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Bienestar Colsanitas

Nueva vida para la ropa usada

Fotografía
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¿No sabe qué hacer con la ropa que ya no usa durante la cuarentena? La Corporación El Minuto de Dios tiene un Banco de ropa y roperos para darle nueva vida a las prendas de vestir usadas. Esto con el fin de darle la oportunidad a los menos favorecidos de encontrar ropa buena, bonita y barata. 

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a ropa usada en buen estado tiene una segunda oportunidad sobre la Tierra. La Corporación El Minuto de Dios tiene un banco de ropa donde recibe, lava, repara y organiza prendas para luego donarlas o venderlas a personas necesitadas.

Mañana es el cumpleaños número ocho de la hija mayor de Eliana López, una mujer trabajadora que ha llegado hasta una tienda de ropa muy particular en la calle 80 de Bogotá. Va a buscar una muda para que su hija use en su día especial. En esta tienda no hay maniquíes, ni detectores antirrobo, ni una docena de prendas de cada modelo. De hecho, cada prenda es única. En esta tienda la ropa es buena, bonita y barata. Muy barata. Y lo es gracias a que ha sido donada al Banco de Ropa y Roperos, uno de los programas sociales de la Corporación El Minuto de Dios.

Para Eliana, que no puede comprar ropa nueva para sus tres hijas y para ella, esta tienda es “una bendición”. Lo dice mientras escoge un par de chaquetas que, por ser fin de mes, están en promoción “dos por una”. Por ambas, Eliana pagará entre cinco y ocho mil pesos.

—Aquí se consiguen algunas marcas en excelente estado. A veces me hace falta es plata —agrega Eliana López.

Antes de llegar a los 14 roperos de la Corporación que hay en el país, toneladas de ropa son seleccionadas, lavadas y en algunos casos refaccionadas en el enorme galpón del Banco de Ropa ubicado cerca del ropero de la calle 80 de Bogotá. Dos veces por semana camiones de Servientrega descargan bolsas de ropa y otros enseres que le gente ha entregado en sus sedes de todo el país. Las bolsas se apilan en una montaña que casi llega al techo.

Una de las empleadas se encarga de revisar una a una cada prenda y separarlas en tres montones: lo que está en perfecto estado (sin una mancha por mínima que sea, sin zurcidos de ningún tipo, sin huecos) y sirve para vender; lo que está en buen estado para donar, y el tercer montón es de lo que está en mal estado y no sirve ni para vender ni para donar. Luego se clasifica por tipo de prenda, si es para frío o para calor, si es de hombre o de mujer, y por tallas. De ahí entra a las lavadoras semi industriales y luego cada prenda es inventariada y preparada para distribuirse a los roperos, donde personas como Eliana podrán comprar a precios muy favorables. La que no va a los roperos se prepara para las instituciones que solicitan donaciones. Todo es doblado o colgado y presentado de forma impecable.

El Banco de Ropa se creó luego de una campaña que hizo la empresa Procter & Gamble (P&G) en 2006 para relanzar una marca de jabón en el país. La campaña consistía en que P&G daba una bolsa de detergente a quien donara una muda de ropa para niño. La Corporación El Minuto de Dios se encargó de recibir y procesar esas donaciones. Patricia Cruz, gerente de mercadeo del Banco de Ropa El Minuto de Dios, recuerda cómo esa campaña fue la chispa que inspiró el programa que surgió después:

—En la Corporación recibimos muchísima ropa durante la campaña. Y nos dimos cuenta de la necesidad de crear un lugar que sirviera de acopio y donde se pudiera lavar la ropa, organizarla y entregarla en perfectas condiciones. Entonces se nos ocurrió hacer alianzas e iniciar un programa para apoyar todas las causas sociales que nos pedían ropa, como ancianatos, fundaciones, o cuando había una emergencia por algún desastre natural.

Las alianzas a las que se refiere Patricia Cruz fueron principalmente tres: Whirpool donaba el mantenimiento de las lavadoras, P&G donaba el jabón y Servientrega puso a disposición algunas sedes para que las personas llevaran la ropa hasta allí, así como el transporte hasta el Banco. Esas alianzas se mantuvieron hasta 2010, cuando Whirpool y P&G decidieron retirarse. Sin este apoyo Patricia Cruz debió ingeniárselas para generar recursos y mantener el programa. Como no se iba a rendir, se le ocurrió la idea de abrir una tienda de ropa. Así, en julio de 2010 inauguró el primer ropero, en la calle 80, como una prueba piloto. La acogida no pudo ser mejor:

—Antes de los roperos las donaciones se hacían sin tomar en cuenta la contextura de la persona, si era gorda o flaca: solo se les entregaba una bolsa con ropa y ya —cuenta Patricia—. Ropa que como no les servía o no les gustaba, era desechada en la calle. Los roperos vinieron a cambiar eso: la persona selecciona lo que quiere, se lo mide, se mira en el espejo y escoge. Paga una suma simbólica que va entre 1.000 y 10.000 pesos. Una chaqueta de cuero no vale allí más de eso, 10.000 pesos.

