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Bienestar Colsanitas

Un divorcio en primera persona

Ilustración
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Ponerle fin a una relación es doloroso, pero también puede ser una oportunidad para conocernos y sanar heridas pendientes.

SEPARADOR

Divorcio 1

A

hora que ya no estamos juntos después de una relación de doce años, entre noviazgo y matrimonio, coincido con lo que me dijo una amiga: “la única forma de saber si una relación funciona es pasando por ella”. También entendí que amar al otro es una decisión que se toma activamente cada día. Y vaya que aprendí la lección: nada, ni siquiera el amor, permanece de pie por sí solo.

Es muy difícil asumir una unión sentimental desde esa perspectiva si estamos constantemente bombardeados por romances de Hollywood y empalagosas baladas pop. La educación emocional de nuestra cultura nos promete relaciones de pareja perfectas y amor eterno a toda prueba.

Pero las estadísticas sugieren que estas formas de compromiso se han debilitado o, por lo menos, no aplican para todas las personas. En 2015 se atendieron cerca de 1.200 casos de nulidad de matrimonios católicos en el país. Y según un estudio de la Superintendencia de Notariado y Registro, en 2017 por cada tres matrimonios civiles hubo un divorcio en Colombia. En números redondos, los matrimonios han disminuido un 3,3 % en el país desde 2014.

Si formamos parte de las estadísticas y ya nos estamos enfrentando a la separación, hay dos opciones: asumir el duelo o evadirlo. Podemos elegir las estrategias más comunes: el clavo que saca a otro clavo, ahogar las penas en alcohol, gastar noches enteras viendo películas y comiendo helado. Pero también podemos probar otras alternativas. Esto último fue lo que yo hice.

Divorcio 3

Una salida en espiral

El consultorio de la psicoterapeuta Patricia Hernández Uricoechea sirvió de espacio para que mi pareja y yo fuéramos concretando poco a poco la decisión de separarnos, con ella como mediadora. Por alguna razón, pensé que la negociación sería más conflictiva. Pero ambos estábamos casi coordinados para cerrar nuestro capítulo, quizás convencidos de que era lo mejor. Recuerdo haberle dicho a él que ojalá hubiéramos estado tan alineados para seguir juntos como lo estuvimos para separarnos. Nunca nos planteamos intentarlo de nuevo.

Más adelante regresé con la doctora Hernández para que me ayudara a atravesar el duelo. Cuando acabó la convivencia en matrimonio descubrí que cada detalle de la rutina cambiaría.

Cosas muy simples y cotidianas pueden tocar esa herida recién abierta: las verduras que se pudren en la nevera porque sigues haciendo mercado para dos; salir a pasear al perro y encontrarte con un vecino que pregunta por tu esposo y no saber ni qué decir.

El fin de una relación implica la muerte de ambas partes, y no es distinto cuando tú dejas o cuando te dejan, porque para los dos hay algo común: un morirse y arrancar de nuevo.

Una de las grandes frustraciones que he experimentado a lo largo del camino ha sido sentir que iba mejor y de pronto caer en un hueco de sentimientos negativos otra vez. Tener que procesar que esa persona con la que construiste pasado, presente y futuro ya no está y los planes en común tampoco; que de aquí en adelante lo que haga él no es de tu incumbencia. Volver a esos pensamientos de manera recurrente significaba un retroceso. O eso pensaba yo, porque me había programado para un avance lineal, como subir escalones para estar más arriba y progresar. O salir.

Pero con el tiempo he entendido que no se trata de superar un nivel para pasar al otro como en un videojuego. Y que nadie se salva de sentir negación, ira o culpa para intentar llegar a la aceptación y la superación, aunque no justamente en ese orden. Estudiosos de la mente explican que nuestros procesos de aprendizaje no son lineales, y que esta supuesta secuencia de etapas en el duelo se desarrolla en una especie de espiral en la que repetimos estas sensaciones una y otra vez. En cada bucle de esta espiral vamos un poquito más adentro de nuestro interior, a un nivel más profundo.

Puede ser muy confuso tratar de entender lo que nos está pasando, incluso pueden despertarse conflictos muy complejos del pasado. Por eso es conveniente buscar ayuda terapéutica. Un acompañamiento profesional que se ajuste a las necesidades particulares, alguien con quien sintamos afinidad y nos dé herramientas. Al menos, fue lo que me funcionó.

