La obesidad es una enfermedad multifactorial en la que todos los órganos se ven afectados. Para reducir su incidencia no solo es necesario comer bien, sino hacer ejercicio en la cantidad y las horas adecuadas.
a tasa de obesidad en Colombia se ha triplicado desde 1980: ronda el 19% entre los adultos. Según el Ministerio de Salud, al año mueren 4.000 personas de entre 30 y 70 años por enfermedades relacionadas con la obesidad, como cardiopatías y diabetes. Pero las cifras que muestra el grupo de 5 a 17 años son aún más preocupantes: uno de cada cuatro niños tiene exceso de peso, es decir, 25%. La cifra en 2010 era de 17,5%.
¿Qué pasó en los últimos treinta años? ¿Y en los últimos siete? El estilo de vida y los hábitos alimenticios cambiaron: hay en el mercado gran cantidad de oferta de productos procesados con alto contenido de sodio, grasas, azúcar y preservativos. Y los niños viven encerrados, pegados a todas las pantallas: televisor, computador, tabletas.
Para el pediatra Leonardo Díaz Palacios, adscrito a Colsanitas, lo más difícil es cambiar la idea socialmente aceptada de que el niño está sano mientras esté gordo:
—En muchos casos los cuidadores no son los papás sino los abuelos, y para ellos la comida es salud, no importa cuál comida. Las abuelitas son felices viendo masticar al nieto. Y siempre lo van a ver flaco aunque esté pasado de peso.
Díaz ve a diario en su consulta cada vez más casos de niños con hígado graso, colesterol y triglicéridos altos, enfermedades asociadas a la mala alimentación que antes no se veían en menores. Por eso tiene la idea de crear una clínica del niño obeso, para que el problema se trate a edad temprana y no cuando el adulto ya padezca complicaciones de otras enfermedades crónicas, como diabetes e hipertensión.
Las consecuencias
El pediatra tiene un documento donde se enumeran las enfermedades y complicaciones asociadas a la obesidad. Ocupan una página entera, a dos columnas: alteraciones hormonales, síndrome metabólico, hipertensión, resistencia a la insulina, ovario poliquístico, desórdenes metabólicos, problemas gastrointestinales, hígado graso (con un futuro de fibrosis hepática irreversible), hipotiroidismo, diabetes tipo 2, afecciones del sistema nervioso central y del sistema respiratorio, problemas para controlar el asma, dislipidemia (colesterol y triglicéridos altos, pronóstico de infarto antes de los 30 años), riesgo de deslizamiento de cabeza de fémur, escoliosis, problemas de columna.
Para completar el funesto panorama, un niño obeso tiene más posibilidades de ser un adulto obeso. Con el tiempo, es cada vez más difícil bajar de peso y cambiar los malos hábitos alimenticios.
Carolina Rojas, pediatra y especialista en endocrinología pediátrica, adscrita a Colsanitas, define la obesidad como una enfermedad multifactorial. Según explica, no hay un órgano que no se vea afectado por la obesidad: afecta todo el metabolismo y todas las hormonas.
—En los últimos diez años se han duplicado los porcentajes de diagnóstico de obesidad y de malnutrición, y cada vez lo vemos en edades más tempranas. Antes era más usual en los adolescentes, pero ya estamos viendo lactantes que tienen obesidad. Encontramos malos hábitos alimenticios incluso con la leche materna. Y es que aunque se trate de un alimento ideal, el consumo de cualquier alimento sin gastar la ingesta calórica lleva a obesidad. Porque no solo es comer bien sino hacer ejercicio, la cantidad y las horas adecuadas.
El sobrepeso es menos grave que la obesidad pero también tiene consecuencias e implica un cambio metabólico. Es un aviso, un llamado de alerta para ser más activos y hacer cambios en la alimentación. Y, como sucede con la obesidad, también se ven más casos cada día. Los niños que nacen con síndromes que generan obesidad son menos del uno por ciento. En el resto, el sobrepeso o la obesidad son las consecuencias de los hábitos inadecuados.
El tratamiento de los niños con obesidad debe combinar alimentación y ejercicio para tener resultados efectivos. Los cambios de hábitos no se dan solos en el niño: es una tarea que involucra a toda la familia”.
A todos los médicos contactados para este artículo les llama la atención el hecho de que las mamás no consulten por el sobrepeso de sus hijos: “No son críticas de su imagen, para ellas el sobrepeso o la obesidad no son problemas hasta que sus hijos comienzan a ser víctimas del matoneo, se aíslan o manifiestan algunos de los problemas psicológicos que trae ser gordo”, señala el doctor Díaz.
