Valorar el hecho de estar vivos y disfrutar tareas en las que antes ni pensábamos por ser esclavos del afán, son también algunas formas de reinventarse y encarar la vida cotidiana.
ebemos reinventarnos. En esta crisis no queda más remedio que reinventarse. Yo, en vez de quejarme, decidí reinventarme.
Reinventarse es un verbo reflexivo que se ha vuelto moneda corriente durante esta pandemia. Al comienzo fue el caballito de batalla de quienes querían ponerle el pecho a la brisa y mirar con optimismo los difíciles tiempos que se avecinaban. Por citar un ejemplo, el empresario de eventos musicales que se dedicó a comerciar productos del campo.
Otros tomaron lo de reinventarse por el lado de aprovechar los tiempos muertos para aprender un nuevo idioma o algún oficio. Muchos otros, en cambio, aún no nos hemos reinventado. Tal vez porque hemos tenido la suerte de no haber perdido el empleo y poder seguir trabajando desde la casa. Otros seguramente lo han querido pero no lo han logrado. Porque, la verdad, reinventarse suena muy bien, pero del dicho al hecho casi siempre hay mucho trecho.
Sin embargo, más allá del mundo laboral o de las nuevas actividades que hayamos decidido realizar, lo que sí es cierto es que de una u otra forma casi todos nosotros nos hemos reinventado.
Es probable que, sin proponérnoslo, nos hayamos reinventado en la manera como ahora encaramos la vida cotidiana. La pandemia no sólo ha puesto a prueba la ciencia, la medicina y la economía del mundo. También ha alterado la manera como nos relacionamos con casi todo lo que nos rodea.
Para comenzar, es probable que varios de nosotros hayamos reinventado nuestra manera de valorar el solo hecho de estar vivos. Es probable que ahora, cuando encontrarse con los amigos ha dejado de ser una opción, muchos de nosotros hayamos reinventado la manera de valorar las relaciones con los seres queridos.
Es probable que algunos de nosotros hayamos reinventado la manera de percibir el espacio. A aquellos que no tenemos que ir a una oficina, así como quienes han estado obligados a permanecer en casa, las dimensiones de eso que llamamos “nuestro mundo” se han reducido de manera dramática. En mi caso, una ciudad de siete millones de habitantes se ha reducido a las 20 o máximo 30 cuadras que recorro con mi perrita. Para otros se ha reducido a su cuadra y al parque de enfrente. O a la cocina, la sala, el comedor, los cuartos y los baños de su casa.
Es probable que varios de nosotros hayamos reinventado la manera de distribuir el tiempo. Algunos, para intentar cumplirle al agobio del teletrabajo que se suma a las agotadoras tareas del hogar. Otros, en cambio, hemos reinventado la manera de valorar esos momentos de pausa que han aparecido como de la nada.
Además muchos hemos reinventado esas actividades de la vida diaria que habíamos convertido en algo que ni se piensa porque éramos esclavos del afán. Por ejemplo, ducharse, desayunar, almorzar...
Es probable que hayamos reinventado nuestra manera de ser solidarios. Que a varios de nosotros, al ir de compras o encargar mercados a domicilio, ahora nos parezca normal pensar en echar arroz extra, lentejas extras, frutas y verduras extras por si una familia pasa por nuestra casa pidiendo comida.
Es probable que muchos de nosotros hayamos reinventado la manera de apreciar la enorme carga que conllevan las tareas domésticas.
Es probable que muchos de nosotros hayamos reinventado nuestra escala para valorar lo que tenemos. Que hayamos aprendido a apreciar más las cosas de las que disponemos.
Falta ver qué sucede cuando se declare de manera oficial el final de la pandemia. ¿Habremos aprendido algo de todas estas pequeñas reinvenciones a las que nos hemos sometido? ¿Estos pequeños aprendizajes y cambios nos marcarán para siempre? ¿O, como dice el príncipe Salina en El gatopardo, “era necesario que todo cambiara para que todo siguiera igual”? Yo, la verdad, espero mantener algunas de estas pequeñas reinvenciones a las que me han llevado el confinamiento y la pandemia. (Continuará)
*Periodista y escritor. Miembro del consejo editorial de Bienestar Colsanitas.
Dejar un comentario