El dolor crónico es de difícil manejo, pero existen múltiples tratamientos para que la vida de las personas que lo padecen sea funcional y plena.
l dolor físico se origina en un mensaje bioeléctrico que procede de receptores existentes en las células, como reacción ante un daño que sufre el tejido celular, y llega al sistema nervioso, que irradia esa sensación en forma de pinchazo, rigidez, hormigueo, picadura, palpitaciones, ardor, disparos o molestia. Se define como un mecanismo, una ventaja desde el punto de vista de la evolución de las especies, que aumenta las posibilidades de supervivencia del organismo que sufre el dolor. Es decir, es una táctica vital, un rasgo adaptativo.
“El dolor es un amigo que nos salva. Si no fuese por él, por esa sensación, dolorosa, no nos daríamos cuenta de que algún órgano o tejido, escondido en el interior de nuestro cuerpo, está funcionando mal, o que, por ejemplo, estamos apoyando una mano sobre un fogón encendido, hasta que oliésemos a carne quemada», aclara el físico y académico español José Manuel Sánchez Ron en su artículo Dolor y evolución de las especies.
Pero una cosa es un dolor esporádico o accidental, conocido como agudo, y otra es el dolor crónico o sordo, que es persistente, no desaparece o regresa con frecuencia, incluso después de seis meses. Un dolor crónico llega a dominar la vida de quienes lo padecen.
Es una de las patologías más complicadas de tratar, porque la sensación de dolor se percibe de manera diferente en cada ser humano. Se puede sentir en un área o en todo el cuerpo. Puede durar semanas, meses o incluso años. La causa original puede haber sido una lesión o una infección. Puede haber una causa continua de dolor, en personas que tienen enfermedades como artritis y cáncer. Otras causas comunes son los daños neurológicos y las lesiones que no cicatrizan correctamente, dolores de cabeza o migrañas, fibromialgia o una cirugía previa. En algunos casos no hay una causa clara. El origen puede ser tan complejo que resulta muy difícil diagnosticarlo. Los factores ambientales y psicológicos pueden empeorarlo.
El dolor y la edad
“Era tan intenso el dolor de cabeza, que pensaba que tenía un problema cerebral, un tumor. Y soñaba con que alguien me pudiera abrir el cráneo, mirar, encontrar el cablecito dañado y arreglarlo”, resume una persona con dolor crónico por más de 30 años, Octavio Franco. “Después de varios exámenes un terapeuta me dijo que la mía era una cefalea en racimo, como la máxima expresión del dolor que se puede sentir en asuntos de migraña. La intensidad del dolor es tal que no se le desea a nadie. Uno se esclaviza a los analgésicos, está buscando cualquier sustancia, medicamento o tratamiento que le puedan recomendar profesionales o amigos… En ocasiones se crearon problemas de convivencia familiar, porque al aparecer el dolor tocaba cerrar ventanas, apagar televisores, teléfonos, no se hablaba en la casa, caminaban despacito, por temor a que me afectara, y yo me encerraba en alguna habitación, en oscuridad total después de tomarme algún analgésico…” remata Octavio, de 81 años.
A raíz del envejecimiento, muchos adultos mayores lo sienten en los huesos y en las articulaciones. Las mujeres dicen tener más dolor crónico que los hombres, y corren un mayor riesgo de padecer muchas afecciones que provocan dolor. Algunas personas tienen dos o más enfermedades que causan dolor crónico, según algunos datos disponibles gracias a investigaciones científicas.
Dentro de las consecuencias de sufrir dolor crónico está el deterioro en la calidad de vida, depresión, ansiedad y disfunciones familiares.
