El año nuevo puede convertirse en una oportunidad ideal para reconciliarse con sus seres queridos.
esde cualquier punto de vista, pedir y aceptar el perdón ha sido un evento catártico, de liberación. Para la psicología, el perdón tiene connotaciones terapéuticas, pues ayuda a las personas afectadas a darle una explicación al comportamiento de quién les hizo daño, reforzando su proceso de sanación.
La persona que comete la ofensa también sufre debido a la capacidad de empatizar con el dolor ajeno que tenemos los humanos. Por eso, pedir perdón alivia esa sensación de indignidad que se produce cuando hacemos algo que discute con nuestra conciencia o contradice nuestros principios.
Según un estudio de 2005 realizado por los psicólogos Alex Harris y Carl E. Thoresen, haber sido parte de un conflicto donde no estuvo presente el perdón está asociado con sentimientos como la ira, el rencor y el estrés, que a largo plazo desencadenarían problemas de salud. Sin embargo, esta es una hipótesis que aún se encuentra en evaluación.
Por otro lado, se ha comprobado que el “no perdón” genera en las relaciones interpersonales conflictos cada vez mayores y complejos, que hacen difícil la sana y adecuada convivencia. De allí, es posible que se produzcan rupturas, separaciones, divisiones físicas y emocionales, distanciamiento afectivo y soledad.
¿Por qué es tan difícil pedir perdón?
A pesar de que de niños se nos enseña a que es bueno perdonar y ser perdonado, socialmente sigue siendo una muestra de debilidad. Según Mauricio Polanco, psicólogo de familia y profesor universitario de Unisanitas, ofrecer disculpas pone a la persona por debajo de las demás: “Aceptar una equivocación o una falta es una humillación que afecta directamente al ego y la valoración que tenemos de nosotros mismos”. Biológicamente hablando, pedir perdón es una estrategia poco adaptativa que nos hace encontrarnos en una posición vulnerable.
“Desde el ámbito legal, quien comete el error hace explícito todo el daño que ha hecho y, por lo tanto, queda expuesto al aparato judicial, que es punitivo. En otras palabras, pedir disculpas implica que tenemos que aceptar una responsabilidad, un castigo y un posible escarnio público”, señala el psicólogo forense y experto en justicia restaurativa Leonardo Rodríguez.
A pesar de las consecuencias, existen situaciones en donde ofrecer disculpas es la única salida para enmendar un error. No obstante, un simple “lo siento” a veces no es suficiente o no es percibido como tal y, por lo tanto, existe el riesgo de que el conflicto empeore. Por esta razón, lo animamos a seguir algunas recomendaciones desde el campo de la psicología para pedir perdón y ser perdonado, si eso es lo que quiere honestamente.
Culturalmente, pedir perdón y perdonar se ha considerado como una obligación moral.
Disculpas sinceras
“Aunque no lo parezca, las personas con la que tenemos vínculos estrechos saben cuándo uno lanza una falsa disculpa, o cuando se toma la disculpa como una obligación y no como una expresión de arrepentimiento”, dice Rodríguez; por lo tanto, la mejor disculpa es una disculpa genuina. Si se hace de forma forzada o exagerada, o incluso de manera irónica, no va a tener ningún efecto en la otra persona y se va a leer como una disculpa poco auténtica.
En este sentido, el lenguaje no verbal es muy importante. “Debe haber una congruencia total entre lo expresado verbalmente y lo manifestado con los gestos, el cuerpo, el tono de voz, etc. De lo contrario, el mensaje puede ser confuso”, añade Polanco. También puede ayudar el contacto físico dependiendo de la relación que mantengamos con la persona. Una caricia, un abrazo, o tomarla de las manos puede darle un refuerzo a esa emocionalidad que queremos transmitir.
Justificación
“Cuando las personas resultan afectadas por las acciones de otro se sienten violentadas, sienten que han sido injustos con ellos sin razón”, dice Rodríguez, por ello, una buena forma de complementar una disculpa es exponiendo las razones por las cuales se cometieron dichas acciones. Las personas necesitan buscar una explicación a lo que les sucedió, porque de esta manera descartan escenarios imaginarios donde sea más difícil llegar a una conclusión.
Sin embargo, es importante aclarar que esta justificación no puede ser usada como una excusa. “Si soy violento, puedo decir que nacer en un entorno violento me hizo así, pero no puedo decir que soy incapaz de hacer algo para cambiar, hay que asumir toda la culpa de nuestras acciones”, explica Rodríguez. Repartir responsabilidades puede hacer que parezcamos a la defensiva, lo que afecta nuestro discurso.
Reparación
Después de que se ha creado un espacio adecuado para la conversación y ambas partes han reconocido el daño causado, lo que sigue es ofrecer opciones que puedan reparar o ayudar a mitigar este daño. Para muchas personas basta con un lo siento, pero a veces la falta necesita ser resarcida de otras maneras. Estas pueden ser a través de una compensación económica, una acción compensatoria, un regalo o, incluso, una disculpa pública.
Dentro del derecho penal, existe un concepto llamado justicia restaurativa, la cual se basa en la creencia de que la justicia es una forma de solucionar problemas a través de la reparación del delito y no de la imposición de un castigo. En ese sentido, tanto víctima como victimario asisten a distintas sesiones para expresar sus sentimientos en torno a la falta y llegar a un acuerdo donde el victimario se compromete a realizar una actividad en pro de la víctima o la comunidad. Para Rodríguez “la justicia restaurativa, a pesar de que no funciona con todos los delitos, es una forma en que ambas partes salen beneficiadas”.
Compromiso
De acuerdo con el psicólogo Polanco, “los compromisos son de gran importancia en cualquier relación, sobre todo si existen espacios compartidos”. En este sentido, el que realiza el daño debe comprometerse a no volverlo a realizar y si es posible, llevar a cabo acciones que refuercen la sensación de que esta promesa se va a cumplir. Por ejemplo, Si el consumo excesivo de alcohol provocó que alguien hiciera algún perjuicio por acción u omisión, la mejor manera de comprometerse a cambiar es a través del ingreso voluntario a un proceso de rehabilitación. Este tipo de acciones le muestran al afectado que la situación no se repetirá.
Cabe añadir que existen escenarios especiales donde las partes implicadas no pueden llegar a un acuerdo y la disculpa no es aceptada. En este caso, es recomendable acudir a la ayuda de terceros especializados en solución de conflictos, como un psicólogo de familia, que garanticen una adecuada mediación. También hay que evaluar si alguna de las partes tiene una condición mental especial, pues en estos casos se requiere de asesoramiento médico y psicológico.
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