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Ana Galvañ

La travesía ilustrada de Ana Galvañ

Lectora precoz y exploradora del color, esta artista española ha construido una obra en la que se cruzan cómic, diseño gráfico y ciencia ficción. La invitada especial del Salón Visual Bacánika estuvo en la Bodega Comfama, en Medellín.

Ana Galvañ creció rodeada de arte, sobre todo de música. Su madre era profesora de historia y arte y su padre, un médico apasionado por el dibujo, el cine y la literatura de ciencia ficción. Una pareja que le brindó libertad creativa. Desde pequeña tuvo acceso sin filtros a libros, películas y cómics. “Tenía al alcance de mis manos casi cualquier producto cultural que un adulto quisiera tener en los años ochenta”, dice la artista nacida en Murcia. Desde pequeña, leía a Philip K. Dick y a Stanislaw Lem, y veía 2001: Odisea del espacio sin comprenderla del todo, pero intuyendo que había algo más allá de la trama. Dragon Ball fue su primer vínculo con el cómic, y desde entonces su conexión con la narrativa ilustrada no se rompió.

Se licenció en Bellas Artes en Valencia y, aunque la ilustración y el cómic no estaban en el plan de estudios, los exploró por cuenta propia, guiada más por la intuición que por una meta definida. Resume su formación universitaria como un impulso para “salir al mundo y atreverse”. En su último año, hizo un intercambio en Southampton y se coló como asistente en clases de ciencia ficción, donde descubrió autoras con las que resonaba. Por aquella época de la universidad, Ana no tenía claro que se convertiría en ilustradora, pero sí sabía que debía trabajar. “Me daba miedo saber que iba a terminar la carrera y no iba a tener el apoyo económico de mis padres”, afirma con honestidad. Por eso, se especializó en diseño gráfico y empezó su vida profesional en la publicidad. En sus ratos libres, sin ninguna instrucción formal, comenzó a dibujar.

Salón Visual Bacánika
Salón Visual Bacánika

Lo que nació como una práctica intuitiva se convirtió en su vocación. Su ilustración fusiona el diseño gráfico con el lenguaje del cómic. Ana dibuja desde una pulsión nostálgica que atraviesa toda su obra. “Casi todo lo que hago tiene un punto retro”, dice. Su estilo se gestó a partir de influencias del manga clásico y del anime ochentero, pero también de películas como Tron, con sus líneas retroiluminadas, y de cómics de autores como Moebius, de Francia, y los hermanos Hernández, de Estados Unidos.

A esa base visual se suman referencias de la Bauhaus alemana y del constructivismo ruso. Gracias a esa arquitectura invisible el de Ana Galvañ es un lenguaje visual depurado, que concentra sensibilidad artística junto a potencia gráfica. 

El color es uno de los recursos que más rápidamente saltan a la vista: no es un adorno; sino que construye, intensifica y contrasta. A esta colorimetría se suman trazos sutiles, que delimitan sin rigidez y permiten que la forma respire. “El dibujo en sí es muy sencillo, pero se complejiza con las capas de color que hacen parte de la composición”, afirma Ana. Entre sus obras más destacadas están los cómics Pulse Enter para continuar y Tarde en McBurgers. El primero reúne relatos publicados en fanzines y otros creados especialmente para el libro. El resultado fue una estética vibrante y un hilo narrativo sutil que enlaza historias en apariencia desconectadas. “A mí me gusta mucho generar una especie de rompecabezas que las personas tengan que armar para comprender la historia; hay gente que me odia por eso, pero también hay personas a las que les encanta”, afirma.

Salón Visual Bacánika
Salón Visual Bacánika

Por otra parte, Tarde en McBurgers nace del recuerdo de un cuarto que vio en la infancia en una hamburguesería de Murcia: “Parecía mágico y misterioso en mi mente, pero probablemente era un almacén”, menciona Ana. En ese escenario nacen personajes que hablan del futuro, envueltos en humor, surrealismo y ciencia ficción.

Aunque las ilustraciones de Ana se han publicado en medios como The New York Times y The New Yorker, ella no pone eso en primer plano. Lo menciona con la misma naturalidad con la que habla de su amplia trayectoria en fanzines. “A pesar de que yo soy una persona tímida, en las microeditoriales se me ha dado notoriedad. Y esa voz la he aprovechado para hablar de lo pequeño, de las mujeres y de lo que sucede a los márgenes porque a mí siempre me ha interesado mucho eso”, menciona. Su vínculo con el cómic independiente es igual de firme que el que mantiene con las editoriales internacionales. No hay pretensión, pareciera que lo que la mueve es seguir dibujando.

Salón Visual Bacánika

Hoy escribe microrrelatos que aún no publica. Al igual que sus cómics, “son una mezcla de experiencias propias, ajenas y de las cosas que consumo”, señala Ana. Su proceso creativo al ilustrar se ha vuelto más físico. Hace todos los bocetos en libretas, porque intenta pasar menos tiempo delante de las pantallas. Trabaja por episodios, que escanea y redibuja. Las libretas están “muy en palotes [sin mucha delicadeza o perfección]… como muy en abstracto”, cuenta. Para ella, estas son el núcleo de la creación.

Su rutina diaria para ilustrar empieza en el gimnasio: “Si no lo hago, mi espalda no podría aguantar tantas horas de trabajo”, dice Ana. Después se instala a dibujar, alternando los trazos con pausas. Toma café, lee y ve alguno que otro episodio de una serie. Esa fragmentación le permite respirar sin salir del foco creativo. Revisa sus bocetos en el celular, pues según ella, “verlo todo en pequeñito te cambia la percepción; cuando estás dentro se pierden algunos detalles”. En medio de esa rutina, el bienestar aparece como una certeza sencilla: estar rodeada de personas que la quieren y disfrutar del arte en las más diversas expresiones. “No estoy nadando en dinero, pero me da igual. Soy feliz haciendo lo que me gusta”, añade.

Este año, gracias al apoyo de la embajada de España, Ana participa como invitada internacional en el Salón Visual Bacánika 2025, la convocatoria de ilustración más grande de Colombia. La muestra reúne 80 piezas seleccionadas entre miles de postulaciones y se exhibe simultáneamente en la Bodega de Comfama de Medellín y en espacios culturales de Bogotá. “Me hace mucha ilusión porque creo que, como artista, me alimenta conocer a todas las autoras y autores probablemente emergentes”, señala Ana. Ya ha visitado Colombia y guarda un afecto profundo por su escena creativa, pero esta vez la redescubre desde otro lugar.