Síndrome de abstinencia

Para muchas personas lo más exigente del rompimiento es asumir el dolor inicial, porque puede ser desgarrador. Con la terapia pude liberar mucho llanto, algunos dolores muy viejos y que no correspondían con el duelo por el divorcio. Físicamente fue agradable, descargué de mi cuerpo una tensión que al principio ni siquiera podía reconocer.

Hay un factor biológico: la tusa desencadena un desequilibrio químico en el cuerpo. Bajan los niveles de oxitocina, serotonina y dopamina, sustancias que producen sensación de bienestar, satisfacción y optimismo. Por eso, cuando la persona amada o la relación desaparece se produce una especie de síndrome de abstinencia. También hay un factor emocional: caemos en una crisis que nuestro entorno social puede percibir como peligrosa, y por eso familiares y amigos presionan para que uno evite o supere lo antes posible este momento.

A mí me ayudó estar en un país que no es el mío, sin familia y bastante sola. Pero sé que para otros el aislamiento puede jugar en su contra. Lo ideal, desde cualquier condición, es tener un espacio y un tiempo para el dolor. Si es posible, tomar una pausa, delegar a alguien las responsabilidades más urgentes y pedirle a una persona de confianza que se acerque esporádicamente a revisar si uno está bien, o le traiga un plato caliente o algo que lo haga sentir cómodo.

“Las emociones son fuertes, no hay que domarlas ni controlarlas. Hay que dejarlas fluir, escuchar la información que traen consigo y dejarlas pasar. No hay que sentir miedo de que el dolor te paralice completamente. El mismo impulso vital te levantará, la naturaleza es sabia, funciona”, dice la terapeuta Patricia Hernández.

Este cambio de percepción requiere mucho esfuerzo y es bueno premiarnos con placeres sencillos. Yo me permití tomar siestas sin sentir culpa, empecé a comer mejor, leí algunos libros que tenía en la lista de “pendientes”. Conectarme gradualmente con el placer aumentaba la capacidad de sentirlo. Y así, poco a poco, iba a poder retomar la rutina, volver a arrancar un proyecto con mucha calma y, por supuesto, disfrutar.

Divorcio 2

Rabia solapada

Sentí mucha rabia: porque las cosas no resultaron como esperaba, por creer que el otro debía ceder, porque cambió o no cambió; porque me di cuenta de que la relación no era lo que yo creía o por no notar que se estaba dañando. En un punto, descubrí que ya no distinguía si los motivos de mi rabia eran reales o no. De todas formas, no podía dejar de sentirla.

Cuando se fue diluyendo la rabia más primitiva empezaron a colarse por las rendijas de la memoria los momentos más lindos que pasamos juntos. Por instantes volví a idealizar a mi pareja y la relación. Justo ahí es cuando comienzas a pensar en las cosas que hiciste o dejaste de hacer. Y, aunque el pasado ya no se puede corregir, te castigas y no te dejas disfrutar. La terapeuta me ayudó a salir de esa dinámica.

Siento que la verdadera autocrítica, reconocer que tengo mi cuota de responsabilidad en el fin de esta relación, llegará después. Pero parece que debo atravesar primero un torbellino emocional que todavía no sé cuándo se asentará.

Divorcio 4

El cuerpo que habitamos en pareja

De pronto empiezo a reconocer muy claramente palabras, gestos, expresiones, hasta chistes internos que yo no usaba antes de conocerlo a él. Muchos de esos juegos los construimos juntos. Llego hasta a detestar al comediante que tanto le hacía reír. Es en la distancia donde noto cómo esa persona se entrelazó conmigo desde detalles muy finos, muy profundos, durante un tercio de mi vida. Se siente amor, pero ya de otra forma.


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La clave es entender que el vacío solo lo puede llenar uno mismo. 
Cada momento de placer, es algo que te regalas a ti mismo
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Patricia Hernández describe el fin del enamoramiento como si abandonáramos dos cuerpos que esculpimos durante esa borrachera sentimental: “Si la relación termina, esas dos personas dejan esos cuerpos. En ritmos diferentes. Eso es lo doloroso, es como desprenderse del pellejo”.

