Han sobrevivido al menos 100 millones de años, pero si la situación sigue como va, las generaciones futuras sólo las verán en fotos. No hay espera para las acciones que frenen su extinción.
uggy era una tortuga carey de un año de edad que fue marcada, en el año 2008, con un dispositivo de monitoreo satelital por el Programa de Conservación de Tortugas y Mamíferos Marinos de la Universidad Jorge Tadeo Lozano en Santa Marta. Querían hacer seguimiento a su ruta de migración y, además, obtener más información científica valiosa. A los pocos días de ser liberada, el aparato marcaba una localización estática en una zona poblada adyacente a la Bahía de Taganga. El equipo de biólogos le siguió la pista a la señal y la halló en la casa de un pescador, quien alegó haber encontrado a Tuggy muerta, enredada en un trasmallo de pesca artesanal.
La suerte de Tuggy la corren cientos de tortugas marinas que terminan capturadas de forma accidental por instrumentos de pesca artesanal, o atascadas en las inmensas redes de arrastre de pesquerías comerciales que las cogen por error. Como las tortugas tienen que subir a la superficie para llenar de aire sus pulmones, al caer presas en una red, se ahogan. Y esto ocurre aun cuando la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación ha estipulado, desde 1993, que es obligatorio el uso de dispositivos excluidores de tortugas en la pesca de arrastre en favor de su conservación. Gracias a ello, muchas logran zafarse de las redes y se salvan.
Desde 2003, seis de las siete especies de tortugas marinas que existen en el planeta están en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), cinco de las cuales están en la categoría de “peligro crítico”, es decir, alto riesgo de extinción en el medio silvestre en el futuro inmediato. A una de las especies se le considera en “peligro”, o sea una categoría menos grave pero también en la ruta de desaparecer. En todos los casos, si la presión de la actividad humana y las afectaciones por el cambio climático no disminuyen, se extinguirán.
Karla Barrientos es directora científica de la Fundación Tortugas del Mar y coordinadora de Wider Caribbean Sea Turtle Conservation Network (Widecast) para Colombia. Ella cuenta que en el país hay presencia de cinco de las siete especies de tortugas del mundo: carey, laúd, verde, caguama y golfina.
Barrientos dice que la carey es la más críticamente amenazada, porque los humanos se comen los huevos y su carne, la trafican ilegalmente y el caparazón es usado para producir artesanías. Es una especie que con frecuencia visita las playas de la costa Caribe colombiana para desovar y a veces se le ve en las costas Pacíficas para alimentarse. La caguama o careta sólo tiene presencia en la costa Caribe y se sabe que está a punto de desaparecer en Colombia; en el mundo está categorizada como especie en peligro.
La caná o laúd es la especie de reptil marino más grande del mundo y la única que no tiene caparazón duro. Se le ha visto en playas en el Golfo de Urabá chocoano, en el antioqueño y en el Caribe. Su categoría de riesgo en Colombia es de “peligro crítico” y en el mundo está en el rango de “peligro” o “vulnerable”. La tortuga verde es la que más se consume ilegalmente en el país, anida a veces en el Caribe y al Pacífico sólo viaja para alimentarse; tanto en Colombia como en el mundo se le considera en peligro de extinción. Y finalmente, la golfina se halla exclusivamente en el Pacífico, adonde va a desovar en las playas, y también está en situación de “peligro”.
"Solo uno de cada mil tortuguillos que nace llega a la edad adulta, es decir a los 20 años".
Karen Pabón, bióloga del Programa de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, explica que una de las grandes amenazas que padecen estos animales marinos es que los nidos no sobreviven a la acción del hombre, porque los saquean para comerse los huevos, o a los tortuguillos se los comen los cangrejos, los sábalos y los pájaros antes de que puedan sumergirse en el mar. La estadística mundial refiere que sólo uno de cada mil tortuguillos que nace llega a la edad adulta, es decir a los 20 años.
