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Bienestar Colsanitas

Copa menstrual, la comodidad desconocida

Las personas inquietas por los temas de salud y medio ambiente seguramente habrán escuchado o leído algo sobre la copa menstrual. Ciertamente, hay más dudas y mitos que información, por lo cual buscamos el testimonio de una usuaria.

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Hace unos años, en las redes sociales empezaron a aparecer mensajes que advertían sobre la toxicidad de materiales derivados del asbesto presente en los tampones. La alerta caló poco a poco, y como consumidora empecé a verlos como una especie de copitos gigantes impregnados de veneno. Es bien sabido que los tampones, al igual que las toallas, son productos no biodegradables que se desechan por millones diariamente. Un argumento fuerte para buscar alternativas, pero la razón definitiva para comenzar una pesquisa más seria fue la incomodidad de tener que andar varios días del mes con esa suerte de pañales que irritan la piel.

Algunos de los mensajes difundidos por grupos ambientalistas brindan información sobre el uso de la copa menstrual como una opción distinta a la de las toallas y los tampones. Animada con el tema vi algunos videos sobre este dispositivo, y descubrí que la copa es un pequeño recipiente que se introduce en la vagina, crea un efecto de vacío y recoge directamente el flujo menstrual. Por sus características, su uso no es recomendado para mujeres a quienes les dé asco tocar su vagina o sus secreciones.

Vi los modos de uso y los beneficios: protege la flora vaginal, no reseca la mucosa y no deja residuos de fibra; además es aséptica, ecológica, lavable y reutilizable durante cinco a diez años. Toda una “alternativa a los productos de usar y tirar”.

 En internet encontré copas que van desde los 27.000 hasta los 80.000 pesos. Las más económicas son chinas y las más costosas son europeas o gringas. En Alemania las fabrican con un elastómero termoplástico (TPE), el material hi-tech actual, y las marcas estadounidenses usan silicona médica. Algunos artículos alertan que las chinas pueden tener látex, phthalate, alkyphenol, PVC o BPA —agentes cancerígenos o, en el caso del látex, que pueden provocar alergias—. Una lista de marcas aprobadas por la FDA (Food and Drug Administration de Estados Unidos) incluye las siguientes, disponibles en el mercado: Divacup, Keeper, Lunette, Femmycycle, Sckoon cup y MeLuna. Sobre los materiales y los certificados de las copas chinas, el blog con información más amplia es http://opcionesmenstruales.blogspot.com.co/2014/05/copas-menstruales-chinas.html. Existen varias tallas según la marca, y es clave elegir bien. Para ello hay que tener en cuenta la altura, la constitución física, si se han tenido partos vaginales, o si se practican actividades que influyan en la musculatura pélvica, como yoga o Pilates. Para elegir una copa, recomiendo http://www.lacopamenstrual.es/ aprendelo-todo/descripcion/. Allí está muy completa la información sobre los materiales, marcas, tipos y tallas.

Quedé asombrada de todo lo que tuve que considerar antes de hacer mi pedido: precios, origen de fabricación, materiales aprobados por la FDA, tipos y tallas. Por más de quince años me ocupé de elegir toallas, y quedaba perpleja por minutos frente a los mostradores ante tanta oferta. Entonces, al final esas consideraciones para obtener un producto que me va a durar años me parecieron poca cosa. También leí artículos y foros sobre sus desventajas, donde comentan principalmente incomodidad para introducirla o retirarla. Al fin me decidí por una marca alemana, talla S, tipo sport con terminación steam, color morado —no había azul turquesa— y tomé la oferta que incluía un protector ecológico. En cuestión de horas llegó la copita y una semana después me aventuré a mi primera experiencia.

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En cuanto a introducirla, no difiere mucho de los tampones, excepto porque al empezar el período se esteriliza la copa en agua caliente y, después de usarla, se lava con agua fría, entonces cada vez se puede introducir húmeda: resulta más fácil. Sea copa o tampón, el método es el mismo: relajar totalmente los músculos pélvicos al insertarlos y al sacarlos, es cuestión de práctica. Empecé chequeando la copa dos horas después, pensé que si se llenaba rápido y por completo no habría lío con el asunto del vacío. Me asombró la poca cantidad de flujo acumulado, vi que podría dormir con ella sin problemas; en la mañana la desocupé, pensando que estaría llena, y tampoco. Acudí a una amiga que la usa: lleva dos años usándola y la desocupa cada doce horas. Así lo hice.

Pensé mucho en el asunto de la talla porque mis períodos son abundantes, pero en ningún momento durante todo el ciclo llegó a colmarse. A partir del segundo cambio me propuse hacer el proceso con una sola mano y lo logré progresivamente, lo cual deja una mano libre y limpia para maniobrar. Para aquellas mujeres que sientan cierta aversión por sus fluidos, la ducha es un lugar agradable para desocuparla, lavarla y aplicarla de nuevo.

Entre las desventajas compartidas en los foros destaca la de tener que acudir a un baño público a lavarla en caso de permanecer muchas horas fuera de la casa u oficina. Señalaban la incomodidad de tener que salir del cubículo del baño público con los pantalones en las pantorrillas para lavar la copa. Comprobé que es exagerado, basta un poco de papel, vestirse y salir. Igual me molestaría un poco usar un baño público para esto, pero si es el baño de la oficina ya no es tan público, eso es un atenuante. Si estoy fuera de casa más de doce horas habrá que hacer el proceso solo una vez. Para mí, la dificultad está en perder el pudor de salir a lavar la copa en compañía de otras mujeres para quienes menstruar es un tabú.

Estoy satisfecha con la experiencia. Sí, te tocas; sí, te untas un poco, pero te lavas y al instante te olvidas del tema durante horas, sin riesgos a un choque tóxico, sin residuos ni perfumes desagradables o irritaciones. Y las mayores ventajas: puedes entrar al agua, entrenar y estar con o sin ropa totalmente cómoda, razones suficientes para recomendar salir de la “zona de confort” habitual y cambiar. A mí me brinda especialmente bienestar y, además, eliminé permanentemente dos agentes cancerígenos y contaminantes de mis artículos de primera necesidad.

 

* Licenciada en Letras, mención Historia del arte.

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