Por ser una enfermedad multifactorial, debería tratarse como tal, con un equipo multidisciplinario: nutricionista, psiquiatra, endocrinólogo, deportólogo, un trabajador social que estudie lo que consume en el colegio y la casa. Y eso todavía no se hace.
De todos modos, aclara el doctor Díaz, el manejo con niños obesos no es el mismo que el manejo de un adulto obeso, porque la ingesta calórica debe contemplar el crecimiento y desarrollo del niño. Cuando no son obesos extremos, el médico no pide que baje de peso sino que no suba en un periodo de seis meses. Porque los menores de edad tienen la ventaja de ir creciendo.
La doctora Rojas, en la misma tónica, propone no enfocarse en la pérdida de peso sino en el cambio de composición corporal. Esto es, que se vuelvan más musculosos y ágiles. Ambos profesionales coinciden en que los cambios no deben ser de un momento para otro, y no hay que retar sino motivar.
Política de Estado
Leonardo Díaz es pesimista frente al panorama de la obesidad en Colombia, principalmente en niños y jóvenes. No ve en el futuro inmediato una política de Estado enfocada en prevenir este problema. El fracaso en el intento por cobrar un impuesto a las gaseosas, aunque esté comprobado que su consumo produce obesidad, es una muestra de las dificultades que entraña el problema. La tarea, dice, es educar de uno en uno a sus pacientes, y por eso a veces es muy cuesta arriba.
La doctora Rojas, por su parte, propone incluso que las gaseosas lleven una advertencia similar a la que está en las cajetillas de cigarrillos: “consumir esta gaseosa puede causar tales enfermedades”.
También cree que debe ser una política pública regular la alimentación en colegios y jardines, que ofrecen un extenso menú de carbohidratos simples (harinas, dulces), los cuales engordan a los niños pero no los nutren. Y reducir las extensas jornadas escolares, en las que no queda tiempo para la actividad física.
El deporte no es un lujo
Pediatras, deportólogos, endocrinos, todos coinciden en que el deporte es imprescindible no solo para crecer bien físicamente, sino para tener un adecuado desarrollo psicológico e intelectual.
Habla la doctora Rojas:
—Un niño es una máquina de movimiento, no debería quedarse quieto nunca. Aparte del juego y de la educación física en el colegio, deben hacer una actividad diferente. Hay que garantizarles que puedan hacer una hora de ejercicio todos los días.
Como la buena alimentación, la afición por la actividad física o el deporte se inculca en la niñez. Y es un hábito que permanecerá en la edad adulta.
Para que el ejercicio sea efectivo debe ser dirigido por un entrenador. Además debe ser divertido, que le guste al niño, para que no se convierta en una imposición de los padres o en una carga.
En conclusión, el tratamiento de los niños con obesidad debe combinar alimentación y ejercicio para tener resultados efectivos. Los cambios de hábitos no se dan solos en el niño: es una tarea que involucra a toda la familia (todos deben ajustarse a los cambios en la dieta), los cuidadores (deben ser estrictos y no complacer con golosinas) y el colegio. Si todos van en la misma dirección, el niño va a alcanzar su peso ideal y a mantenerse en él.
El problema del azúcar
• Está comprobado que el azúcar es adictivo. Eso explica por qué el que come dulce siempre quiere más, y se comporta como un adicto con síndrome de abstinencia cuando no encuentra el dulce que busca. Y eso explica también por qué los pediatras retrasan el consumo de azúcar y de sal en los menores de un año. Recomiendan empezar por los sabores “más difíciles”, para que el niño se acostumbre y no prefiera el sabor dulce.
• Hay que saber que no solo lo dulce contiene azúcar. Los carbohidratos, simples o complejos, están hechos de moléculas de azúcar que se convierten en glucosa y son usados por el organismo como energía. Por eso son necesarios. Lo que aconsejan los especialistas es preferir los carbohidratos o azúcares complejos (que el organismo matabolice el azúcar presente en una zanahoria, una naranja, una papa) y evite los simples (ponqués, chocolates, gaseosas) que pasan directo a la sangre. Entre otras cosas porque el cuerpo humano no necesita comer azúcar procesada.
• Según la Organización Mundial de la Salud, el consumo de azúcar, tanto para los adultos como para los niños, se debería reducir a menos del 10% de la ingesta calórica total. Aunque consumir menos del 5% de la ingesta calórica total “produciría beneficios adicionales para la salud”. Esto es: 25 gramos (seis cucharaditas de café). Tenga en cuenta que una lata de gaseosa contiene 40 gramos de azúcar.
• También debe saber que endulzar con panela o miel no es más saludable, como se cree popularmente. “Lo sano es no endulzar”, dice la doctora Rojas. Si va a consumir azúcar, busque en la tabla nutricional y elija el producto que tenga menor cantidad.
'
Dejar un comentario