Hace poco más de veinte años, una familia de clase media colombiana estaba condenada a ver los dos o tres canales televisivos nacionales. Hoy la oferta en el país incluye la mejor TV del mundo.
s bastante extraño que una comedia tan británica, tan negra, como Peep Show pueda verse en Colombia. Es que miren para atrás: en 1987 apenas llegaba TV Cable. Eran 13 canales, entre los que estaban ESPN, HBO, Univisión... Lo pagaban muy pocos. Esas horripilantes antenas parabólicas al frente de las casas eran símbolo de bonanza económica. Una lobería bien vista y necesaria.
En esa época la televisión era un género degradado del cine: en Colombia pasaban McGyver, Lobo del aire, Profesión peligro, Los magníficos. Basura fascista de la era Reagan. Sin embargo, ya en esos años se habían hecho obras maestras como Cheers para la NBC o Berlin Alexanderplatz para la televisión alemana. No sabíamos, estábamos muy lejos. Todo nos llegaba a Colombia cansado. O no llegaba.
El espectro se fue abriendo, el precio bajando y los canales fueron aumentando. Los que no tenían HBO a principio de los noventa podían ver televisión de calidad en MTV Latino. El grunge surgía y lo veíamos en directo. ¿Quién puede negar que el video de “Heart Shaped Box” de Nirvana, dirigido por Anton Corbijn, es uno de los cortometrajes más diabólicamente brillantes de todos los tiempos? Y bueno, eran los noventa, los hermanos Weinstein (Bob y el malogrado Harvey) creaban a Tarantino y todo el nuevo cine independiente norteamericano, y David Chase, en 1997, anunciaba que la televisión había dejado de ser un género menor y daba un salto de calidad con el piloto de Los Soprano. Sí: la edad de oro de la televisión tiene 23 años.
Sólo los 50 años de apogeo del Renacimiento pueden superar esta edad dorada del arte más nuevo de todos. Dos décadas en las cuales no han parado de salir obras maestras, contundentes, avasallantes y delirantes como Peep Show. Creada por Jesse Armstrong —el mismo genio al que le debemos Succession, la nueva pieza de HBO que acaparará todos los premios en las tres temporadas que le quedan—, es tan subversiva como esto: uno de los personajes principales, ante la imposibilidad de ganarse ni una libra trabajando, va a un banco de esperma. Lo encierran en una habitación de paredes descorchadas. Deprimente. No hay una sola revista, ni un maldito espejo. Desesperado, el hombre se busca en los bolsillos y encuentra un billete, ahí está la cara de la reina. Deberá imaginarla joven, viendo desde la ventana de Buckingham cómo los nazis bombardean Londres...
"Es que no son sólo series: son los productos audio visuales más arriesgados y hermosos que uno pueda ver sin salir de casa".
La mejor
Peep Show es un ejemplo paradigmático de las joyas que subyacen en Netflix, y una de las pruebas de por qué es la mejor plataforma de todas. Así HBO acapare cinco historias que todo aspirante a seriólogo tiene que sentarse a ver ya —Los Soprano, The Wire, Curb Your Enthusiasm, Iluminada y Sharp Objects—, la hegemonía de Netflix es total. Es una máquina además imparable de un género que se ha revelado con toda su potencia gracias a las nuevas plataformas: la docuserie. Acaban de estrenar dos notables: The Last Dance, la serie sobre los años de consagración de Michael Jordan, y Asquerosamente rico, sobre el pedófilo multimillonario Jeffrey Epstein y sus vínculos con el poder.
Fue una pérdida considerable que retiraran Mad Men de la plataforma en junio, pero a eso no le restan el combo que hacen en su parrilla Breaking Bad, The Affair, Derek, After Life, Love Death and Robots, 1994, Love, Glow, El asesinato de Gianni Versace, Betty la fea, The Rolling Thunder o Al filo de la democracia. Es que no son sólo series: son los productos audiovisuales más arriesgados y visualmente hermosos que uno pueda ver hoy en día. Y sin salir de casa.
La reciente
Me inscribí a Amazon Prime, por supuesto. En la cuarentena los días son largos. Quise comparar. Tenía tiempo para comparar. Volver a ver Seinfeld era una razón de peso para probar, pero la acaban de quitar. Aburrido, le di la oportunidad a Hunters, la publicitada serie de Al Pacino sobre cazadores de nazis. Los tres primeros capítulos se soportan bien antes de deshacerse entre las dudas y la mediocridad. Es muy triste ver cuando una serie no llega a ser lo que pretende ser. Y Amazon está lleno de esos intentos fallidos. The Man in the High Castle, la adaptación de la novela de Philip K. Dick, es una distopía muy interesante que termina arruinada por su casting. Algo parecido sucede con Jack Ryan: la primera temporada es acción de espías pura y dura, al nivel de Homeland. En la segunda temporada los personajes pierden consistencia. Se nota que el departamento de escritores en Amazon necesita una reestructuración.
De Amazon Prime Video se destacan Fleabag, gloriosa comedia de Phoebe Waller-Bridge, y La maravillosa señora Maisel. Además de que el remake de Suspiria, la obra maestra de Dario Argento, es puro terror lisérgico. Brujas que bailan ballet con música compuesta por Thom Yorke.
La oculta y la más nueva
Sí, descarten Amazon y denle una oportunidad a Fox Premium. No tanto por sus series, que aunque son buenísimas y muy adictivas —This Is Us, Homeland y Outlander atenúan cualquier tristeza, cualquier soledad—, no alcanzan a superar la variedad y calidad de su banco de películas. Tienen producciones que difícilmente van a encontrar en otras plataformas, como buena parte de la obra de Paul Thomas Anderson. Además está Cosmos, ¿y uno cómo puede vivir sin Cosmos?.
Entre las más nuevas vale la pena darle una oportunidad a Apple TV. Nada más por ver The Morning Show —con Steve Carrell, Jennifer Aniston y Reese Whiterspoon, sobre el acoso sexual de un presentador estrella en un programa de televisión— vale la pena probar al menos un mes. También Showtime merece la inversión. Programas tan osados, tan diferentes como Kiddin, protagonizado por Jim Carrey y dirigido por Michel Gondry, valen la pena.
El dato
15 horas es la duración de la serie La guerra de Vietnam, en Netflix.
Pero el Olimpo sigue siendo Netflix muy seguida de HBO. Con estas dos plataformas uno tiene entretenimiento de primer nivel. Y la ventaja es que el contenido de ambas se renueva todo el tiempo, sin parar. Y mientras uno espera lo nuevo se puede ver series tan perfectas como La guerra de Vietnam, 15 horas de uno de los mejores programas que ha hecho la televisión pública norteamericana en todos los tiempos, o Vinyl, la apuesta de Mick Jagger y Martin Scorsese sobre la industria del rock, que no pudo cuajar en HBO pero cuyo hermoso cadáver, comprimido en diez capítulos, puede verse ya mismo en la plataforma.
Así que si usted es de los nostálgicos que se la pasan lamentando porque ni el cine ni la música son como antes, no pierda más el tiempo: las plataformas de televisión en streaming están llenas de series que no pudimos ver a su debido tiempo en Colombia, al menos de una manera masiva. Hay que empezar a desatrasarse ya.
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