Mezcla de lucha, danza, música, historia y poesía, la capoeira ha sido considerada como “el único deporte genuinamente brasilero”. El autor de esta nota, un escritor colombiano practicante de la capoeira angola, nos habla acerca de los orígenes, las características y los beneficios de esta poderosa herramienta de emancipación y resistencia cultural.
a historia de la capoeira se canta, vibra en las letras de sus canciones. Es la herencia de lucha de millares de negros, esclavizados en África por los portugueses para forzarlos a trabajar en las plantaciones de caña, café, algodón y cacao del Brasil colonial:
Qué navío es ese
que llegó ahora, es el navío negrero
con los esclavos de Angola.
Treinta mil viajes hicieron los navíos negreros entre los siglos XVI y XIX, secuestrando a unas 4’650.000 personas en condiciones deplorables de alimentación, hacinamiento y salubridad. Una cuarta parte no soportaba la travesía, otro tanto sucumbía en África, al resistirse a la captura. Un 10 % de quienes lograban cruzar el Atlántico moría cada año debido al maltrato y la sobreexplotación.
Fundiendo tradiciones guerreras de distintas naciones, sintetizándolas en danza y canto para que los portugueses no les prohibieran practicarlas, angolas, bantúes, nagós, aruandas, ketos y luandas, entre otros pueblos, crearon lo que hoy conocemos como capoeira. Lo hicieron para fortalecerse, recrearse, conservar el contacto con sus ancestros, resistir el cautiverio y, eventualmente, recobrar la libertad.
En la rueda de capoeira ocurre lo que Antonio Machado veía en la poesía: “Se canta una viva historia/ contando su melodía”. Para el capoeirista es de suma importancia mantener presente el testimonio vital de sus antecesores, de modo que pueda preservar y transmitir toda la fuerza cultural de su legado. Así lo pregona una estrofa del mestre baiano Jogo de Dentro:
Quien no rescata su pasado
no protege su futuro.
Cabe la historia respetar,
es un espacio seguro.
La rueda de capoeira
A un dramaturgo y libretista, Alfredo Dias Gomes, le debemos una de las más perspicaces y sugestivas descripciones del arte de la capoeira. El texto, escrito para acompañar un disco de los mestres Traíra y Cobrinha Verde grabado en Rio de Janeiro en 1963, empieza declarando: “Capoeira es lucha de bailarines. Es danza de gladiadores. Es duelo de camaradas. Es juego, es ballet, es disputa —simbiosis perfecta de fuerza y ritmo, poesía y agilidad. (…) En la capoeira los contendores no son adversarios, son ‘camaradas’. No luchan, fingen luchar. Procuran —genialmente— dar la visión artística de un combate. Por encima del espíritu de competición, hay en ellos un sentido de belleza. El capoeira es un artista y un atleta, un jugador y un poeta”.
La rueda de capoeira es una celebración, un rito festivo que integra música, lírica, historia, danza y lucha, fibras esenciales de esta rica matriz cultural afrobrasilera. Encadenados, sometidos, imposibilitados para enfrentar directamente las armas de capataces y hacendados, los capoeiras refinaron un estilo de lucha basado en la mandinga —malicia—, la paciencia, la astucia y ágiles y súbitos contraataques. Para no despertar sospechas, cifraron los golpes y las defensas en movimientos de baile que podían practicar en sus ratos de holganza sin ser reprimidos. De ahí proviene la naturaleza dual de la rueda de capoeira, que es a la vez juego y combate, risa y peligro, tradición y espontaneidad, entrenamiento, descanso, jolgorio, lamento, ceremonia solemne y rotundo relajo.
Al momento de comenzar una rueda de capoeira angola, los jogadores se sientan en círculo en torno a los instrumentistas. Tres berimbaus: gunga, médio y viola —cada cual con una tonalidad distinta—, dos pandeiros, el atabaque, el reco-reco y el agogô conforman la batería. Quien comanda la roda entona primero una ladainha, un canto de entrada que suele desplegar una plegaria, una historia o una reflexión. Sigue luego la louvação, una serie de invocaciones a las que los presentes responden en coro y que sirve para que la pareja encargada de abrir la rueda se apreste a jogar. Cuando se da inicio a los cantos llamados corridos, ambos capoeiristas se estrechan la mano y empieza el jogo. A medida que la rueda transcurre los encargados de tocar los instrumentos se van rotando. Lo ideal es que todos los asistentes tengan ocasión de jugar, lo cual, según el número, puede abarcar entre una, dos, y hasta tres o cuatro horas de duración.
La rueda de capoeira es una celebración, un rito festivo que integra música, lírica, historia, danza y lucha, fibras esenciales de esta rica matriz cultural afrobrasilera.
Capoeira angola y capoeira regional
A lo largo del siglo XX la capoeira experimentó drásticas transformaciones. De ser estigmatizada y perseguida —el Código Penal brasilero de 1890 establecía penas de dos a seis meses de prisión para quienes fueran sorprendidos practicándola en las calles y plazas públicas— pasó a ser aceptada socialmente —fue declarada en 1953 por el presidente Getúlio Vargas como el único deporte “genuinamente” brasilero. El precursor de este reconocimiento fue un capoeirista de Bahía, el mestre Bimba, al formalizar un método de enseñanza de la capoeira bajo el nombre de Lucha Regional Baiana, que posteriormente pasó a denominarse capoeira regional. Para facilitar su proceso de legitimación, Bimba llevó la capoeira callejera al aula de clase y la adecuó a parámetros deportivos, dándole un carácter competitivo y añadiendo elementos de luchas como el batuque nordestino, que había aprendido de su padre.
