Casi diez millones de toneladas de comida se desperdician en Colombia cada año. Es decir que lo que botamos en Bogotá, Medellín y otras ciudades podría alimentar varias veces a todos los niños de La Guajira —y hasta del resto del país—. Un problema complejo en el que todos podemos ayudar
A finales de marzo, el Departamento Nacional de Planeación publicó un estudio sobre pérdida y desperdicio de alimentos en Colombia. En un momento en que el país debatía intensamente por la situación de hambre en La Guajira, resultó aterrador saber que cada año los colombianos desperdiciamos el 34% de nuestra comida. En toneladas, la cifra es más drástica: 9,76 millones. Este es un problema en el que no hay inocentes; todos, desde el alto gobierno hasta el último de los consumidores, hemos sido responsables de perpetuar la situación. Por fortuna, la solución también está en manos de todos, y cada quien, desde su posición, puede evitar que la comida se quede por fuera de las mesas.
No es lo mismo perder que desperdiciar
Bien sea por pérdida o por desperdicio, hay mucha comida que no termina en la boca de la gente. Tal vez los dos conceptos sean parecidos, pero son diferentes. Según la definición de la agencia de las Naciones Unidas para la alimentación, FAO, la pérdida es la disminución de alimentos disponibles para el consumo humano en las fases de producción, postcosecha, almacenamiento y transporte. Es decir, todo lo que sucede antes de que la comida llegue a los mercados. El desperdicio se refiere a lo que ocurre después, es decir, al alimento que no se consume debido al comportamiento de vendedores (mayoristas y minoristas), los servicios de venta de comida —como restaurantes— y los consumidores.
Tal vez parezca un tecnicismo irrelevante, pero esa pequeña distinción puede marcar una diferencia enorme en la vida de millones de personas, si se tiene en cuenta que con solo eliminar las pérdidas, Colombia podría cumplir la mitad del primer Objetivo de Desarrollo del Milenio, es decir, erradicar la pobreza extrema y el hambre. También le daría un buen empujón al objetivo número cuatro: reducir la mortalidad en niños menores de cinco años.
Una cadena rota
En la etapa de producción agropecuaria, parte de la comida se pierde por prácticas inadecuadas y plagas prevenibles. Según Rafael Mejía, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC, otra parte de los alimentos se pierde por problemas de infraestructura y transporte, que deberían facilitar la salida de productos desde el campo. Si no hay carreteras o las existentes están en mal estado o quedan interrumpidas durante mucho tiempo (por ejemplo, por un derrumbe), parte de la comida ni siquiera puede salir de su región de origen. Si los camiones no cuentan con refrigeración o con buenas prácticas de carga (por ejemplo, si apilan en exceso las cajas o bultos), parte de su contenido puede llegar en mal estado a su destino. Lo mismo se aplica a los lugares de almacenamiento, como silos y bodegas.
Mejía confirmó que de la comida que queda en buen estado, una parte es rechazada por los supermercados, principalmente por los que atienden a estratos altos, porque no cumple con estándares de tamaño o apariencia, a pesar de que se trate de comida en perfectas condiciones para su consumo. Lo mismo sucede con los alimentos que se exportan. Los consumidores y los distribuidores —principalmente de países desarrollados— tienen unos estándares que no admiten frutas deformes, o muy chicas. Una parte de esos alimentos “feos” tienen salida en el mercado nacional, principalmente en supermercados de estratos medios y bajos. Sin embargo, parte de ellos ni siquiera alcanza a salir de las plazas mayoristas, como Corabastos.
El último eslabón del desperdicio está en los consumidores, bien sea en restaurantes o en las mesas familiares. Allí, la responsabilidad se debe principalmente a “tener los ojos más grandes que la barriga”. Comprar comida en exceso que no estará fresca cuando llegue el momento de consumirla y no almacenarla adecuadamente son algunas de las causas por las cuales se desperdicia comida en casa. Ordenar en un restaurante sin conocer el tamaño de las porciones también contribuye a que los alimentos se desperdicien.
