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Bienestar Colsanitas

Dolly Montoya: "Podremos crecer como país si nos alineamos en torno al bienestar social”.

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La rectora de la Universidad Nacional de Colombia apuesta por el desarrollo de la educación, la ciencia y la tecnología. Para ella, el camino a la paz empieza por generar conocimiento.

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los 19 años Dolly Montoya se enfrentó a los prejuicios de la época: eligió una carrera universitaria tradicionalmente de hombres, química farmacéutica. El contexto de entonces puede dibujarse en una escena: un profesor le dijo que se fuera a cocinar y abandonara su pretensión de ir a buscar marido a la universidad. La indignación le alcanzó para tirarle la tiza en los zapatos y pedir respeto. El profesor no rectificó su falta, sino que la echó del salón. Detrás de ella salieron sus compañeros como muestra de solidaridad.

Aquella es una anécdota que hoy, desde la bella oficina dela rectoría de la universidad más grande del país, recuerda con humor: “No he tenido ninguna dificultad por ser mujer. Me ha encantado. Siempre he vivido en el mundo de los hombres”, dice la recién electa rectora de la Universidad Nacional de Colombia a sus 70 años de edad.

Efectivamente, una de las paredes de la rectoría afianza lo que Montoya dice: en las tres filas de fotos de todos los rectores —43 para ser precisos— que ha tenido la Universidad en los últimos 150 años, ella es la única mujer.

Pero ese logro, confiesa, no significa un sobresalto: “Creo que este cargo me llegó cuando tengo el ego en la justa dimensión. Me parece honorífico; sí, hay un reconocimiento de tanto trabajo, pero sé que falta mucho”. Son las palabras de alguien que solo piensa en seguir construyendo; alguien que vive plenamente su momento de sabiduría después de haber recorrido casi 40 años de carrera académica, como profesora, directora académica, vicerrectora de investigación y líder fundadora del Instituto de Biotecnología, que en 2017 cumplió 30 años.

Su hoja de vida es un buen retrato de sus gustos, talentos e intereses: egresó como química farmacéutica de la Universidad Nacional de Colombia, hizo una maestría en ciencias biomédicas básicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, luego egresó de la Universidad Técnica de Múnich como doctora en ciencias naturales —con una tesis distinguida como magna cum laude— y realizó una estancia posdoctoral en la Unidad de Investigación de Política Científica en la Universidad de Sussex (Inglaterra). Su lista de investigaciones, asesorías, proyectos, cursos, tutorías, reconocimientos y premios es enorme. Un resumen escueto incluye 62 artículos de investigación publicados en revistas especializadas y capítulos en siete libros, así como una patente.

Desde marzo de 2017 está al frente de una institución con sedes en varias ciudades del país, 53.000 estudiantes y 3.000 profesores. Durante su gestión, que terminará en 2021, se ha propuesto construir caminos hacia el desarrollo de escenarios de paz. Esto es, conocimiento al servicio de la comunidad.

¿Cómo ha cambiado la universidad en la que usted estudió con respecto a la que hoy dirige?

La universidad ha cambiado mucho, como ha cambiado el país, la historia. A mí me tocó una generación de corte. Los esposos en aquella época tenían la imagen de la mamá, del ama de casa perfecta. Para ellos fue muy duro porque íbamos a la universidad, pensábamos, hacíamos política… Ellos querían las dos cosas. Fue difícil asumir ese otro tipo de organización familiar. En esa época, las compañeras que se casaban se retiraban de la universidad porque el esposo les decía: “La universidad o yo”. Pero eso ha cambiado muchísimo, porque hemos venido ganando espacios.

Y ¿qué piensa de esa “elección” que tenían que hacer las mujeres entre la universidad y el esposo?

En el fondo es no entender qué es una pareja. Porque no se entiende la libertad del otro, y sin libertad no hay amor, refiriéndome a la capacidad de elegir. Y la pareja debe ser la que te apoye en lo que tú quieres ser. Que ninguno viva el proyecto de vida del otro, sino que los dos compartan y se apoyen.

Fue un profesor de química quien la hizo enamorarse de la ciencia. ¿Qué debe tener un docente para apasionar a sus alumnos?

El mejor profesor es el que con su ejemplo enamora al estudiante del conocimiento. Y yo creo que mi profe Antonio tenía eso. No andaba echando discurso, sino que se ponía su bata, iba al laboratorio, hacía su experimento y se preocupaba por que todos entendieran. Era un ejemplo de vida, un gran ser humano.

¿Cómo fue empezar de cero la fundación de un instituto de biotecnología?

