Identificar todo lo que nos genera tranquilidad, practicar hobbies, cultivar amistades y mantener relaciones con el entorno son herramientas vitales para enfrentar momentos de crisis como el que estamos viviendo.
na vez le preguntaron a una persona con cáncer terminal cómo estaba. Para sorpresa de quien preguntaba, la persona enferma respondió: “Me siento bien”. Ante la incredulidad obvia, se explicó: “Cómo no voy a estar bien si los mejores médicos me están ayudando a tomar las decisiones más convenientes, tengo una familia que me adora, unos amigos que nunca me han desamparado, estoy rodeada de amor y me siento una persona afortunada. Dime, ¿cómo no voy a estar bien?”.
Para Camila Ronderos, directora de la Fundación Keralty, esa persona encarnaba el verdadero significado de la salutogénesis: “Era capaz de reconocer que su bienestar no radicaba sólo en no tener una enfermedad, sino que su bienestar también podía estar asociado a otros miles de factores. Sentirse acompañado cambia la perspectiva, incluso en la enfermedad”.
Según el enfoque salutogénico, se puede mantener el bienestar incluso estando en la enfermedad: “Estar bien no sólo está asociado a la ausencia de enfermedad, que es la visión tradicional patogénica, sino que está asociado a estar en paz con uno mismo y con el entorno, sentirse conectado”. La salutogénesis no niega la existencia de la enfermedad, sino que establece que la enfermedad no sea el centro de todo, la enfermedad es uno de esos estresantes que llega.
Este concepto fue desarrollado por Aaron Antonovsky (1923-1994) en la década de los setenta del siglo pasado. Propone descubrir y usar las fuentes de salud que tiene cada persona. Es decir, que las personas son capaces de mantener e incluso mejorar su salud en situaciones estresantes de la vida gracias a las fuentes de autoregeneración y al poder de autosanación. Eso diferencia el enfoque salutogénico de la salud del modelo patogénico, en el cual el paciente no tiene ninguna injerencia en la evolución o cura de su enfermedad.
La salutogénesis se apoya en dos conceptos: el sentido de coherencia y los activos de salud. Ambos están estrechamente vinculados entre sí.
El sentido de coherencia
Es la capacidad y las herramientas que cada uno tiene para enfrentar los desafíos y las situaciones adversas que se presentan en la vida. En otros contextos se conoce como la resiliencia. Esas herramientas pueden ser el optimismo, la capacidad de ver el vaso medio lleno, de sentir que a pesar de la crisis se puede salir adelante.
Según la teoría, durante los primeros ocho años de vida se establecen las bases del sentido de coherencia. Porque es en esa etapa cuando se define y entrena, según la crianza, la forma como se enfrentan las frustraciones, los fracasos y otras adversidades. Sin embargo, se puede cultivar durante la vida para ganar bienestar.
“Claramente el momento actual de la humanidad representa un desafío muy grande, y es muy importante que trabajemos nuestro sentido de coherencia. Hay que empezar por identificar cuáles son esas herramientas propias con las que contamos para enfrentar esta situación con evidentes factores estresantes: estamos encerrados, tenemos que hacer escuela en casa a nuestros hijos, rendir en el trabajo, ocuparnos de las tareas del hogar. Además de lidiar con la sensación de angustia por el contagio y por el bombardeo constante de malas noticias. Es ese sentido de coherencia lo que nos va a ayudar a salir adelante”, explica Ronderos.
Los activos de salud
El segundo componente importante de la salutogénesis son los activos de salud, que se vuelven aún más importantes cuando las personas no tienen desarrollado el sentido de coherencia. Se trata de todos esos recursos propios o del entorno que pueden ayudarnos a sentir mejor. Pueden ser personales, comunitarios, distritales; tangibles e intangibles.
