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Bienestar Colsanitas

Los perros cambian vidas

Según los expertos, el vínculo que creamos con los perros puede ayudarnos a superar momentos difíciles.

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ric O’Grey era un estaodunidense obeso, diabético y depresivo que bajó 70 kilos, eliminó sus medicamentos para la diabetes tipo II y salió de la depresión gracias a una combinación de dieta sana con un nuevo acompañante en su vida: un perro.

Tanto la dieta como el perro fueron recetados por su doctora naturista en Silicon Valley. Cuando Eric la consultó, tomaba 15 medicamentos cada día, entre ellos los necesarios para sobrellevar su diabetes, el insomnio, la depresión. Además, no se quería a sí mismo y casi no salía de su casa. La doctora le dijo que el perro lo haría caminar por lo menos media hora dos veces al día, todos los días.

Eric jamás había tenido un perro, y decidió adoptar uno que se pareciera a él, un animal maduro y con sobrepeso. Peety, como lo bautizó, tenía siete kilos de más. Juntos comenzaron a salir a caminar dos veces al día, al principio unos pocos minutos, que fueron poco a poco aumentando hasta llegar a dos horas diarias de caminata.

Después de 10 meses, Eric había perdido 70 kilos, había dejado todos los medicamentos, incluidos los antidepresivos, y se sentía a gusto consigo mismo. Peety también había perdido los kilos que tenía de sobrepeso.

Eric afirma que no solo fue el ejercicio lo que lo cambió, también el sentirse amado por un ser que no lo juzgaba. Además, el perro lo veía como alguien tan especial, que él decidió ser esa persona. Peety lo motivó a mejorar sus condiciones de vida, sus hábitos.

Después de que Peety murió, Eric publicó un libro en el que cuenta su historia, Peety, el perro que salvó mi vida, de editorial Penguin Random House, que ya se encuentra en las librerías colombianas.

 

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"El lazo entre el perro y el ser humano es tan especial porque es un lazo de dependencia que vincula los tres ámbitos en los que los seres humanos desarrollan afectividad: la interacción, la dependencia y el compartir".

El lazo entre el perro y el ser humano es tan especial porque es un lazo de dependencia que vincula los tres ámbitos en los que los seres humanos desarrollan afectividad: la interacción continua, la dependencia y el compartir afectivo.

Así lo afirma Luisa Fernanda Méndez Pardo, médica veterinaria estudiosa del comportamiento de animales y del vínculo que se crea entre los seres humanos y las mascotas, principalmente con perros y gatos.

Los perros están todos los días con sus dueños, dependen de ellos para sobrevivir y tienen manifestaciones de amor y afecto como batir la cola, ser felices cuando ven a su dueño, querer acompañarlo en todo momento, ladrarles para que les presten atención o buscarles juego.

De allí que una persona como Margarita Gálvez haya cambiado su vida desde que Tío, un schnauzer que le regalaron, llegó a su casa. La transformación de ella no tuvo la misma dimensión de la de la de Eric, pero sí igual profundidad emocional. En ese entonces ella era una mujer soltera, a quien le costaba encontrar motivos para llegar a su casa. Pasaba la mayoría del tiempo por fuera, entre la oficina y la vida social, y viajaba mucho por su trabajo. Su novio tenía perro y la convenció de aceptar uno de regalo.

Con Tío, como lo bautizó, Margarita comenzó a encontrar una razón para llegar a su casa todos los días. Tenía la responsabilidad de cuidar a un ser vivo, que la necesitaba y la quería tal cual como ella era. Empezó a adorar sus llegadas a la casa con los saludos de Tío, a hacer ejercicio, a caminar con su perro, a visitar parques, a conocer otros lugares de la ciudad y también a otras personas, aquellas que también paseaban a sus perros y visitaban lugares amigables con los animales.

La pensaba dos veces antes de irse de fiesta, porque tenía que madrugar a pasear a su perro. “Tío me domesticó, yo no estaba domesticada”, dice Margarita, y agrega: “Me hizo más casera”.

