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Bienestar Colsanitas

Cómo fortalecer el sistema inmune de los niños

 

No hay receta mágica, producto o terapia para obtener un sistema inmune inquebrantable. Pero sí existen hábitos que podemos implementar para fortalecerlo gradualmente, a medida que crecen nuestros hijos.

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El sistema inmunológico es el que nos defiende contra las infecciones, los virus y las bacterias tanto del exterior como del interior del cuerpo. Algunas mamás y papás nos pasamos buena parte de los primeros años de vida de nuestros hijos rebuscando cualquier medicina, ungüento, receta o consejo que nos ayude a fortalecer el sistema inmune de los niños, pero olvidamos que el desarrollo de este escuadrón de defensas es progresivo, lento, y que las enfermedades de los primeros años, de hecho, lo están preparando para el futuro.

Para entender cómo funciona el desarrollo de este sistema y cuáles son esas sugerencias médicas que nos pueden ayudar a fortalecerlo, consultamos al doctor Ángelo Mauricio López, jefe nacional de Pediatría de la EPS Sanitas.

¿Cómo funciona el sistema inmune?

Antes de detallar los órganos específicos que lo componen, vale la pena aclarar que cada órgano que tenemos en nuestro cuerpo tiene una población bacteriana normal, que protege esos órganos y los mantiene en adecuado funcionamiento. Además, hay órganos especializados que producen más células activas para proteger todo el organismo. Es decir, tienen como función principal mantener en armonía la relación del ser humano con el ambiente exterior e interior, evitando agresiones. Estos órganos son el hígado, el bazo, el timo, los ganglios linfáticos; incluso, algunos sistemas cuentan con su propio componente inmunológico especializado, por ejemplo, la piel o el aparato digestivo.

Los órganos maestros, los que mencionamos antes, producen células especializadas en la resistencia inmunológica. Esta resistencia está conformada por:

Glóbulos blancos o leucocitos: entre los que se destacan los linfocitos T. Su principal función es reconocer antígenos y gérmenes, para dejar una memoria frente a futuras infecciones.

Fagocitos o macrófagos: son los que devoran a los organismos invasores de primera línea.

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Linfocitos B: son los encargados de proteger de futuros ataques al organismo por medio de la producción de inmunoglobulinas, es decir, proteínas especializadas que localizan y destruyen a los agresores. Los anticuerpos siguen existiendo en el organismo de una persona, por eso si el sistema inmunitario se vuelve a encontrar con ese agresor, dispondrá de anticuerpos para enfrentarlo.

La inmunidad en el recién nacido

En este punto debemos mencionar diferentes tipos de inmunidad:

Inmunidad innata: Es la protección con la que nacen los bebés, pues el sistema inmune comienza su formación desde las primeras semanas del embarazo. Por ejemplo, la piel actúa como protección y barrera para que los gérmenes no entren al cuerpo. Los bebés prematuros tienen más riesgo de contraer infecciones porque sus órganos no han terminado de desarrollarse, por eso deben recibir mayor cuidado. Los recién nacidos, además, tienen inmunidad pasiva, es decir, inmunoglobulinas que reciben a través de la placenta de la madre y que duran hasta los 12 meses de edad.

Inmunidad adquirida o adaptativa: Es la que empieza a desarrollarse después de que el recién nacido tiene contacto con el exterior, a medida que va adquiriendo nuevos componentes de su sistema inmune. Es importante que el bebé recién nacido vaya poco a poco exponiéndose a factores externos, pero sin exagerar, pues si se queda en una “burbuja de protección” el sistema inmune no madura, y la idea es que se vaya retando poco a poco.

Algunas familias olvidan la importancia de hacer esta exposición de forma gradual, y reciben a conocidos y familiares en su casa cuando el bebé apenas ha salido del hospital. Este proceder puede poner en riesgo al recién nacido, porque los seres humanos podemos tener virus y ser asintomáticos, y no es conveniente exponer a los niños pequeños a esto. Un bebé no debería recibir visitas sino hasta que cumpla los cuatro meses de vida.

¿Cómo podemos ayudar al óptimo desarrollo del sistema inmune de un niño?

Alimentación

Es importante entender que el propio organismo va adaptándose al mundo de manera progresiva. Para que su sistema inmune se desarrolle adecuadamente, lo más importante son los cuidados del niño en todas las etapas de crecimiento y una buena alimentación. Porque los nutrientes de los alimentos y, sobre todo, las proteínas, son la base para el desarrollo de los órganos del sistema inmune y para la formación de anticuerpos, pues la base de los anticuerpos es la proteína.

La leche materna cumple un papel primordial en el desarrollo de un sistema inmune fuerte, porque el bebé, de manera directa, recibe linfocitos e inmunoglobulinas presentes en este alimento. La lactancia debe ser exclusiva hasta los seis meses, y complementaria hasta los dos años de edad. Después de los seis meses de nacido la alimentación debe cumplir cuatro requisitos:

-Debe ser completa, todas las veces que el niño lo requiera.

