Desde el año pasado, Colombia se ha encaminado por la senda de buenas prácticas en el mercado cosmético. Sin embargo, aún existen muchos puntos de vista frente al testeo y se discute si los medicamentos se deberían o no probar en animales.
l 10 de agosto de 2020, mediante la Ley 2047, Colombia se convirtió en el primer país de América Latina en prohibir expresamente las pruebas en animales para la fabricación de productos cosméticos.
Con esta medida que entrará en vigencia dentro de tres años, el Gobierno busca incentivar el fortalecimiento de los laboratorios e instituciones de investigación que desarrollen modelos alternativos y eviten estos testeos, y le permitan integrarse al selecto grupo de 40 naciones con legislaciones más éticas y menos crueles, como Reino Unido, Nueva Zelanda, India, Australia e Israel, entre otras.
Elsa Navarro, Vicepresidente de Marketing y Comunicaciones en Khiron Life Sciences, asegura que desde hace cuatro años los países de América Latina han emprendido una carrera para alinearse con este tipo de políticas y prácticas libres de maltrato, para ser más competitivos en el mercado internacional. “Estamos en un momento en el que la industria, al menos la cosmética, ha dado un vuelco hacia ingredientes activos naturales, orgánicos y amigables tanto con animales como con los humanos”, comenta. “El consumidor, que hoy es mucho más consciente, informado y exigente, se ha encargado de obligar a las marcas a cambiar sus políticas en muchos sentidos. Es el consumidor quien se ha puesto en la tarea de exigir que sus productos contengan todos los sellos que los certifiquen en el uso de materiales ecológicos y en ser libres de crueldad animal”.
Pareciera natural que todo lo que nos muestran en diferentes campañas como aquella que se hizo viral, “Save Ralph”, y otras promovidas por PETA y varias organizaciones animalistas fuera tajantemente rechazado en el mundo entero, cuando se supone que existen avances científicos capaces de hacer todo tipo de pruebas de laboratorio —cultivos de piel, tecnología con chips, simulaciones sofisticadas en computadora, cultivos en 3-D de células humanas, estudios epidemiológicos, entre otros—, sin tener que maltratar a ningún ser vivo.
Es el consumidor quien tiene la tarea de exigir que sus productos contengan todos los sellos que los certifiquen en el uso de materiales ecológicos y en ser libres de crueldad animal.
Aún sin consenso
Sin embargo, es un tema que sigue siendo polémico. Muchos científicos, personal de la salud y expertos están de acuerdo en el uso de testeos en animales, especialmente en lo que se refiere a productos farmacéuticos, ya que consideran una prioridad el producir productos lo más seguros y confiables posibles para el uso humano.
Frente a esto, hay opiniones encontradas. Por ejemplo, Karl Bygrave, director de la compañía británica Lush, una de las más contundentes en sus políticas medioambientales y animalistas, comenta: “Experimentar con animales no tiene sentido porque sus resultados no son directamente aplicables a los seres humanos. Los unos y los otros difieren considerablemente en cuanto a la anatomía, fisiología y metabolismo. No es posible predecir si un humano va a reaccionar de manera idéntica basándonos en sus resultados”. Esta misma teoría es avalada por un estudio de 2014 publicado en el British Medical Journal, el cual afirma que la investigación basada en animales a menudo falla cuando se prueba en humanos y son pocas veces adoptados en la práctica clínica.
Por su parte, Eduardo Rodríguez Yunta, doctor en Biología Celular y Molecular de la Universidad de Chile, asegura que son extremas las dos posturas: tanto la de condenar toda investigación con animales, como la de exagerar el papel de la investigación con animales como modelo de enfermedades humanas. En su opinión, se debe encontrar “una postura intermedia entre el uso de animales en investigación para ajustarse al imperativo moral de curar y prevenir enfermedades humanas, pero buscando formas de reemplazar y reducir el número de animales y de disminuir su sufrimiento”.
Finalmente, no podemos dejar de lado a China, un país que mueve miles de millones de dólares anuales en el mercado de la cosmética, pero donde es obligatorio por ley probar todos los productos en animales, antes de ser comercializados para el consumo en humanos.
Muchas marcas cosméticas, como es el caso de la colombiana Kuida, han tenido que sacrificar su atractiva llegada al inmenso mercado del país oriental, porque no pueden garantizar que al pisar suelo chino, sus productos no sean probados en animales, aún cuando ya hayan sido completamente testeados en sus países de origen.
Otras grandes marcas, aún cuando llevan el sello “Cruelty Free” en sus etiquetas, han tenido que hacerse los de la vista gorda ante su presencia en un obligado mercado asiático.
¿Cómo saber que un producto es 100% libre de maltrato animal?
“Una buena forma es comprar marcas locales e independientes. Más allá de los sellos que pueda tener un producto, es más fácil confiar en que una marca pequeña de cosmética natural realmente rechace y evite cualquier tipo de testeo en animales”, comenta Sibila Mejía, fundadora de Sine díe cosmética natural, una marca colombiana de aceites vegetales para la hidratación y cuidado del piel y el pelo.
Por su parte, la ONG Te Protejo Belleza sin testeo animal, explica que esta tarea puede ser un poco confusa. Así que estos son algunos tips que pueden ayudarle a elegir un producto: primero, revisar que el empaque tenga el sello oficial de Cruelty Free, pero además que aparezca en los listados de marcas certificadas, que no aparezca en los listados de vetados por PETA, que no se venda en China y, preferiblemente, que sea una marca local o independiente y vegana.
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