Todos los diciembres este médico de la Unidad de Quemados del Hospital Simón Bolívar debe atender a niños y menores de edad heridos por pólvora. En estas fiestas quisiera que la historia fuera distinta. Este es su testimonio.
Un niño como Martín (nombre cambiado para proteger su identidad), con 9 años de edad, no tiene madurez suficiente para medir el riesgo. Su padre había guardado en casa unos fuegos artificiales que compró para encenderlos en la Navidad. El niño sintió curiosidad y metió un volador en una botella para que saliera disparado hacia arriba. La explosión le causó quemaduras en las manos y el pecho, y también cortaduras en la cara y el cuerpo por la acción de los vidrios. Al recibirlo en la Unidad tuvimos que amputarle los dedos índice y pulgar de la mano derecha, porque estaban destrozados.
Recuerdo que sus padres, que esperaban afuera, hablaban como si nada hubiera ocurrido y los médicos tuviéramos un poder especial para borrar las consecuencias del accidente. La cirugía plástica puede ayudar a recuperar la apariencia y funcionalidad de un área dañada, pero no es magia, y los médicos no somos dioses y siempre van a quedar graves secuelas. Algunos familiares pretenden que uno desaparezca las cicatrices, porque lo que ven reflejado en ellas es su culpa.
Martín tuvo que seguir asistiendo a la escuela sin sus dos dedos y con algunas cicatrices en la cara. Como sabemos, los compañeros de su misma edad suelen ser muy crueles, y le tocó aprender a enfrentar la vida con esa nueva condición física, teniendo en cuenta que en este país no hay cultura suficiente para abrirle las puertas a una persona con alguna deformidad. Y duele, duele mucho pensar que eso pudo evitarse.
Trabajo en la Unidad Especializada en Quemados del Hospital Simón Bolívar, en la que hay 100 personas para ofrecer servicio en 53 camas. Y ahí he tratado a pacientes con quemaduras de distinta intensidad, casi siempre producto de un accidente. Pero en el caso específico de quienes resultan víctimas de fuegos artificiales, no me queda duda de que siempre son consecuencia de la imprudencia de alguien.
Para nosotros es un reto continuo reconstruir lo físico, lo emocional y lo funcional de esos pacientes. Por eso en la Unidad se trabaja con un equipo que incluye psiquiatras y psicólogos, enfermeras, fisiatras, cirujanos, internistas e intensivistas. Estamos conscientes de que el accidente genera una urgencia en muchos sentidos.
La gente no tiene en cuenta que lo que parece más inofensivo puede ser altamente peligroso. Por ejemplo, las chispitas o luces de bengala pueden producir ceguera, aunque portan una mínima cantidad de pólvora. El hecho es que en manos de los niños la varita puede terminar en los ojos de cualquier compañero, y las consecuencias pueden ser muy lamentables.
Ha sido un alivio la reducción en la estadística de lesionados por juegos pirotécnicos, como consecuencia de una medida impuesta por el entonces alcalde de Bogotá Antanas Mockus en 1995.
A través del Decreto 755 se prohibió la fabricación, la venta y el uso de artículos pirotécnicos, fuegos artificiales y globos en Bogotá, limitando su manejo exclusivamente a profesionales. Con ello ha habido una disminución de lesionados al menos en un 90%, solo en la capital.
Lo común es que los padres de estos tiempos se sientan con autoridad y experticia para asistir a sus hijos en el encendido de los juegos pirotécnicos, ya que ellos también lo vivieron y quieren seguir la tradición. Y como la venta no está prohibida en los municipios vecinos a Bogotá, siempre hay alguien que consigue los voladores y se siente héroe. Encima, hay padres que no acuden con sus hijos quemados a los centros hospitalarios por temor a tener que responder legalmente ante el ICBF por su negligencia. Y eso es peor, porque los quemados requieren, como nadie, atención inmediata.
Cuando escogí mi especialidad, lo hice porque quería atender pacientes quemados, que requieren de toda la destreza y el conocimiento del médico para salvar su vida y rehabilitarse después de que una parte suya se ha desintegrado. Soy muy afortunado en hacer lo que quiero y me enorgullezco de hacer lo que hago, pero no quiero tener que amputar nunca más un dedo o una mano de un niño por el descuido de un adulto.
La gente no tiene en cuenta que lo que parece más inofensivo puede ser altamente peligroso. Por ejemplo, las chispitas o luces de bengala pueden producir ceguera, aunque portan una mínima cantidad de pólvora.
Reaccione y busque ayuda
Para responder adecuadamente a un accidente que produce quemaduras, la recomendación es echarle agua abundante en el área de la lesión, y cubrir el área con un paño húmedo. Olvídense del sulfato-plata o vaselina, porque esto puede facilitar, más bien, la infección del área. Tampoco trate de arrancar los trozos de cartón, plástico o tela que hayan podido quedar incrustados en la piel, porque esta acción puede generar más daño que el propio fuego. Y traslade inmediatamente a la persona a una Unidad de Quemados para que reciba atención especializada.
Lo mejor que puede hacer, sin embargo, es no quemar pólvora en su casa, y disfrutar de los juegos pirotécnicos que programan las alcaldías de las ciudades, usados por profesionales expertos en esas lides.
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