Un tiempo después, Margarita enfrentó un duro momento: su novio se enfermó de cáncer y murió. Ella entró en una etapa en la que sentía que no tenía fuerzas suficientes para vivir, sentía por momentos que la tristeza era más poderosa que ella. Pero ahora no solo era Tío el que la necesitaba: el perro de su pareja, otro schnauzer, había quedado sin dueño, y Margarita se lo llevó a casa. Debía levantarse a darles comida, a pasearlos, a atenderlos. Por momentos sentía que eran demasiada responsabilidad para ella y pensó en regalarlos, pero la psicóloga que la acompañaba en su proceso de duelo le recomendó que se quedara por lomenos un año con los perros, para que no estuviera tan sola.

Y Tío y Mufasa, el nuevo schnauzer que llegó a su casa, se convirtieron en su principal compañía y motivación. Si lloraba, allí estaban ellos para lamerla y consolarla. Si estaba triste, ellos le jugaban. Si estaba contenta, salían juntos a pasear. Cuandose levantaba, la saludaban felices y le batían la cola para demostrárselo.

Y con ellos, poco a poco, Margarita pudo superar el duelo. “Los perros son seres que no pueden sobrevivir por sí mismos, uno los tiene que cuidar; Y esa responsabilidad te levanta”, dice Margarita. Además, recibe cariño de ellos todos los días. “Ellos no me miran, ellos me contemplan y lo hacen con un amor profundo”.

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"Un perro puede llegar a leer 1.200 códigos entre verbales y no verbales del ser humano, de allí que puedan saber cuando alguien está triste o alegre, cuando se siente solo o ansioso".

Los afectos

Luisa Fernanda Méndez explica que un perro puede llegar a leer 1.200 códigos entre verbales y no verbales del ser humano, de allí que puedan saber cuando alguien está triste o alegre, cuando se siente solo o ansioso.

Explica, además, que las mediciones que se han hecho en los cerebros de los perros indican que en este se activan las mismas zonas que en los cerebros de los humanos cuando ambos sienten cariño, alegría o rechazo, por ejemplo. Desde este punto de vista, la doctora afirma que los perros desarrollan niveles afectivos. Sin embargo, precisa que esto no es tan fácil de asegurar, puesto que podría caerse en la tendencia a humanizar al perro, lo cual no es conveniente ni para las personas ni para los animales.

Pero son estas características las que también ayudan a fortalecer el vínculo entre las personas y los perros, y que los convierte en un apoyo especial en momentos difíciles.

Ángela Molano es una colombiana que vive en Italia, en el campo. Siempre ha querido a los animales y su hogar se ha vuelto, como dice ella, “un zoológico”. Adaptarse a vivir en otro país no le resultó tan fácil, pero los perros y los gatos fueron fundamentales para ayudarla. Y aún hoy, más de 10 años después de haberse ido de Colombia, son su gran compañía. Ha llegado a tener 20 animales juntos en ciertos momentos. A su casa en el campo llegan perros y gatos perdidos o enfermos, ella los rescata y a muchos les encuentra hogar. Otros se han quedado con ella hasta cuando mueren y todos han representado para Ángela una ocupación, una forma de no quedarse quieta cuando no está haciendo sus trabajos artísticos.

Además, ella tiene fuertes cambios de ánimo y los perros saben cómo comportarse con ella según esos momentos, tanto cuando se asoma un poco la depresión como cuando está más animada.

Méndez explica que los perros, al igual que muchos otros mamíferos, tienen un órgano vomeronasal que amplifica la capacidad de olfacción, y esto les permite detectar olores como los cambios hormonales en las personas y los cambios en los estados de ánimo que puedan generar estas hormonas. Ella sostiene que los perros también perciben los cambios en los neutrotrasmisores del cerebro del cuerpo humano, que son, entre otros factores, los que determinan los estados de ánimo de las personas.

Para todas estas personas, desde Eric O’Grey en San Francisco hasta Margarita Gálvez en Bogotá y después en Miami, los perros fueron un impulso para cambiar la vida y apreciarla de una manera más positiva. Como dice Ángela Molano: “Son una fecto verdadero y genuino”.

Catalina Gallo

Periodista independiente colombiana. Autora del libro Mi bipolaridad y sus maremotos (Planeta).