Las emociones y el dolor
En las últimas décadas, los expertos han incorporado los factores emocionales como detonantes de dolores crónicos como la migraña. “Cuando muere un ser querido uno no sabe hacer bien el duelo de esa pérdida” dice Octavio Franco. “A mí me afectó mucho la muerte de un hijo de once años. Me desequilibró por completo. No supe hacer el duelo, sino que caí en la culpa, salí a buscar culpables, me culpé. A la pérdida de mi hijo se unió la de mi padre y la separación de mi pareja. El terapeuta me dijo que este había sido el detonante más grande de mi migraña, porque también estuvieron las tensiones y el estrés del trabajo y la vida, los consumos excesivos de alcohol y cigarrillos, los desórdenes en las comidas, en los horarios y en la vida afectiva. El organismo llegó a un momento en que no aguantó y se expresó de esa forma”.
Dentro de las consecuencias de sufrir dolor crónico se encuentra el deterioro en la calidad de vida, ya que casi siempre viene acompañado con secuelas de depresión, ansiedad, disfunciones familiares o pérdida del rol familiar. Un 27,3 % de los afectados padece algún impacto negativo en su vida sexual. Por otro lado, el tratamiento tradicional con medicamentos para el dolor puede generar adicción al fármaco. Al final, el dolor interfiere en todos los aspectos de la vida de una persona: en las relaciones laborales, la autoestima y el bienestar emocional.
En Colombia, estudios sobre dolor realizados por la Asociación Colombiana para el Estudio del Dolor han revelado que cerca del 47 % de la población colombiana sufre de dolor crónico, y entre los más frecuentes se encuentran los de espalda, cabeza, región lumbar y abdominal.
Para Jairo Ricardo Moyano Acevedo, especialista en medicina del dolor, coordinador del Comité de Dolor Crónico de la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación (Scare), Colombia enfrenta un grave problema en el manejo del dolor crónico: los pacientes consultan con recurrencia a los médicos para encontrar una solución, pero no la encuentran porque el sistema de salud tiene problemas para conectar la información. Su tratamiento puede llegar a ser muy costoso. Muchos pacientes terminan automedicándose, lo que origina potenciales efectos adversos, como problemas cardiacos, sangrados digestivos y dependencia a fármacos.
Estados Unidos es hoy un país agobiado por una inmensa ola de adictos a los opioides, que buscan en estas sustancias alivio a sus dolores del cuerpo y del alma. Uno de cada tres estadounidenses sufre dolor crónico, más de 100 millones de personas quedan parcial o totalmente incapacitadas a causa del dolor, y el 40 % de la población experimenta dolor diario. Esta es la principal causa de discapacidad de los adultos en ese país. Se estima que el costo económico nacional anual del dolor crónico en Estados Unidos llega hasta los 635 mil millones de dólares.
Tratamientos
El dolor crónico no siempre es curable, pero los tratamientos pueden ayudar a paliarlo, moderarlo, amainarlo y extender la frecuencia de sus apariciones. Algunas opciones incluyen medicamentos de venta libre y fisioterapia. Otras, fármacos potentes que se venden solo con fórmula médica, porque implican riesgo de adicción y una disminución de la capacidad de funcionamiento del paciente. También hay tratamientos para el dolor sin medicinas, como acupuntura, terapia física y, en algunas ocasiones, cirugía, como las de la columna vertebral, cuyo tiempo de recuperación es prolongado. También se usa la estimulación de la médula espinal con señales eléctricas, lo cual permite enmascarar el dolor.
Bilena Molina Arteta, médica cirujana adscrita a Colsanitas, especialista en manejo del dolor, cuidados paliativos e intervencionismo analgésico, sostiene que “el dolor mal manejado pone a los pacientes en peligro y los somete a un sufrimiento innecesario. Así mismo, un dolor agudo mal controlado se puede convertir en crónico, lo que quiere decir que vas a sufrirlo por mucho tiempo y con alta probabilidad de progresión… En la actualidad existen muchos medios farmacológicos, quirúrgicos y físicos destinados a la curación o paliación de este síntoma. Pero claro, no existen los tratamientos estandarizados, se deben dar tratamientos individualizados, controlando la respuesta a los mismos, con objetivos claros, analizando la percepción al dolor y escalonando las soluciones terapéuticas”.
