A pesar de su alto grado de contaminación, el río Bogotá sigue siendo el hogar de una gran diversidad de especies animales.
Pocos kilómetros después de su nacimiento en el páramo de Guacheneque, el río Bogotá y toda la vida circundante a él debe enfrentarse a los embates de la actividad humana. A medida que sus aguas descienden hacia la sabana bogotana, factores como la agricultura, el desarrollo urbanístico y la industria del cuero se convierten en graves amenazas para la supervivencia de un ecosistema que pierde biodiversidad a medida que desaparece su color cristalino.
Cuando el raudal llega a la cuenca media, que empieza en el área metropolitana, son los vertimientos de los afluentes de Fucha, Salitre y Tunjuelo los que terminan de rematar una corriente ya maltrecha. En general, son más de 270 toneladas de residuos sólidos de todo tipo los que terminan en su cauce para luego ser arrastrados hasta Girardot. Allí, en la desembocadura con el Magdalena, termina la vida del río Funza —como lo conocían sus antiguos pobladores muiscas— después de recorrer 275 kilómetros, 46 municipios y la influencia de más de 10 millones de personas que se benefician de sus aguas.
“Y aún a pesar de todo, el río Bogotá posee una gran biodiversidad, sobre todo en la cuenca alta y baja”, dice Clara Santafé, profesora universitaria y directora del programa de Biología de la Universidad del Bosque. “Alrededor del río aún podemos encontrar especies de mamíferos emblemáticos de la sabana como el zorro perruno, el tigrillo y el coatí de montaña, este último considerado en peligro de extinción”, añade. De la misma manera, cerca de su nacimiento en el páramo se pueden encontrar serpientes escombreras y tortugas charapas.
Debido a su capacidad de adaptación, es posible percibir por toda la cuenca del río innumerables pájaros como la tingua piquiverde, otra especie endémica amenazada por la destrucción de su hábitat. De acuerdo con un informe realizado por la Asociación Bogotana de Ornitología, las aves más numerosas que sobrevuelan las orillas en busca de alimento son el copetón, las garzas bueyeras, y los patos aliazules.
Por lo regular, la concentración de aves es directamente proporcional a la complejidad de la vegetación, por lo que su diversidad se reduce con la deforestación producida por la agricultura y la minería ilegal.
Según Alejandro Torres, biólogo del Fondo de Inversiones Ambientales de la Cuenca del río Bogotá, “debido a la degradación del ecosistema, muchas especies dejan de tener condiciones óptimas para su desarrollo y reproducción, por lo que empiezan a buscar otros lugares dónde habitar”, y agrega que, “desafortunadamente, También existen otros grupos de animales, como peces y anfibios, que no logran adaptarse al cambio y desaparecen a nivel local y regional”. Prueba de este fenómeno es el caso del zambullidor bogotano, una especie de pato nativo de las montañas andinas de Colombia que fue declarado extinto a causa de la contaminación de su hábitat (ríos y humedales) y a la competencia con especies invasoras en 1977, año en que se registró su presencia por última vez.
Normalmente, sólo unas pocas especies conocidas como generalistas son capaces de adaptarse a condiciones medioambientales extremas, pues poseen ventajas biológicas como una dieta omnívora o la capacidad de volar, lo que las hace resilientes ante una disminución del alimento disponible. Entre estas están el gorrión andino y la paloma torcaza, aves tan comunes en la ciudad que es posible encontrarlas incluso en las zonas más densamente pobladas.
La amenaza de la contaminación
Según la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), el 80 % de la contaminación del río se debe al vertimiento de residuos domésticos en sus aguas. Solo el 20 % restante se distribuye entre residuos industriales, minería extractiva y a la deposición de escombros. Además, se evidencia en la cuenca media la presencia de metales pesados como el cadmio, el plomo, y el magnesio en concentraciones que superan los límites permitidos por la Agencia Ambiental de Estados Unidos. Dichos elementos se consideran nocivos no solo para la fauna local, sino también para los seres humanos.
Otro de los problemas de la contaminación hídrica es el exceso de materia orgánica y fertilizantes químicos en la corriente, que sirven de alimento para el buchón de agua, una planta acuática invasora que forma extensos tapetes de hojas sobre la superficie del río. Como consecuencia, se provocan estancamientos y se disminuye la disponibilidad de oxígeno. Además, la maleza evita que entren los rayos del sol y, por lo tanto, inhibe el proceso de fotosíntesis de otras plantas.
Iniciativas de descontaminación
Desde hace 8 años, la Universidad del Bosque ha estado trabajando en un proyecto de conservación de la biodiversidad de la cuenca a través de la concientización y educación en los sectores aledaños al río, entre otras actividades. “Gracias a los ejercicios muy bien logrados de los habitantes de los municipios ribereños en cuanto a agricultura y vertimiento de desechos, la fauna ha vuelto a encontrar un nicho de supervivencia muy grande”, señala la profesora Santafé.
Son más de 300 los estudiantes y profesores de distintas áreas del conocimiento que, ataviados con binoculares y cámaras, realizan caracterizaciones periódicas a la cuenca alta, media y baja del río Bogotá, registrando la fauna silvestre y haciendo mediciones sobre la calidad del agua y el suelo. “Cuando hacemos trabajo de campo, normalmente hacemos grupos focales en las comunidades porque son los mejores referentes, para luego instalar en distintos sectores mayas verticales con visores nocturnos y redes de niebla para atrapar aves y poderlas registrar con facilidad”, agrega Santafé.
De acuerdo con la Secretaría de Ambiente de Bogotá, el distrito comenzó el proceso de descontaminación del río en el 2014. En la actualidad, es el Consejo Estratégico de la Cuenca Hidrográfica del Río Bogotá (conformado por instituciones nacionales y regionales) la entidad encargada de liderar este proceso de purificación a través de diferentes actividades como campañas de saneamiento y educación ambiental, reforestaciones, monitoreos y el mantenimiento de plantas de tratamiento de aguas.
De acuerdo con Alejandro Torres, actualmente se está realizando una ampliación y optimización de la planta de tratamiento del Salitre y la construcción de otra planta de tratamiento. Estas obras mejorarían considerablemente la calidad del agua, lo que, con la ayuda de estrategias de restauración como la instalación de refugios para las aves y cría de peces, permitiría que muchas especies vuelvan a colonizar.
Adicionalmente, se inició la creación del Parque Lineal del Río Bogotá, un área de recreación de 20 hectáreas que estará ubicado entre el hipódromo de los Andes y la entrada a Chía. “Hasta ahora se han sembrado 85 mil ejemplares de flora nativa y se ha construido un sendero peatonal como un complemento a la restauración de los ecosistemas y una oportunidad para que las personas se familiaricen con el cuerpo de agua”. Cuenta Torres.
Sin embargo, el sueño de ver un río Bogotá navegable y habitable en toda su extensión es un proceso que puede tomar todavía muchos años. “Aunque las dos plantas de tratamiento previstas para limpiar la corriente estén funcionando al 100 % en el 2025, faltaran otros 20 o 30 años para que podamos ver una restauración completa de la vida en sus aguas”. Finaliza Torres.
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