En esos momentos me pregunto: ¿qué fue lo que cambió en mí o en él? ¿Por qué se dieron esos cambios? Es posible que durante el duelo revisemos el pasado desde nuevas posiciones y, con más serenidad, podamos analizar si la pareja o uno mismo ha sufrido una crisis por razones económicas, cambios geográficos, muerte de una persona cercana o cualquier otro factor externo. Si hay un cambio muy radical en esa situación que los afectó, se podría decir que, una vez atravesada la situación, es como arrancar otra relación distinta.

En nuestro caso, los dos últimos años estuvieron marcados por dos eventos familiares muy fuertes. En ese momento yo me preguntaba si nuestros problemas eran a raíz de estos sucesos o simplemente estaban tambaleando unos cimientos que llevaban débiles un rato. La vida nos presenta situaciones difíciles que son pruebas de fuego para la pareja: pueden asentar y fortalecer las bases de la relación o pueden resquebrajarla por completo.

Divorcio 5

La parábola del cuarto desordenado

Después de una larga convivencia, tener mucho tiempo en soledad fue desagradable por momentos. Pero creo que sin esa soledad hubiese sido imposible replantearme las cosas con calma, preguntarme si quiero volver a vivir en pareja y qué tipo de pareja deseo en un futuro.

Cada quien tiene sus ritmos, pero mi terapeuta recomienda siempre plazos largos a sus pacientes entre una relación y otra, para asegurarse de que no recaigan en los mismos patrones sentimentales o con una nueva pareja muy parecida a la anterior. A ella le gusta comparar una relación que termina con una habitación hecha un desastre; explica que ponerla en orden y limpiarla toma tiempo y trabajo. Cada persona se tarda un lapso distinto en ese asunto: unos recogen todo rápido y dejan el cuarto listo pronto; otros demoran más amoblando, pintando. Para Hernández, “no es sano ni vale la pena meter a alguien más, mientras ese cuarto está en caos”.

Es casi imposible pasar por una relación y salir exactamente como la misma persona que eras. Siempre hay una posibilidad de conocerse mejor a uno mismo a través del otro. Pero involucrarnos con alguien antes de tiempo no nos permitirá hacernos verdaderamente conscientes de esas conductas, creencias o roles que nos hicieron daño.

No estoy sola, estoy conmigo

De pronto me encontré pensando que quizá ciertas particularidades que a él le molestaban de mí no eran un defecto o algo molesto con qué lidiar. Y viceversa: cosas que halagaba de mí, para mí no eran tan importantes o cruciales, y las hacía solo para agradarlo a él. Supongo que, en cierta forma, él también habrá sentido lo mismo. Solemos abandonarnos dentro de la relación. No porque te lo pida tu pareja, ni siquiera porque exista un conflicto o presión en específico. Lo hacemos voluntariamente, por elección propia.

Según algunas teorías psicológicas, el desarrollo emocional con el que viviremos se forma en los primeros siete años de vida. Pero nadie tiene padres y entornos perfectos que nos permitan cubrir todas nuestras necesidades emocionales. Por eso, es probable que esas carencias o traumas salgan a relucir cuando compartimos la vida con alguien más.

La clave es entender que el vacío solo lo puede llenar uno mismo. Cada logro, cada momento de placer, es algo que te regalas a ti mismo. Volver a nuestros orígenes, retomar donde nos quedamos antes de la relación o reinventarnos por completo. La intenciónes reconectar con nuestra propia esencia, con quienes somos.

Podemos apreciar este momento de la vida como una valiosa oportunidad para observarnos, conocernos y sanar heridas pendientes. También rendir honor a lo que pasó, agradecer a esa persona que se cruzó en el camino. Por mi parte, recordar que, aunque pasamos cosas terribles juntos, y nos hicimos cosas terribles, fuimos afortunados en hacer el amor de verdad, muchas veces.

Tener el corazón roto puede ser uno de los dolores más grandes en la vida. Pero como escribió el compositor norteamericano Leonard Cohen, “Hay una grieta en todo para que la luz pueda entrar”. Y yo me quedo con esa luz.

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