La dislexia dificulta el desempeño cotidiano de las personas que la padecen. Conviene consultar ante las primeras señales, sin importar la edad de la persona afectada.
al vez sea uno de los síndromes más comunes en los actos de habla y las operaciones de escritura. Cuando se nombra, se hace a través de chistes ligeros para advertir un error, un desorden casual, una falla repentina al conversar, leer o escribir que casi siempre causa risa. Hablo de la dislexia. No se puede considerar una enfermedad, sino que es una constelación de síntomas, circunstancia que ha dificultado su definición y unificación de tratamiento.
Orígenes
Según “La evolución del estudio de la dislexia”, una investigación de Javier Gayán Guardiola publicada en el Anuario de Psicología de la Universidad de Barcelona, la primera referencia que se tiene del término data de 1872: la usó el profesor y doctor en medicina de la Universidad de Stuttgart, Rudolf Berlin, para describir el caso de un adulto que había perdido la capacidad de leer debido a una lesión cerebral, condición a la que el doctor Berlin llamó dislexia adquirida. Pocos años después, en 1877, el doctor Adolf Kussmaul propuso el término word blindness (ceguera de palabras) o ceguera verbal para recoger los síntomas de un paciente afásico adulto que había perdido la capacidad de leer.
Si bien existen algunos indicios extraviados sobre ciertas dificultades de aprendizaje y de lectura en la historia de la humanidad, solo hasta el acceso universal a la educación básica, a finales del siglo XIX en Gran Bretaña, se empezaron a documentar consistentemente casos de dislexia. En estos últimos años del siglo antepasado, científicos británicos hablaron de la dislexia en la revista The Lancet, donde la describen como una enfermedad del sistema visual. Uno de esos primeros trabajos, con esta referencia, fue el artículo de James Hinshelwood, un cirujano óptico de Glasgow, Escocia, quien publicó un influyente informe sobre la memoria visual y la ceguera de palabras. El artículo incidió en otras investigaciones, como la adelantada por el pediatra W. Pringle Morgan, quien describió los síntomas de Percy F., un joven estudiante brillante en todas las áreas, salvo por su incapacidad para leer. Morgan publicaría un informe para la Revista Médica Británica, un trabajo por el cual se le reconoce como el padre de la dislexia moderna.
Más tarde, en 1917, Hinshelwood publicó un segundo tratado sobre la dislexia titulado Congenital Word Blindness, en el cual clasificó la dislexia en tregrandes grupos: alexia, para casos de discapacidad intelectual que impide la lectura; dislexia, para los casos frecuentes de leves retrasos en el aprendizaje de la lectura; y ceguera de palabras para los casos graves de discapacidad de lectura. A partir de ese tratado se sentaron las bases del conocimiento alrededor de la dislexia. Siguiendo el camino de estas investigaciones, en los años veinte del siglo pasado apareció uno de los médicos clave en el estudio de la dislexia, el neurólogo estadounidense Samuel Torrey Orton, quien hasta finales de los años cuarenta estudió la dislexia de desarrollo, sus causas y sus características, proponiendo el término strephosymbolia (símbolos torcidos) para referirse a errores de inversión de letras.
En 1999 se publicó una de las definiciones mas completas de la dislexia, por el doctor Reid Lyon.
Tipos de dislexia
Durante los años setenta del siglo pasado se crearon asociaciones para unificar diferentes definiciones y métodos de intervención de la dislexia. El término apareció en la legislación de Reino Unido en estudios como El Informe Bullock (1975), una política sobre la enseñanza del lenguaje que incluyó comentarios sobre los problemas de los disléxicos, o El Informe Warnock (1978), donde se consideró que los estudiantes disléxicos necesitaban de una educación especial.
En la actualidad, la dislexia “se entiende como un trastorno del procesamiento fonológico que impide el aprendizaje de la lectura por la no asociación y manipulación correctas de las letras y sus sonidos”, según se recoge en el portal de divulgación Hablemos de Neurociencia.
A medida que ha ido avanzando la investigación se han sumado los aportes de disciplinas como la psicología cognitiva y las neurociencias, que posibilitaron un entendimiento más amplio de la dislexia, y reconociendo diferentes tipos. Todos ellos se pueden organizar en dos grandes categorías: dislexia adquirida y dislexia de desarrollo. Dentro de los tipos de dislexia adquirida aparecen:
• Dislexia periférica, cuando la lesión afecta el reconocimiento de las palabras.
• Dislexia atencional, que se origina cuando hay dificultad para agrupar letras.
• Dislexia visual, se caracteriza por un mal funcionamiento de la ruta visual, léxica o directa en el ejercicio de la lectura.
Dentro de las dislexias de desarrollo o evolutiva, están las dificultades sin consecuencias visibles de otros déficits o lesiones externas. En este grupo se encuentra la dislexia evolutiva fonológica, que se caracteriza por presentar alterada la ruta fonológica o indirecta para la lectura.
Una de las definiciones más completas de esta condición la publicó el doctor Reid Lyon en 1995 para la revista Annals of Dyslexia: “la dislexia es un trastorno específico, de base lingüística, de origen constitucional, caracterizado por dificultades en la decodificación de palabras aisladas, generalmente producidas por un procesamiento fonológico inadecuado. Estas dificultades no guardan relación con la edad, ni con otras habilidades cognitivas o académicas; tampoco son el resultado de un trastorno general de desarrollo o de un defecto sensorial. La dislexia se manifiesta por dificultades de diversa gravedad en diferentes formas de lenguaje, incluyendo a menudo, además de los problemas de lectura, un problema notorio en el aprendizaje de la capacidad de escribir y deletrear”.
*Editor y redactor en Revista Blast.
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