Poco a poco fueron confirmando que con la ropa llegaban otras donaciones. De esta manera, en las tiendas ya no solo se venden pantalones, camisas o chaquetas: también se venden zapatos, lencería, muebles, juguetes, disfraces y un largo etcétera...

El objetivo es entregar ropa limpia y en buen estado, así como artículos del hogar, a la población necesitada. Pero, sobre todo, crear conciencia de que esa camisa que tiene un año colgada sin una postura puede ayudar a otra persona que realmente la necesita, y la va a usar.

Con esta labor, agrega Patricia Cruz, no solo se ayuda a otras personas necesitadas sino que se disminuye el impacto ambiental. Los textiles hechos de fibra sintética son el cuarto rubro más contaminante por el tiempo que tardan en degradarse. Al darle otra oportunidad a la ropa evitamos que sea parte de la basura.

El Banco de Ropa por dentro

Esta mañana de octubre, Carmenza Cuchimaque, coordinadora nacional de los roperos, se encuentra en la tienda más concurrida, la de la calle 80. Una de sus tareas es cerciorarse de que todo funcione a la perfección: que la gente compre una cantidad razonable de ropa (para dar oportunidad a otros) y evitar que usen el ropero como negocio de compra-venta. Afuera de la tienda hay una fila de seis personas. Entran por pequeños grupos y tienen 20 minutos para comprar lo que deseen. Todo con la finalidad de que la mayor cantidad de personas se beneficie. Este ropero recibirá hoy entre 150 y 170 personas. Los otros trece distribuidos en todo el país, una tercera parte de esa cantidad.

El objetivo es entregar ropa limpia y en buen estado a la población necesitada. Y crear conciencia de que esa camisa que tiene un año colgada sin una postura puede ayudar a otra persona.

—Nos toca regular la cantidad de ropa de hombre que las personas quieren comprar, porque nos llega menos cantidad. Mientras que de mujer, como tenemos mucha, hay menos restricciones. Le digo a la gente: “de ustedes depende que esto funcione como debe ser, que todos se beneficien y no unos pocos” —cuenta Cuchimaque.

Carmenza tiene cuatro años como coordinadora de todos los roperos, y en ese tiempo nunca se le ha subido el precio a la ropa: pantalones a 5.000 pesos; camisas, camisetas y blusas a 3.000; pantalones y camisetas de niños entre 2.000 y 3.000. Las chaquetas valen entre 5.000 y 8.000 pesos. Un vestido de novia cuesta 25.000 pesos; de primera comunión, 20.000, y de fiesta, 15.000. La ropa de bebé va desde 1.000 hasta 3.000 pesos. Los zapatos a 4.000, los de niños a 2.000 y 3.000. Las botas entre 3.000 y 6.000. Además, por cada compra la gente recibe un vale con puntos que puede canjear en junio o diciembre y llevarse ropa sin pagar un peso. Para esas dos jornadas anuales, hay gente que hace fila afuera de los roperos desde las tres de la mañana.

Carmenza está pensando estudiar psicología o servicio social, porque aquí en el Banco de Ropa encontró su vocación de servicio. También ha tenido algunos episodios agridulces, principalmente cuando le toca explicarles a algunos donantes por qué se cobra la ropa que ellos regalan; algunos incluso se molestan, porque no saben que su donación debe pasar por un proceso de lavado y planchado en el cual se gasta agua, luz, personal, y todo eso tiene un costo. Pero además, les dice que con el dinero que sobra, si es que eso sucede, se colabora con otros programas de la Corporación El Minuto de Dios. Por ejemplo, con el de la entrega de casas a personas menos favorecidas.

Parte del éxito del Banco de Ropa ha sido llevar el control de todo lo que se vende mediante un software diseñado especialmente para los roperos. Gracias a ese control, se pueden reponer con celeridad las prendas que más salida tienen.