-Equilibrada o balanceada: debe contener proteínas, verduras, frutas y cereales, y debe evitar las grasas y los dulces, así como los productos procesados como embutidos, paquetes, gaseosas, etc.

-Suficiente, es decir, cantidades que no lo dejen con hambre ni demasiado lleno.

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-Adecuada a las necesidades del organismo. No es lo mismo alimentar a un bebé de seis meses que a un niño de cinco años, pues sus necesidades nutricionales, para crecimiento y maduración inmunológica, son diferentes. Los primeros años de vida los nutrientes esenciales fortalecen la maduración inmunológica y cerebral, y en la adolescencia, el crecimiento y desarrollo puberal.

El Doctor Ángelo Mauricio López, jefe nacional de Pediatría de EPS Sanitas, afirma que los tratamientos para subir las defensas, los probióticos y una gran cantidad de suplementos vitamínicos o medicamentos homeopáticos no cuentan con evidencia científica suficiente de su beneficio, y lo que causan, en algunas ocasiones, es que la familia invierta mucho dinero en ellos cuando podría invertirlo en alimentos balanceados y nutritivos.

Higiene

1. Baño diario. Es muy importante para evitar en el niño sobrecolonización de bacterias en la piel. No se recomiendan varios baños en el día, y se debe usar solo jabones para bebé, pues los de adultos pueden alterar su flora bacteriana normal.

2. Higiene del sueño. Hay que preparar un ambiente adecuado para que el niño pueda conciliar y mantener su sueño, porque es en ese momento cuando se realiza la reparación de los tejidos. Una buena higiene del sueño incluye: luces apagadas, cero pantallas, una cama cómoda y abrigada.

3. Cambio de ropa. Si puede cambiar la ropa con la que llega el niño del jardín o el colegio, hágalo. No existe evidencia científica que demuestre las bondades del cambio de ropa, pero sí es claro que el medio ambiente de la casa tiene virus y bacterias diferentes a las del colegio, así que la ropa limpia favorecerá su higiene.

4. Actividades lúdicas. Los patrones de juego estimulan el sistema inmune, pues generan beneficio en la salud emocional del niño. Un niño emocionalmente sano tiende a tener un sistema inmune más fuerte. Estar con un nivel menor de estrés y de ansiedad hace que el sistema responda mejor a las agresiones externas. El niño debe salir a hacer deporte, a correr, a ejercitarse todos los días y jugar con los miembros de la casa; esto los hace sentirse contentos y tranquilos.

5. No faltar a los controles pediátricos, porque es ahí donde se garantiza que los niños adquieran su esquema de vacunación, y los padres educación en salud. Recordemos que la vacuna es una sustancia producida artificialmente y derivada de un virus o una bacteria (muerta o atenuada), que al entrar a nuestro organismo se pone en contacto con el sistema inmune y ahí la reconocen los linfocitos, para luego producir anticuerpos que matarán la bacteria o virus cuando se presente como una enfermedad real.

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El dato

Un bebé no debería recibir visitas sino hasta que cumpla los cuatro meses de vida.

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6. Evitar los antibióticos innecesarios, pues estos afectan la flora bacteriana normal y aumentan la resistencia del organismo a estos medicamentos.

7. A partir de los seis meses se puede suministrar al niño suplementos de micronutrientes, pero recetados por el médico: zinc, vitamina A y hierro son los más importantes.

8. Actividades de prevención de las enfermedades: lavarse las manos con frecuencia, es decir siempre que vaya al baño, cuando manipule sustancias u objetos que puedan ser potencialmente sucios, basura, juguetes que están en contacto con el piso o con otros niños. Evite visitas a casas donde alguno de sus miembros tenga síntomas respiratorios, y si alguien en la misma casa presenta síntomas debe usar tapabocas para evitar contagiar a los demás.

9. Niños que tengan alguna predisposición alérgica o respiratoria deben evitar alfombras, tapetes y peluches. Todo lo que albergue polvo y mugre es nocivo para ellos. Igualmente, los cuartos con muchas cosas. Si no se limpian adecuadamente se favorece la presencia de ácaros y polvo, que pueden irritar las vías respiratorias.

10. Si el niño tiene una afección respiratoria, parte de su mecanismo de defensa es toser, por eso no se recomienda dar jarabes para evitar la tos, en tanto se obstruye un mecanismo de defensa muy importante. A la hora de controlar la tos es clave mantener al niño bien hidratado, pues el agua hace que la mucosidad sea menos espesa y por eso se expulsa fácilmente por la tos.

 

*Periodista interesada en temas de familia, crianza y medio ambiente.

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