Según la doctora Molina, los pacientes deben buscar la asistencia profesional de un especialista del dolor cuando reciben un diagnóstico catastrófico acompañado de dolor crónico intenso o de difícil manejo; cuando se sufre un dolor agudo o crónico que no amaina pese a que se toman medicamentos formulados por otros especialistas, es decir, cuando las técnicas conservadoras no controlan el dolor en forma sostenida, o cuando es tan intenso que amerita medidas más avanzadas.
Algunos efectos secundarios de estas terapias pueden ser delicados con el uso prolongado. Pero hay opciones que pueden explorar el paciente y su médico. Hoy, ante la evidencia científica y clínica, padecer una enfermedad grave no debe ser sinónimo de sufrimiento, y mucho menos una sentencia.
El dato:
Cerca del 47 % de la población colombiana sufre de dolor crónico.
El intervencionismo analgésico es una alternativa de avanzada en el mejoramiento de pacientes con dolor crónico de diferentes causas. Se apoya en procedimientos altamente tecnológicos y mínimamente invasivos: ultrasonografías, radiofrecuencia, dispositivos implantables, entre otros. Se puede usar para tratar lumbalgia, dolor de cuello y hombros, nervio ciático, dolor de espalda operada o espalda fallida, fibromialgia, dolor severo mal controlado tras una intervención quirúrgica, daño neurológico en manos o pies, dolor facial, neuralgia posterior al herpes zóster, dolor osteoarticular grave, dolores de cabeza y rectal, entre otros.
El intervencionismo analgésico “debe considerarse en los casos en los que no hay una respuesta adecuada a los medicamentos analgésicos y a las medidas dirigidas a manejar el dolor”, señala la doctora Molina Arteta. “Sin embargo, a pesar de las diferentes alternativas terapéuticas, es necesario individualizar el tratamiento y el seguimiento, y esto lo debe hacer un profesional experto en dolor, puesto que el tratamiento es diferente según el tipo de dolor y el contexto clínico de cada paciente. No obstante, siempre hay una regla a la excepción, y es que en casos muy particulares, según la intensidad del dolor y la patología asociada, se debe considerar una técnica intervencionista en las primeras líneas de tratamiento, evitando someter al paciente a seguir un procedimiento que se prevé va a ser ineficaz”, concluye la doctora Molina.
Seis claves para enfrentar el dolor
El doctor Jairo Ricardo Moyano Acevedo, especialista en medicina del dolor, coordinador del Comité de Dolor Crónico de la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación, sugiere seguir seis principios para obtener mejores resultados en el tratamiento del dolor crónico, y no arriesgar la salud:
1. No automedicarse, porque podría generar adicción y dependencia a medicamentos, además de otros efectos secundarios. El médico especialista debe antes verificar las condiciones para expedir una fórmula médica, como identificar al paciente y su problema, escoger el medicamento y la dosis que se va a usar y establecer el tiempo de uso.
2. Seguir hábitos saludables: dormir de manera suficiente, ejercitar el cuerpo y alimentarse bien; manejar el estrés, relacionado de forma directa con el dolor crónico y sus consecuencias, depresión o ansiedad.
3. No dejarse arrastrar por el pánico ante los ataques de dolor, porque se suma otra carga a la existente.
4. Comprender que el dolor crónico no desaparecerá completamente, sino que lo que se busca es una recuperación funcional, por ejemplo, trabajar con más comodidad.
5. Los medicamentos opioides no se deben utilizar como la primera línea de tratamiento, sino como segunda o tercera, cuando otros tipos de analgésicos no hayan funcionado. Si se utilizan, que sea por tiempos menores a tres meses.
6. En lo posible, a un paciente con antecedentes de adicción al cigarrillo, el alcohol, las pastillas para dormir u otras sustancias, no se le debería formular el uso de opioides. La huella adictiva es un riesgo. Solo debería hacerse en casos extremos y bajo estricta supervisión médica.
* Cronista y corrector de estilo colombiano.
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