Yo estaba regresando de hacer mi maestría en México y me presenté en el concurso de docente de la Nacional. Allí les dije que quería crear un instituto de biotecnología. Ellos me comentaron que otros habían intentado hacerlo y no habían podido. Yo les dije: “Yo sí lo voy a hacer. En diez años los invito a la inauguración”. El rector nos aseguró que no había ni plata ni profesores. Entonces busqué en toda la universidad a ver quién hacía algo parecido a biotecnología y convencí a los profesores de varias facultades. Luego hicimos un diagnóstico de la biotecnología en Colombia y sobre eso diseñamos un plan estratégico de lo que se debía hacer. Logramos reunir 30 millones de dólares donados por varios países. No empezamos por el edificio, sino por consolidar una masa crítica. Decidimos empezar a trabajar en red con los laboratorios que ya había en la universidad y así estuvimos ocho años. Es cierto eso de que la ciencia es 5 % de talento y 95 % de disciplina.

¿El Instituto de Biotecnología es el logro del que se siente más orgullosa?

Más que del aviso, me siento orgullosa de la comunidad académica que logramos construir. En el Instituto tenemos debates académicos muy fuertes porque hemos crecido en medio de la diversidad, y como es una comunidad muy capaz, entonces normalmente nunca estamos de acuerdo, aunque eso nunca lo llevamos al terreno personal. Hemos logrado consolidar una comunidad que jamás ha dejado botado un proyecto. Los proyectos son de calidad, los estudiantes se forman, creamos una cultura de trabajo. Eso es lo que me deja más satisfecha.

Usted solo habla en la primera persona del plural: “hicimos”, “fundamos”, “trabajamos”, “investigamos”…

Nunca me apasioné por la ciencia de manera individual, siempre pensé que uno solo no hace nada. Soy una convencida del liderazgo colectivo, y todo lo que he hecho en mi vida lo he hecho respetándome a mí, al otro, al colectivo. Porque en la medida en que seas capaz de escuchar al otro, de reconocer su conocimiento, puedes crecer. No creo que las instituciones sean para tener cabecillas, sino para hacer trabajos colectivos y crecer como comunidad. Un líder tiene que medirse por cómo creció su comunidad en el tiempo de su liderazgo.

En el mundo laboral, aunque ha cambiado, sigue habiendo diferencias. Usted ha contado que en las empresas había una selectividad de género y preferían a los hombres. ¿Cómo ve el panorama hoy?

Las convocatorias de trabajo decían “solo para hombres”. Ahora ya no se puede porque la Constitución lo impide. Es distinto en la Universidad Nacional, donde hombres y mujeres tenemos el mismo salario y este depende de la formación. Hoy en día 36 % de docentes, 30 % de la fuerza laboral y 40 % de estudiantes son mujeres. Aunque la participación ha crecido mucho, faltan más mujeres en los cargos directivos. Las mujeres tenemos otra forma de dirigir. Hombres y mujeres tenemos diferentes capacidades. El poder masculino tiene una forma de actuar y el poder femenino tiene otra, y juntos construimos mucho. La competencia de género no es buena.

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Las mujeres tenemos otra forma de dirigir. El poder masculino tiene una forma de actuar y el poder femenino tiene otra, y juntos construimos mucho”.

 

 

Con su familia vivió de cerca la violencia. Ahora que está en sus manos el rumbo de la institución de educación superior más importante del país, ¿cuál debe ser el papel de la universidad en este momento histórico de Colombia?

Algo que no hemos entendido en este país es que el conocimiento genera riqueza, y por eso siempre la educación ha estado en un segundo plano. La locomotora no camina sola, camina si detrás hay un país que entiende que la ciencia, la tecnología y la innovación son las que empujan su desarrollo. Por eso la locomotora sigue parada.

Pero ¿cómo avanzar en ese sentido?

Colombia dedica 0,4 % del PIB a ciencia, tecnología e innovación. ¿Por qué Corea está desarrollada? Porque invierte el 4 %. ¿Por qué Suecia se desarrolló a esa velocidad? Porque invierte el 4 %. Brasil, Chile… todos invierten más que nosotros. Hay que definir una política pública, impulsar la innovación social para mejorar la calidad de vida de las comunidades y la innovación tecnológica y productiva para mejorar la calidad de la producción y la competitividad, que generen empleo. Nosotros lo tenemos todo, sabemos cómo hacerlo, sabemos cómo llegar, pero nos falta dinero. Nosotros podemos hacer mucho con conocimiento, esa es la tarea de la universidad.

Su trabajo desde la Vicerrectoría de Investigación sobresalió por abrir vínculos entre la empresa privada y la academia. ¿Seguirá siendo una política durante su gestión como rectora?

La ciencia y la tecnología generan bienestar social. Los países que lideran el mundo económicamente son los que tienen los mejores indicadores en ciencia y tecnología. No es un problema de capacidad. Cuando estudié en Alemania entendí que son sistemas nacionales que se armonizan con una meta de Estado. Tenemos que definir en qué queremos ser buenos. Solo podremos crecer como país si nos alineamos todos los actores en torno a un propósito superior, que nos dé bienestar social y beneficio económico.

