Los niños que hacen yoga están más dispuestos al aprendizaje. Tres profesoras revisan este y otros beneficios del yoga en la infancia.
ace 30 años, en San Francisco, California, el maestro Niranjanananda Saraswati junto a un grupo de médicos y educadores se dedicaron a estudiar la influencia del yoga en las escuelas. Emplearon algunos principios de la práctica para aumentar la capacidad de aprendizaje en los alumnos e inspirar a los maestros con nuevas técnicas de enseñanza.
Durante el proceso, el maestro observó que los niños eran educados sin considerar el crecimiento de toda su personalidad. Según la terminología yógica, la mente tiene cuatro aspectos. En el contexto académico occidental nos centramos únicamente en el buddi o intelecto de los pequeños: las escuelas se enfocan casi exclusivamente en poner información en sus cerebros y mentes. Según Saraswati, se descuidan las otras facetas mentales: el manas o los recursos para saber distinguir entre lo correcto y lo que está mal; el chitta, donde el conocimiento se almacena en forma de memoria y experiencia, y el ahamkara o ego. Por esta razón, “a pesar de toda nuestra educación, no podemos aplicarla constructiva y creativamente en nuestras vidas”.
Disciplinas milenarias como el yoga y la meditación conciben a los alumnos como seres integrales que requieren nuevos espacios para la calma y el bienestar. Un ejemplo es la iniciativa de la organización Holistic Life Foundation, en Baltimore, que en vez de aplicar castigos tradicionales por conductas violentas o incorrectas dentro del aula, ofrece momentos de meditación y ejercicios de respiración.
En Colombia existen varias opciones para explorar esta perspectiva. Juliana Arias García, terapista familiar, instructora de yoga certificada por varias escuelas y directora del programa Bamboo Kids en Bogotá, comenta: “Problemas como el estrés, dificultad en el aprendizaje y la socialización, alteraciones en el sueño, la alimentación y la comunicación son las respuestas naturales de los niños al grado de exigencia de estos tiempos. La práctica de yoga les ofrece una posibilidad de pausa que no está centrada en el hacer o en el competir. Es un momento de compartir desde lo que somos, de escucharnos desde el corazón, sin necesidad de conseguir un resultado en específico. Es un espacio para sentirnos a gusto con nosotros mismos. Esto hace que los pequeños se relajen y comiencen a florecer de muchas maneras”.
¿Cómo es una clase de yoga para niños?
Una clase de yoga para niños se caracteriza por ser más corta que la práctica de adultos, y está centrada en el juego: “Los ejercicios son cuidadosamente pensados para los niños, pueden tener otros nombres y ser más simples. No practicamos respiraciones con retenciones de aire o que generen agitación”, explica Juliana, quien tiene más de doce años de experiencia con niños.
Cada profesor ofrece una experiencia distinta construida desde su propia práctica y personalidad. Para Paola Íx, fundadora del proyecto El Eterno Sol Yoga & Mindfulness, que presta sus servicios a escuelas y empresas, se debe contar con la capacidad de fluir y ser flexible: “Yo antes llegaba con clases preparadas y ellos estaban en otra cosa. Entonces, hay que ser creativo en ese instante y entender que cada momento tiene un regalo”.
Paola Íx tiene más de 15 años de experiencia, y en ese tiempo ha probado ir más allá de las asanas (posturas): “Usamos cuentos y aventuras, utilizamos la imaginación y la creatividad. Podemos hacer abstracción de los sentidos; podemos ser compasivos con el otro y con nosotros mismos. Sin embargo, el recurso más importante es la presencia. Puedes llevar una maleta llena de juguetes, disfraces o música. Pero sólo cuando uno es verdadero y logra mostrarse, incluso con sus defectos, logras inspirar verdaderamente a los niños”, añade.
Para Adriana Rondón, instructora de Yoga certificada en Rainbow Kids Yoga y creadora de Kids YogArt, dirigido a la comunidad latina en Denver, Colorado, es muy importante que los niños se relacionen con su cuerpo a través del movimiento y las visualizaciones. De esa manera los invita a estar en calma y observándose. Cuenta que estos espacios también pueden servir para la resolución de conflictos: “Podemos ocupar por lo menos cinco minutos conversando sobre un problema de la clase. Encontramos juntos el origen y buscamos una vía de conciliación”.
El yoga es una actividad física muy versátil. La mayoría de posturas o asanas tienen variantes para adaptarse en el caso de que un niño no pueda hacer un determinado tipo de ejercicio por una lesión o patología. La orientación consciente del profesor hace posible que todos los niños disfruten de las posibilidades de la práctica.
Disposición al aprendizaje
A partir de los cuatro años, los pequeños pueden disfrutar del vínculo entre cuerpo y mente que propone el yoga. La práctica de asanas (posturas), el movimiento consciente y las técnicas de respiración producen un estado mental que hace que los niños estén más dispuestos al aprendizaje. Al igual que una buena postura, un cuerpo más relajado y flexible hace más llevaderas las largas jornadas escolares sentados en el pupitre.
“La respiración consciente despeja el intelecto, nos trae de vuelta al momento presente y nos ofrece una sensación de sosiego. Esto lo experimentamos todos cuando practicamos yoga, incluidos los niños. En un aspecto más profundo, la práctica del yoga les recuerda a los niños que la vida va mucho más allá de las preocupaciones de la mente, y que si estamos más tranquilos podemos hacer las cosas mejor”, concluye Juliana Arias de Bamboo Kids.
Sus clases, explica Arias, son prácticas amorosas que no necesariamente están ligadas a un dogma. En equipo exploran va- Periodista y productora audiovisual. Certificada como docente de Yoga para Niños por Happy Yoga Bogotá. Actividad física Abecé lores que son compartidos por todas las creencias y religiones: el respeto a sí mismo y a los demás, la unión y el amor incondicional. “Son mensajes de los grandes maestros de la humanidad que son también principios de convivencia”.
El yoga es un trabajo individual. Exige que estemos enfocados en nosotros mismos para avanzar y evitar lesiones físicas. Pero también hay principios que debemos tener en cuenta como grupo. Uno de los más importantes es la No Competencia: “Cuando sienten que están en un ambiente seguro y tranquilo, donde sus progresos son tomados en cuenta, los niños no compiten, simplemente se divierten y aprenden mientras juegan”, dice Adriana Rondón.
Paola Íx sugiere una revisión integral de los hábitos del niño: “Es un tema holístico. Se trata de preguntarnos con qué alimentos a nivel físico nutro a mis hijos, con qué los nutro a nivel espiritual, con qué los nutro a nivel mental. Necesitamos un conjunto de herramientas y de posibilidades. Un cambio de percepción”.
Juliana Arias, desde su rol de psicóloga, opina que la práctica del yoga es un poderoso complemento para los procesos terapéuticos de los niños con problemas de atención y otros desórdenes de comportamiento, pero no es una terapia en sí misma.
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