Como reacción ante el auge de esta tendencia, recelosos por la pérdida de aspectos ancestrales, otros maestros se propusieron rescatar la práctica de la capoeira en su esencia más tradicional. Fue el caso de Vicente Joaquim Ferreira, el célebre mestre Pastinha, que en 1941 fundó en Salvador de Bahía el Centro Deportivo de Capoeira Angola, consolidando la vertiente que en lo sucesivo adoptaría el nombre de capoeira angola. Pastinha definió la capoeira en los siguientes términos: “Capoeira, mandinga de esclavo en ansia de libertad. Su principio no tiene método. Su fin es inconcebible aun para el más sabio de los mestres”.
La evolución de estas ramas de la capoeira ha generado diferencias que son evidentes en la actualidad. La regional es el estilo de capoeira más difundido en Brasil, Colombia y el resto del mundo: por cada grupo de capoeira angola existen, en promedio, treinta de capoeira regional. Su gran popularidad entre los jóvenes y los niños se explica porque tiende a ser más veloz, de ritmo por momentos frenético, acrobática, aérea, espectacular. Sus practicantes juegan descalzos, usan prendas ceñidas al cuerpo y baten palmas durante la rueda. En contraste, la capoeira angola fascina por ser más contenida, sutil, con movimientos relajados y de repente prestos y certeros que suelen darse de pie y a ras del suelo. El protocolo entre los angoleros es formal: se utilizan zapatos, pantalones holgados, y los faldones de la camisa deben ir por dentro de la pretina. La rueda de angola permite que cada juego dure mucho más, no se acostumbra a aplaudir para marcar el ritmo, y tanto la plasticidad como la elegancia y la gracia de los movimientos de defensa y ataque aumentan en la medida en que los jugadores logran mantenerse más cerca uno del otro, ocupando el menor espacio posible, en una modalidad de juego conocida bajo el nombre de jogo de dentro. Arriesgan[1]do un paralelo con la salsa, podría decirse que si la capoeira regional en su velocidad se acerca al vértigo de las descargas y el bugalú, lo sutil de la capoeira angola se corresponde más con la cadencia de un son o un danzón.
Capoeira angola en Bogotá
La semilla de la capoeira angola germinó en Bogotá gracias al encuentro de un músico colombiano y una capoeirista brasilera. Deborah Miranda y Juan Manuel Vergara se conocieron en Porto Alegre y luego decidieron vivir juntos en Colombia. En 1996, a partir de un curso libre dictado por Deborah en la Universidad Nacional, se conformó el núcleo fundador del grupo Volta do Mundo. Con el propósito de establecer un vínculo directo con las fuentes originales de la capoeira angola, y de abrir un espacio para proyectar esas enseñanzas a otros capoeiristas de la ciudad, desde 2001 Volta do Mundo ha organizado trece veces el evento “Colombia Ginga”, que ha contado siempre con la presencia del mestre Jogo de Dentro, formado por el mestre João Pequeno, discípulo a su vez del mestre Pastinha en la ciudad de Salvador.
En 2007, bajo la coordinación de Fabricio Apolo, alumno de los mestres Cobra Mansa y Valmir, surgió el Grupo de Capoeira Angola FICA Bogotá, asociado a la Federación Internacional de Capoeira Angola. Este grupo también ha logrado convocar eventos anuales con la presencia de sus mestres, enriqueciendo el panorama angolero de la ciudad. Otros colectivos que se vienen conformando en la capital son el grupo de Capoeira Angola Ubuntu, y Kaya, un parche de angoleros rastas que realiza sus ruedas a las afueras del Planetario Distrital. En Medellín funciona desde 2009 una filial del grupo Semente do Jogo de Angola, del mestre Jogo de Dentro, y desde 2011 fructifica vigoroso en Cali el grupo AngolaCali Capoeira.
Por usar la cabeza, los pies y las manos como puntos de apoyo y desplazamiento, el entrenamiento constante de la capoeira involucra todas las aptitudes físicas del cuerpo.
Beneficios de la práctica
Por utilizar la cabeza, los pies y las manos como puntos de apoyo y desplazamiento, el entrenamiento constante de la capoeira involucra todas las aptitudes físicas del cuerpo. Además de trabajar a fondo el sistema cardiorespiratorio, permite desarrollar fuerza, agilidad, resistencia muscular, flexibilidad y equilibrio. Al ser una práctica tan compleja, trasciende el plano meramente marcial y brinda una formación que comprende fundamentos históricos, lingüísticos, musicales y dancísticos. Para quienes provenimos de otros países, el aprendizaje de la capoeira representa además una vía de acceso apasionante para descubrir un universo tan próximo y desconocido como el brasilero. Personalmente, a la capoeira le agradezco el hecho de haberme obsequiado, entre tantas cosas, una lengua, una cultura, un país.
Pero tal vez más aún que en el ámbito individual, la importancia de los beneficios que aporta la capoeira debe ponderarse en el ámbito colectivo. Para los negros esclavizados, la capoeira representó una herramienta poderosa de resistencia, cohesión y preservación cultural. Por ello muchos mestres y grupos la asumen como un instrumento eficaz de educación popular, para reafirmar valores ancestrales y construir identidad.
Paradójicamente, esta práctica de origen guerrero genera una interrelación basada en la solidaridad, el autocontrol y el respeto por el oponente. Las palabras que en su momento formulara Dias Gomes conservan plena vigencia en ese sentido: “La transformación de una contienda en un motivo para cantar y danzar es muy propio de nuestra gente. La capoeira es una manifestación auténtica de la índole, el espíritu y el genio de nuestro pueblo, en su capacidad de asimilación y recreación. A través de ella nosotros enviamos al mundo un mensaje: qué bueno sería que todo conflicto, todo litigio, por violento que fuera, pudiera ser resuelto con música y poesía”.
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