Los que van un paso más allá
Freegans al rescate
En ese punto entran los freegans, una palabra que resulta de combinar free y vegan: gratis y vegano en inglés. Nicolás Duarte formó parte de un grupo de freegans que organizaban viajes a Corabastos para abastecerse de los alimentos que los supermercados no querían. “Nunca hubo rechazo. La gente de la plaza es muy tranquila. Con esa comida organizábamos una cena solidaria con comida freegan”, dice Duarte. Actualmente está alejado del movimiento, y tiene su propio negocio de comida vegetariana a domicilio llamado Velosos. Aunque la fuente de su comida ya no proviene de los descartes de Corabastos, la experiencia le enseñó mucho a apreciar los alimentos. Aquello que no alcanza a vender lo reparte entre los indigentes y otras personas necesitadas.
El pan del desayuno
Una panadería artesanal del norte de Bogotá entrega a diario una canasta con el pan que no se vendió a dos amigas que se turnan para recogerla. El pan es llevado a una iglesia y a un convento donde sirven desayunos para ancianos, o a fundaciones que lo necesiten. La repartición depende del horario y de la disponibilidad de un carro. Ninguna de las partes quiso ser identificada para este artículo.
A lo grande
Si bien los supermercados tienen parte de la culpa del desperdicio debido a sus estándares estéticos, ellos y las empresas procesadoras son activos colaboradores de los bancos de alimentos. El Grupo Éxito, Alpina, Alquería, Kellog’s, Cencosud, Ara, La Gran Vía y alimentos Polar, entre otras empresas, se aseguran de aportar a Abaco, la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia.
Los bancos de alimentos reciben productos con fallas en su presentación, con fecha de vencimiento cercana, de baja rotación o en estado de maduración que exige pronto consumo. A pesar de que las grandes empresas son sus principales aportantes, los bancos de alimentos también rescatan comida en los demás puntos de la cadena, desde el agricultor hasta el consumidor.
El Grupo Éxito apoya desde hace trece años a Abaco. En 2015 le entregó cerca de 2.300 toneladas de alimentos. También apoya directamente a 19 fundaciones, y cofinancia el programa Reagro de la Fundación Saciar, que recupera excedentes agrícolas en el lugar de la cosecha y en las etapas de transporte y distribución.
¿Qué hacer como consumidor?
Es mucho lo que los consumidores pueden hacer desde casa o en su visita a un restaurante. Al fin y al cabo, en las mesas y cocinas es donde se produce el 15,6% del total del desperdicio. Las grandes soluciones de infraestructura solo se pueden lograr con el músculo financiero y la voluntad política del gobierno. La promoción de mejores prácticas agrícolas también es asunto del gobierno y de los gremios. Los estándares estéticos dependen de los supermercados y los países que importan productos colombianos. Pero todos, desde el presidente para abajo, somos consumidores de alimentos. Así que no hay excusa.
1. Haga una lista de compra antes de ir al mercado y ajústese a ella tanto como pueda. Así evitará comprar cosas que no necesita.
2. Sepa qué hacer con lo que ofrece el supermercado. La fruta en promoción suele estar muy madura, lo cual implica que hay que consumirla pronto de manera directa, en jugos o postres. Estos últimos también son buenos para emplear la fruta magullada pero buena que está en casa.
3. Aproveche los ingredientes. Las cáscaras, hojas y tallos de muchos alimentos son comestibles.
4. Utilice las sobras. La carne de hoy puede llenar el sándwich de mañana.
5. Congele lo que sobra o lo que no piensa utilizar en el corto plazo.
6. Si está en un restaurante y no conoce las porciones, no dude en preguntarle a un mesero de qué tamaño son.
7. Guarde la comida en un lugar visible y de fácil acceso. Es muy posible que lo que guarde en un contenedor opaco al fondo de la nevera o la alacena se quede allí.
8. No compre grandes cantidades de alimentos perecederos. Es mejor hacer un par de viajes semanales al mercado para obtener productos frescos, que uno semanal o quincenal. Así no le sobrará la comida.
9. Si ve frutas o verduras que no pasarían por un concurso de belleza vegetal pero que están en perfecto estado, inclúyalas sin temor en su compra. Es posible que nadie más lo haga.
10. Si no pudo terminar de comer todo, no le de vergüenza pedir que le empaquen la comida para llevar.
11. Cocine. Así apreciará más los alimentos y ganará experiencia sobre la cantidad de ingredientes y las porciones. Ésta no la enseñan los domicilios ni los restaurantes.
* Periodista.
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