Por eso, este programa de la Tadeo, que lidera la bióloga Aminta Jáuregui, se encarga de proteger los nidos in situ, con señalización y guardianes de playa, o ex situ, al trasladarlos a lugares seguros para levantar los tortuguillos en cautiverio y liberarlos cuando tienen más posibilidades de sobreponerse a las adversidades naturales y a la acción del hombre. Además, mientras están en la fase de levantamiento en los criaderos, los exhiben en el acuario Mundo Marino de Rodaderos, en Santa Marta, con fines educativos. Una vez que miden al menos 15 centímetros y tienen unos 10 o 12 meses de edad son liberados en las playas donde debieron nacer.
Grandes obstáculos
“Las tortugas marinas están entre los grandes vertebrados del planeta que enfrentan en este momento una gran incertidumbre. Y los seres humanos no estamos haciendo suficientes esfuerzos por beneficiar a las especies cuyos ecosistemas se están fracturando”, opina Rebeca Franke-Ante, bióloga de Parques Naturales Nacionales de Colombia en la Regional Caribe, donde hay 11 áreas protegidas, de un total de 14, con presencia de tortugas.
“Todo el mundo quiere una casa o un hotel frente al mar, pero para construir no se tiene en cuenta el dinamismo de la dunas, que es la montaña de arena que se forma cuando la marea sube y baja. Cuando las tortugas llegan a desovar a las playas donde nacieron se encuentran con muros de concreto. Además, el ruido, las luces incandescentes y el tránsito de humanos por el litoral impide que las hembras lleguen a anidar”, dice con tristeza Franke-Ante.
Esta especie también se enfrenta a dos grandes amenazas: el cambio climático, específicamente en lo relacionado al aumento de la temperatura en la arena, que es lo que determina el sexo de las crías, y también el aumento de mareas y tormentas que destruyen los sitios de anidación. El otro gran enemigo es la contaminación, porque las tortugas confunden el plástico con comida y al consumirlo se enferman o mueren, además de que la basura también destruye su hábitat.
Para contrarrestar estos efectos, Parque Nacionales de Colombia resguarda los sitios de anidación a través del ordenamiento de las playas, promueve la educación ambiental en niños de colegios cercanos a los litorales donde desovan las tortugas, trabaja en la lucha contra el tráfico ilegal junto con las autoridades policiales, organiza eventos de liberación de juveniles criados en cautiverio, legisla en favor de su protección y registra con métodos científicos el comportamiento de la especie en el país.
Por su parte, la Fundación Tortugas del Mar se enfoca en apoyar técnicamente y con insumos de trabajo a los consejos comunitarios de las zonas cercanas a las playas donde llegan las tortugas marinas, tanto en la costa Caribe como en la Pacífica. Además, marcan y recapturan tortugas para hacer investigación científica y también hacen las gestiones para frenar el tráfico de artesanía de carey en Cartagena y en Coveñas.
Todos los expertos consultados coinciden en que los esfuerzos locales que se hagan para salvar al menos un ejemplar de tortuga marina valdrá la pena en favor de su conservación. Pero, al ser animales altamente migratorios sin líneas fronterizas, tiene que haber esfuerzos inmensos en el mundo entero y cambios profundos en la actitud de los seres humanos frente a los recursos naturales para frenar su camino hacia la extinción. De lo contrario será indetenible su desaparición en el futuro cercano.
Animales únicos
• Dependiendo de la especie, pueden pesar hasta 900 kilos y medir hasta 2 metros de longitud.
• Sólo las hembras salen del agua para poner sus huevos en la orilla de las playas.
• El sexo de los tortuguillos es determinado por la temperatura de la arena donde son anidados.
• Los huevos tardan 60 días en abrirse.
• Regresan a anidar sus crías en la misma playa donde nacieron.
• Pueden sumergirse hasta a un kilómetro de profundidad y nadan a una velocidad de 35 kilómetros por hora.
• Soportan largos períodos de apnea pero después de 10 minutos deben salir a respirar.
• Comen esponjas, medusas, algas, moluscos, cangrejos y otros crustáceos.
• En el Caribe, la temporada de anidación va de febrero a agosto.
• En el Pacífico colombiano se les puede ver con frecuencia anidando en playas como Acandí, Playón y Playona.
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