está, generalmente, en el cambio de conducta y esto hace que la frustración de no obtener lo que esperamos sea una constante en la práctica de la crianza
¿Cuáles son las tres herramientas que un adulto que cría a un niño no debería olvidar?
Vamos a definirlo en tres momentos.
- Convertirte en una persona de seguridad para el niño, es decir, una persona predecible, consistente, presente en la vida de ese niño. Que atiende sus necesidades emocionales. Las necesidades emocionales de un bebé recién nacido son que el bebé llora y vamos a ver si tiene hambre, frío, sueño, cansancio. Si el niño ya está más grande y llora, aunque a ti te parezca que es un drama innecesario, puedes mantener el límite y decirle: “No, no es hora de chocolate. No te lo voy a dar, pero atiendo tu malestar. Estoy aquí, si me necesitas”. Es una persona que pone estructura y límites. Mantienes el límite y hay claridad en el ambiente. Si lo gritas, aprende a tenerte miedo y a no comportarse de esa manera delante tuyo. Pero no aprende la habilidad que tú quieres enseñarle para la vida.
- Tiene que haber una relación conectada, no solo en la cotidianidad (servirle el desayuno, vestirlo, acompañarlo a la ruta). Evitar esas frases que le quitan importancia a lo que siente el niño. Por ejemplo: “Lo que dices es una bobada, no es para tanto”. O evitar rescatarlos de la emoción. Por ejemplo, el niño llora en el parque porque no lo quieren dejar jugar. La mamá que lo rescata de las emociones le dice: “No vuelves a jugar con esos amigos que te hacen llorar. Nunca más”. Ahí lo estás salvando de las emociones y no le permites transitarlas. Acompañarlo, en este caso, es decirle: “Tú querías ir de primero y llegó ese niño y te tocó de segundo y por eso estás llorando. Claro, eso es difícil para ti. Vamos a esperar. Si quieres, te acompaño. Te abrazo. Es más, puedes llorar, si quieres. Pero, igualmente, vas de segundo”. Para esos momentos emocionales es muy importante estar ahí.
- Que se le permita al niño crecer y aprender. Oportunidades ajustadas a la edad para volverse el ser humano que necesita ser. Y para eso los adultos necesitamos entender que eso empieza por nosotros, por aprender a regular nuestras emociones.
¿Estas herramientas también aplican para la adolescencia?
El cerebro adolescente tiene sus propias características y lo valioso de la neurociencia es que descubres que el comportamiento del adolescente no es contra ti, sino que es una manera en la que el cerebro está funcionando. El niño va creciendo y las madres y los padres van creciendo también, de una manera más compasiva con ellos mismos y con los niños, para entender que en la adolescencia van a aparecer otros comportamientos difíciles. Pero si el adolescente tiene instauradas habilidades de autorregulación, habrá una diferencia en esa crianza. Probablemente, va a ser capaz de decirte lo que estás sintiendo, decirte lo que está pensando y, eventualmente, hacer planes contigo y tener herramientas para sus desbordes. Lo que buscamos es que sean bilingües en las emociones, que sean capaces de traducir sus emociones y entenderlas.
- Este artículo hace parte de la edición 192 de nuestra revista impresa. Encuéntrela completa aquí.
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