La fundación Botellas de amor recupera el plástico flexible y lo convierte en tablas de madera plástica con las que se construyen viviendas, parques infantiles y muebles.
A mediados de los noventa, mientras cursaba la carrera, John Berrío tuvo un bar de música protesta en Rionegro, Antioquia, y se la pasaba mezclando litros de cerveza michelada. Cortaba casi 300 limones al día y después de exprimirlos se negaba a aceptar que las cáscaras fueran a la misma caneca de las tapas de las botellas. Así empezó a separar, le sugirió a los colegas de los otros bares que hicieran lo mismo, fue juntando el cartón, el plástico y el vidrio, y alquiló una casa para albergar su primera bodega de reciclaje.
John Berrío se define como un emprendedor e innovador social. Es su vocación. Estudió Administración de Empresas con énfasis en economía solidaria en la Universidad Católica Luis Amigó, en Medellín, y más adelante hizo una especialización en Negocios Ambientales en la Escuela de Ingeniería de Antioquia. Toda su vida ha estado dedicada al aprovechamiento de los residuos.
Hasta la fecha, la fundación ha entregado 29 viviendas a población vulnerable y 30 parques infantiles a instituciones educativas.
Cuando estaba en cuarto semestre, una profesora les dijo a los estudiantes que montaran una empresa ficticia para hacer una práctica durante el resto de la carrera. John propuso crear una cooperativa de reciclaje y todos le apostaron a la idea. En 1995 fundaron la cooperativa Planeta verde y John comenzó a investigar y a involucrarse en el trabajo de los recicladores de Rionegro que barrían la plaza de mercado y esculcaban las canecas. “Todo lo que yo sé de reciclaje lo he aprendido con los recicladores. En esa época no existían estudios de eso”, recuerda. En la práctica se dio cuenta de que las canecas estaban llenas de recursos y que la calidad de vida de los recicladores podía mejorar aprovechando esos recursos.
“La basura no existe. La llamamos de forma incorrecta, porque en realidad, la ‘basura’ es una cantidad de recursos que desaprovechamos. Es un error. Lo que pasa es que si mezclamos los diferentes residuos los contaminamos, y ahí sí tenemos basura. La cáscara del tomate y de la cebolla no son basura, son materia orgánica que no estamos aprovechando. El cartón y el vidrio también son residuos. Basura es lo que ya perdió su valor. Al mezclar todo den-tro de una bolsa pierde valor porque es muy difícil recuperarlo al estar contaminado con otras cosas”, aclara John.
La cooperativa creció a tal punto que John, en 2003, constituyó la empresa privada Geofuturo. Se metió en temas industriales con el aprovechamiento y manejo integral de residuos plásticos y en 2009 fundó Econciencia construcción sostenible, una empresa dedicada a transformar el plástico y convertirlo en perfiles o tablas de madera plástica. Más adelante conoció la técnica del eco ladrillo, que consiste en llenar botellas con residuos de plástico y comprimirlas para fabricar bloques de construcción, y pensó en crear una fundación después de hacer varias pruebas.
“El cartón, el plástico y el vidrio son residuos que pueden aprovecharse. Basura es lo que ya perdió su valor”.
La bautizó Botellas de amor porque tomarse el tiempo y la disposición de lavar una botella de plástico y llenarla con bolsas, empaques, pitillos y otros residuos plásticos flexibles es un acto de amor por el planeta. Cerca de 42 minutos tarda una persona en introducir un kilo de residuos plásticos en botellas. La fundación comenzó a hacer la recolección en instituciones educativas y hasta la fecha lleva más de 3.000 toneladas.
Aunque John no es arquitecto ni ingeniero civil, le interesan los procesos constructivos. Realizó estudios microestructurales en la Universidad de los Andes, hizo análisis de sismo resistencia en la Universidad Nacional, desarrolló estudios de toxicidad en un laboratorio alemán e hizo análisis de inflamabilidad. Hace 14 años vive en una casa que él mismo fabricó con perfiles de madera plástica y hasta la fecha ha entregado, por medio de la fundación, 29 viviendas a población vulnerable y 30 parques infantiles donados a instituciones educativas de bajos recursos.
La cifra
1.700 toneladas diarias de bolsas y empaques flexibles se producen en Colombia.
Botellas de amor tiene presencia en varios países: Argentina, Ecuador, Panamá y República Dominicana, y su proyecto, enfocado a estudiantes de colegios, fortalece la conciencia de reciclar desde edades tempranas.
En 2017 la fundación recogió 30 toneladas de plástico; en 2018, 68; en 2019, 69 y en 2020, durante la pandemia, los niños llevaron el mensaje a sus hogares y recogieron 249 toneladas.
¿Cómo apoyar a la fundación?
Si usted vive en Bogotá, Medellín o Cali, puede llevar sus botellas llenas de plástico a los centros acopio. Siga la cuenta de Instagram @botellasdeamor_fundación para conocer el punto más cercano y si está interesado en hacer una donación, ingrese a la página web.
Centros de acopio en Bogotá
-Éxito Villa Mayor.
-Centro Mayor C.C.
-Khemra Tec.
-Éxito Chapinero.
-Éxito C.C. Gran Estación.
-Comercializadora de reciclaje San Diego.
-C.C. Mall Plaza.
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