Todo parece indicar que los tatuajes no son otra moda pasajera más, que llegaron para quedarse. Por eso, es mejor saber qué hacer y qué cuidados tener antes que prohibirlos de plano.
aura Vega tiene 27 años de vida y 60 tatuajes en su cuerpo, la mayoría de ellos en sus brazos. El primero se lo hizo a los 16, a escondidas de sus padres y cerca de la pelvis, una zona del cuerpo no visible para ellos. Se tatuó una fruta porque ese era el apodo de la persona de quien estaba enamorada. Todos sus tatuajes están relacionados con vivencias que la han marcado y, hasta hoy, no se arrepiente de ninguno. También se tatúa porque quiere recordar su propia historia. Piensa mucho en su abuelo, que tiene Alzheimer: si en un futuro ella llegare a padecer esta enfermedad, quisiera poder mirarse al espejo y disfrutar la memoria de su vida escrita en su piel.
Después de tantos años de ese primer tatuaje, finalmente, hace poco, tuvo una conversación con sus papás. Ellos le preguntaron la razón de cada uno de los dibujos grabados en su piel, y Laura pudo explicarles sus motivaciones. “Ellos ahora comprenden más y lo respetan mucho”, dice Laura.
Por fortuna, Laura tuvo claro desde su primer tatuaje que debía buscar un lugar que cumpliera con las condiciones de bioseguridad, gracias a que sus padres son profesionales de la salud y le explicaron desde muy joven cómo debía cuidarse. En su adolescencia, ella tuvo amigos punk, y sus padres intuyeron que tal vez a su hija le daría por hacerse un tatuaje o una perforación, así que le explicaron a tiempo cómo cuidarse.
El tatuador debe utilizar tapabocas, guantes y recogerse el pelo. Debe lavarse las manos antes y después de realizar el tatuaje, y el local debe estar limpio y contar con un lavamanos”.
En ese entonces las normas en el país no eran tan estrictas, así que Laura no necesitó la compañía de un mayor de edad para tener aquella fruta en su piel a los 16 años. Actualmente, todo menor de edad que quiera hacerse un tatuaje debe ir acompañado de un adulto responsable que autorice y que esté con él durante la sesión. Además, existen normas de bioseguridad que todas las tiendas de tatuajes deben cumplir, como utilizar agujas nuevas con cada cliente y desechar siempre las usadas en el lugar apropiado. El tatuador debe utilizar tapabocas, guantes y recogerse el pelo. Debe lavarse las manos antes y después de realizar el tatuaje, y el local debe estar limpio y contar con un lavamanos. María Bernarda Durango, médica dermatóloga adscrita a Colsanitas, explica que para realizar tatuajes los sitios deben tener permiso sanitario de la Secretaría de Salud.
Estas son precisamente las normas que cumple Oscar Ríos en su lugar de trabajo. Desde hace cerca de nueve años está dedicado a hacer tatuajes. Dibuja máximo siete al día, aunque en general hace dos o tres, y explica que la persona que se va a tatuar también debe tener sus cuidados especiales. Óscar dice que lo ideal es que no esté bajo los efectos del alcohol ni de las drogas, debe firmar una ficha de responsabilidad, conocer los riesgos a los que se expone. Y lo mejor es que haya comido adecuadamente, porque las sesiones pueden ser largas y extenuantes.
Los riesgos
Durante algún tiempo Laura no estuvo muy segura de tatuarse, porque su piel suele hacer cicatriz queloide, es decir, cuando se hacía una herida aparecían cicatrices de las que tienden a hincharse y ponerse rojas. Cuando se decidió, por fortuna su piel quedó perfecta. María Bernarda Durango explica que esta es una de las consideraciones que deben tener en cuenta quienes se van a tatuar por primera vez. Si ya saben que su piel tiene tendencia a hacer cicatriz queloide es bueno que consulten con un dermatólogo antes de hacerse un tatuaje. La especialista explica que como en los tatuajes se utiliza una aguja que penetra la piel y llega hasta la dermis, se puede presentar este problema, y el resultado final es un tatuaje con cicatriz.
Otras de las complicaciones que se pueden presentar cuando el tatuaje se hace en lugares no adecuados, son bacterias e infecciones en la piel, y enfermedades como hepatitis o VIH, por el uso de agujas contaminadas. “Todos los elementos deben estar esterilizados y se deben desechar después de cada paciente. Los elementos son individuales”, recalca Durango.
Además, ciertas tintas producen alergias, y algunas enfermedades que se manifiestan en la piel, como la psoriasis o el vitiligo, pueden aumentarse después de estos procedimientos. Por estos posibles riesgos, la especialista recomienda visitar siempre a un dermatólogo antes de realizarse un tatuaje.
Laura, por ejemplo, no ha tenido ni una sola complicación con los 60 que tiene en su piel. Ella siempre ha revisado la higiene de los lugares antes de reservar su cita, y también comprueba la experiencia de los tatuadores. Hoy solo trabaja con dos de ellos.
Ella misma se cuida durante los 15 días siguientes a la elaboración del tatuaje. Explica que en este tiempo la persona no debe ingerir alcohol ni fumar. Además, debe aplicarse una crema sin alcohol para evitar que se irrite, pero no mucha cantidad porque se va el pigmento. Los buenos tatuadores siempre les explican a sus clientes cómo cuidarse.
Las emociones
Laura cree que las personas tatuadas “somos mucho más sinceras que muchas personas que ves en la calle, porque puedes ver qué les gusta según sus tatuajes y puedes percibir también cómo es. Somos como un libro abierto”.
Para Laura, sus tatuajes no son una moda, ni busca con ellos verse más linda. Los que tiene en su piel son todos producto de sus propias decisiones, y los que se hizo durante la adolescencia no fueron por presiones de grupo.
Mónica Mejía, psicóloga clínica, especialista en niños y adolescentes, explica que un adolescente se tatúa porque un tatuaje “le da valor ante su grupo, y puede ser para él o ella una manera de manifestar sus ideas y tendencias, de mostrar independencia y autonomía”. Explica que los padres pueden sentir angustia de que sus hijos se hagan tatuajes “porque tienen temor de perder el control sobre ellos, a causa de las etiquetas se hace la asociación directa entre tatuajes y pérdida de autoridad, uso de sustancias psicoactivas, pertenencia a pandillas, etc.”. Estas etiquetas están equivocadas.
La psicóloga afirma que no es cierto que quienes se tatúan sean muchachos rebeldes o con problemas emocionales. “Esas son generalizaciones que limitan la comprensión y acercamiento a un tema o persona. El tatuaje en sí mismo no es síntoma de ninguna patología y nunca puede considerarse de manera aislada para hacer valoraciones de este orden”.
A diferencia de Laura, Óscar y la doctora Durango, quienes afirman que los tatuajes han aumentado durante los últimos años entre los jóvenes y están más de moda, Mejía no ha experimentado este aumento en su consulta, y da una explicación diferente: “No considero que haya aumentado el número de jóvenes que se hace tatuajes. Los tatuajes hacen parte de nuestra cultura hace muchos años. Considero que hay mayor difusión de estos temas y mayor validación de estilos y propuestas diferentes por la amplitud actual de los medios de comunicación y el aumento en el acceso a la información”.
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