Un activo poderosísimo en la vida son las relaciones. Están comprobados científicamente los beneficios que genera tener amistades duraderas. “Contar con una buena amistad, con una familia, saber meditar, tener hobbies son activos de salud intangibles, porque nos llenan de satisfacción y nos hacen sentir tranquilos y felices. Puede ser más letal la soledad, sentirse solo, que fumar tabaco. El gran impacto que esta pandemia va a tener es precisamente la ruptura de las relaciones, la falta de contacto con los otros. La cuarentena ha mostrado la necesidad y la importancia de conectarse con los demás”, explica Ronderos.
Otros activos son la comunidad, el vecindario, cómo se crean redes para ayudarse entre todos, la solidaridad que se ha generado. Sentirse conectado con el entorno, contar con políticas públicas, tener acceso a los servicios de salud, poder sentir esa tranquilidad, todo eso forma parte de los activos de salud.
"La salutogénesis no niega la existencia de la enfermedad, sino que establece que la enfermedad no sea el centro de todo, la enfermedad es uno de esos estresantes que llega".
Este es un momento ideal para pensar cuáles son nuestros activos de salud disponibles y cuán desarrollado tenemos el sentido de coherencia: “Ahora nos enfrentamos a una pandemia, pero qué pasaría si tuviéramos que estar encerrados por otra razón: una enfermedad avanzada, por ejemplo... y eso puede ocurrir a cualquier edad. Si no contamos con esos activos de salud, enfrentarlo será más difícil. Pensemos que para algunas personas mayores que están postradas en la cama, este encierro es una realidad de todos los días”.
Identificar estos activos de salud no solo es útil para personas con alguna enfermedad. Lo interesante del enfoque salutogénico es que puede aplicarse a cualquier persona, joven, viejo, con alguna enfermedad o sin ella. “Una reflexión importante es que quienes estamos bien de salud, activos laboralmente, debemos cultivar un hobby o un gusto, porque de esa forma nos estamos preparando mejor para los últimos años de vida, para seguir activos y tener una tabla de salvación para cualquier momento de adversidad”.
Ésa es la base de la salutogénesis: entender que durante toda la vida vamos a enfrentar desafíos, que los desafíos pueden ser de salud o en cualquier ámbito, y que podemos encontrar las herramientas propias y los activos de nuestro entorno para ayudarnos.
Pero ¿qué pasa con esas personas que llegan a enfrentarse a un momento adversidad y se dan cuenta de que no tienen esas herramientas? ¿Cómo se pueden desarrollar o descubrir los activos de salud que todos tenemos? Aquí es donde la Fundación Keralty tiene un papel fundamental: parte de su trabajo es apoyar a las personas a descubrir sus activos de salud. “Hemos empezado a tener conversaciones con ellos para conectarlos con ese pasado a través de preguntas: ‘Cuando usted era joven, ¿qué le gustaba, qué era lo que más disfrutaba hacer, qué música escuchaba?’. Ayudarlos a reconectarse con esas cosas que le gustaban puede ser el primer paso para volver a esas actividades o volver a conectar con viejos amigos”.
Para Camila Ronderos, la vida de afán y la rutina diaria no nos permite conectarnos con lo que somos, con lo que nos gusta y con esos activos de salud. “En la cuarentena nos hemos dado cuenta de que hemos visto más a nuestros amigos a través de canales virtuales. Con algunos de ellos probablemente teníamos mucho tiempo sin hablar. ¿Hasta qué punto la pandemia nos está llevando a tomar conciencia del valor de esos espacios? En la Fundación Keralty queremos que la gente responda preguntas como: ‘¿Qué quieres que cambie cuando termine la pandemia?’, ¿Cuál es la primera actividad que quisieras hacer cuando termine la cuarentena?’. Pensar en el futuro donde todo va a estar bien es un activo de salud. Pensarte desde el otro lado, sobreviviente, habiendo aprendido de ti mismo y de la sociedad. Esa resiliencia la necesitamos en este momento”.
**Maria Gabriela Méndez es periodista. Es la editora de Bienestar Colsanitas.
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