Volver la mirada a los jardines

“Detenerse a recorrer un jardín, cada flor, el rocío de agua que baña las hojas y atraviesa las espinas de un rosal.
El cuidado detrás de cada tallo, la dedicada decisión de poner una especie junto a la otra”. 
Autorretrato en el jardín.

La lectura de Autorretrato en el jardín, de la escritora bogotana Juliana Muñoz Toro, invita a sus lectores a hacer una pausa, a detenerse y nunca más mirar un jardín como algo secundario, ornamental o decorativo. Se trata de mirar un micro mundo de la belleza, la dedicación y las historias. Laura Juliana es una mujer que toda la vida ha puesto su interés en lo literario, lo narrativo y lo poético, por eso estudió periodismo, oficio que la volvió muy práctica. “Uno no necesita a la musa inspiradora para sentirse activa en el periodismo. Si hay que sacar una nota antes del cierre la sacas, entonces creo que haber estudiado periodismo me dio disciplina, practicidad y una herramienta que involucro siempre en los libros y es la investigación. No puedo sacar un libro solo de mi cabeza,  necesito siempre cobijarme con otros libros, investigar, preguntar mucho”, cuenta. Luego dio el salto de periodista a escritora de ficción, porque ahí fue donde realmente sintió que tenía algo distinto que contar, algo que puede investigar según sus tiempos y presentarlo con sus formas.

Entrevistamos a la periodista, que además es escritora de cuentos infantiles y juveniles como El vuelo de las jorobadas y  24 señales para descubrir a un alien. Su libro Autorretrato en el jardín estará en el stand de Planeta de la Feria del libro de Bogotá 2024 y su más reciente libro, Las cosas olvidadas (Norma), se podrá conseguir en el Fondo de Cultura Económica.

¿Cómo nace un libro sobre jardines?

La idea empezó a sembrarse cuando vivía en Nueva York porque, entre tanta oferta de cosas y actividades, me sentí abrumada y empecé a encontrar refugio en los jardines botánicos porque me di cuenta de que no solo se trataba de una colección de flores y de plantas, sino de una invitación a estar presente, a pasear, a perderse, a leer un poco sobre la planta. Era un espacio que exigía más tiempo, entonces empecé a incorporar esa actividad. Siempre que viajaba a algún lado buscaba el jardín botánico de la ciudad y ese día se convertía en el más especial del viaje. Luego empecé a fijarme más en los jardines de la gente y resultó que mi suegra, Eva, tenía un jardín exuberante, y entonces nos sentábamos los domingos a almorzar y siempre salían historias relacionadas con el jardín. Este era la punta del iceberg para contar una historia del pasado. Luego empezaron a aparecer libros sobre jardines, estaba muy concentrada en ese tema y decidí hacer una creación propia. No es suficiente para mí solo consumir información, sino que necesito procesar y sacar algo. Ahí dije quiero hacer un libro personal sobre los jardines.

¿Cómo define el libro?

Es un ensayo personal, literario, que apuesta a ser una lectura elegida de placer, para llegarle a un lector al que le gusten la narrativa y los ensayos. Se lo recomendaría al lector indisciplinado, justamente porque es un libro que tiene capítulos muy cortos y que son, a la vez, historias completas, parte de un todo. Entonces sería ideal para alguien que dice no tener mucho tiempo, porque se lo puede leer de a poco. No es solo para los amantes de jardines, puedo incluso recomendarlo a quienes no les interesan en absoluto las plantas, pero sí los libros, porque trae a colación muchas novelas y autores.

De todas las historias de Autorretrato en el jardín, ¿cuál fue la que más le interesó?

Sería la historia que está repartida por todo el libro, que es la columna vertebral de la narración, y es toda la parte personal que le imprimí. Arranca con el jardín de mi infancia, el de mi madre, pasando por el jardín que tengo en mi casa, con mi esposo, el de mi suegra, que fue donde encontré también lo universal.

¿Cuáles son los hábitos que le han permitido desarrollar su oficio como escritora?

Paso mucho tiempo en una etapa en la que pareciera que no hago nada, y, a veces, me doy muy duro y siento que son días cero productivos, pero son importantes, porque le doy vueltas a un tema, investigo y luego además me alejo, hago otras cosas para después, de repente, encontrar la mejor manera de abordarlo. Llamémoslo mejor el tiempo de organización, de siembra. Escoger una idea suelta y volverla realmente un tema para un libro.

¿Después que viene?

Luego de consumir historias en todas sus formas, visuales, literarias… entonces estoy más segura de hacia dónde avanzar, así que hago un plan ( flexible)  de las partes que puede tener el libro, para saber qué investigación adicional necesito. Y ya con esa ruta llega el momento de escritura, el momento definitivo y más demandante.

¿Escribe todos los días?

Si, me obligo a hacerlo. Así como puedo durar meses en que parece que estuviera procrastinando mucho, llega un punto en que tengo toda la información y me siento a escribir todos los días. Hoy no soy capaz de trasnochar, entonces me levanto a las cuatro de la mañana y escribo, porque ya en el día se cruzan otras cosas y para mí es importante que no haya tantas distracciones. 

¿Qué le genera calma en medio del ajetreo de un proceso creativo y demandante?

Siempre recurro al trabajo manual para desconectarme. Oficios que pueda hacer a mano,  incluso la escritura pero en cuadernos, o hacer un ponqué, cocinar un almuerzo especial, bordar, tejer, dibujar, son cosas que me quitan la presión de la vida.

¿Y hábitos matutinos para empezar bien el día?

La mañana es el momento más productivo definitivamente. Me gusta desayunar con calma, leer un newsletter, leer algo corto. También me gusta hacer algo de movimiento o ejercicio, puede ser yoga, salir a caminar, dar una vuelta en bici; eso me pone en otro ritmo.