Tres años van a ser muy pocos…

Mi nieto de 15 años me dijo: “Abuelita, siembra diez semillas y haz que le nazcan raíces muy profundas para que nadie las pueda arrancar”. Es eso: dejar sembrados unos caminos para que otra gente vaya siguiendo ese sendero.

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Usted fue madre a los 21 años. ¿En algún momento se planteó tener que decidir entre la academia y la maternidad? En su caso no fue un obstáculo,pero sí debe haber sido muy difícil…

Si volviera a nacer no lo haría. Esperaría terminar mis estudios de postgrado para ser madre. Uno tiene etapas en la vida, pero a mí me tocó vivir todo al tiempo y no creo que sea el mejor ejemplo. Lo hice, lo agradezco, porque ahora tengo nietos grandes, estoy absolutamente feliz, no me pesa un minuto lo que he hecho, pero eso no me impide poner el retrovisor y ver que hay etapas para todo. Yo siempre quise ser mamá, eso sí lo tuve claro. Lo que pasa es que me anticipé.

¿Cómo es de mamá? ¿Cómo fue la crianza de sus hijos?

Durante su etapa de formación yo era la mamá y ellos los hijos. Hoy en día soy la mejor amiga de ellos. Los hijos necesitan padres estructurados y fuertes, no para controlarlos, sino para darles marcos. Para que sean responsables con ellos mismos, con el otro, con la sociedad, con el medio ambiente. Tienen que ser innovadores de manera permanente y no pueden vivir en la zona de confort, tienen que vivir en la incertidumbre, porque solo en la incertidumbre se puede crear. Fui exigente y disciplinada, mucho, sobre todo con mi ejemplo.

¿Qué recuerdo feliz guarda de su infancia?

Tuve una infancia muy feliz. La etapa más feliz de mi infancia fue en las condiciones más difíciles. Nos fuimos al Caquetá. Vivíamos en una casa a la orilla del río, era muy chévere. Recuerdo la sensación de la brisa de la mañana, antes del amanecer, cuando nos bañábamos en el río y luego íbamos a desayunar, era un momento de familia muy lindo.

¿Qué personaje histórico ha sido inspirador?

Marie Curie. Ella decía que la ciencia debe estar en el corazón de la humanidad. Es decir, que la ciencia no puede estar aislada del mundo. Una mujer maravillosa.

¿Cómo se imagina su vejez?

Haciendo proyectos. Construyendo, construyendo, construyendo, puede que no al mismo ritmo, pero construyendo.

¿Qué universidad le quiere dejar a sus nietos?

Una donde se puedan sentir realizados.

¿Qué hace en sus ratos libres?

Me gusta leer, me gusta la música, hago pilates, me gusta aprender nuevas cosas, me gusta la tecnología, mis estudiantes me enseñan. Eso me encanta: probar, conocer cosas nuevas.

¿Cómo hace para mantener el equilibro?

Me gozo cada minuto. Hoy estoy feliz en esta entrevista. No estoy pensando en el tiempo, me gozo todo. Me gozo estar con mi familia. Me toca sacarle más tiempo a descansar. Si uno no se estresa, puede equilibrar todo. Combato el estrés meditando mañana y noche, así sean diez minutos.

¿Qué es bienestar para usted?

Es un conjunto de todas las cosas. Puede ser individual o colectivo. Es poder tener en equilibro la salud, la educación, la recreación, todo lo que nos haga mejores seres humanos. La ética es bienestar. Puedes vivir tranquilo si eres ético.

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¿Un trabajo difícil?

El de ama de casa. Yo les rindo culto porque me parece lo más difícil del mundo. Se necesita ser muy sacrificada y generosa para asumir ese rol.

¿Qué hábito ajeno no soporta?

La mentira.

¿Una guerra justificada?

Ninguna.

¿Por qué cosas siente compasión?

Por la terquedad.

¿Un plato para repetir siempre?

Arepa. Me encanta.

Si pudiera comprar una obra de arte de algún museo, ¿cuál compraría?

La Gioconda.

¿Un Nobel incómodo?

Todos han hecho su esfuerzo.

¿Una heroína de la vida real?

Manuelita Sáenz.

¿Un lugar para retirarse?

No he soñado con eso. No sueño con retirarme.

¿Un libro de cabecera?

La montaña mágica.

¿Una manía?

El trabajo.

¿Un arma de seducción?

Argumentos claros.

¿Un lema?

Todo se puede. O más bien: si quiero, puedo.

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María Gabriela Méndez

Periodista. Editora de Bienestar Colsanitas.