Alianzas con la moda

Muchas veces una prenda está en buen estado pero tiene un defecto: una mancha pequeña, un huequito o cualquier otro detalle menor. Esa ropa defectuosa va a las manos de los estudiantes de Diseño para la Industria de la Moda del Sena, quienes desde hace tres años reciben clases de “supraciclaje” en el galpón del Banco de Ropa. Un espacio acondicionado con máquinas de coser, telas y todo tipo de materiales y herramientas para transformar las prendas que tienen ese pequeño desperfecto. La profesora Ivonne Waltero cuenta:

—Hay mucha ropa que se pierde aunque esté buena, y con hacerle algún ajuste, se puede rescatar: una chaqueta de hombre que se convierte en una chaqueta de mujer; una blusa a la que se le quitan las mangas y esa tela se usa para hacer un bolsillo que tape un hueco pequeño; un pantalón que se convierte en short o al que se le adiciona un adorno. Así no se pierde.

Cheryl Payares, estudiante del Sena, trabaja con un grupo de compañeras en la refacción de una chaqueta a la que tuvieron que sustituirle las mangas porque los puños estaban roídos. Como no tenía cuello, se les ocurrió ponerle capucha:

—Me gusta esta materia porque he aprendido a reutilizar ropa que antes iba a la caneca. Aquí la reutilizamos y llega a otras personas que la van a ver como nueva.

El Banco de Ropa también tiene alianza con la Corporación Unificada Nacional, que dicta Diseño de Modas, y juntos realizan proyectos textiles como el de convertir blue jeans en mochilas. Otros aliados son algunas marcas que donan sus saldos dos veces al años. También Opaín, la empresa que administra el Aeropuerto El Dorado, dona al Banco de Ropa todo lo que deben dejar los pasajeros antes de subir al avión: navajas, cortaúñas, cremas, perfumes... Todo, absolutamente todo lo que llega desde Opaín se dona o se vende en los roperos. Parte del convenio consiste también en que la empresa invite a sus empleados a que donen lo que no usan. El Banco de Ropa lleva canastas a las oficinas y hace una charla de sensibilización. Igual opera en algunos colegios.

Graciela Pulido de Garzón trabaja como voluntaria desde que se creó el ropero. Asegura que viene gente de todos los estratos porque se encuentra de todo y la presentación es excelente: todo está limpio y ordenado, todo se ve bonito. Hay tiendas de ropa usada en los barrios, dice, pero muchos prefieren venir aquí porque todo es bonito. Ella conoce a los clientes fijos, los ve evolucionar, muchachos que terminan la universidad y cuando entran a trabajar compran sus mudas aquí:

—Vienen todos elegantes a seguir comprando y también traen lo que ya no usan —cuenta—. Esto es vida, es alegría, es felicidad, es servir y aportar un granito de arena a las personas menos favorecidas. No es mucho lo que uno hace, pero ese poquitico creo que sirve y eso da mucha alegría.

Patricia Cruz cuida y mantiene el Banco de Ropa y Roperos con los mimos que le dedicaría a un hijo. Por eso sigue al frente de este programa, que forma parte de una enorme obra social que inició hace 60 años el padre Rafael García Herreros. Patricia dice:

—Lo que quería el padre García Herreros era apoyar a las familias de escasos recursos de una forma integral. Nuestra forma de intervenir con el Banco de Ropa y Roperos está basado en el mismo modelo que él construyó.

Banco de Ropas y Roperos en cifras

• 1.858.533 prendas se han procesado y distribuido (de noviembre 2006 a octubre de 2016). 


• 258.746 personas atendidas y beneficiadas por los roperos, desde julio de 2010 a octubre de 2016.

• 
14 roperos en todo el país (2 en Bogotá, 2 en Soacha, 2 en Cali, y 1 en Cartagena, Medellín, Popayán, Barranquilla, Pasto, Lérida, Yopal y Cúcuta, el último que se inauguró). 


• 8 empleados trabajan en el Banco de Ropa.

• 
79 mujeres trabajan como voluntarias atendiendo a la gente 
que va a los roperos. El Minuto de Dios les paga transporte 
y comidas.

• 
400 puntos de recolección de ropa tiene Servientrega en 
todo el país.

• 
Entre 360 y 600 toneladas de ropa usada se desecha cada 
día solo en Bogotá, según la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP). 


La ropa se recibe en:

• Oficinas de Servientrega

400 en todo el país. Aquí encuentra todas las direcciones:

www.minutodedios.org

• Banco de Ropa

Transversal 73 No 82-61, Barrio Minuto de Dios, Bogotá.

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María Gabriela Méndez

Periodista. Editora de Bienestar Colsanitas.