Es la tenista número uno de Colombia y la 77 del ranking mundial. Pero ella no piensa en su posición, solo quiere seguir trabajando duro para estar entre las mejores. Por ahora, con apenas 26 años, está en el mejor momento de su carrera.
ay quien pasa media vida sin saber lo que le gusta, lo que le apasiona o lo que quiere hacer hasta el último día. Pero hay otros, una minoría, que sienten un impulso, una certeza y deciden, a muy corta edad, lo que harán el resto de su vida. Mariana Duque está dentro de esa minoría: a los siete años sabía que sería tenista profesional y que quería formar parte del olimpo de atletas de alto rendimiento. El camino, lleno de esfuerzos y sacrificios, ha rendido sus frutos. Mariana Duque tiene 26 años y está en el mejor momento de su carrera.
A Mariana Duque el éxito le llegó temprano. Sus sueños de la infancia se fueron cumpliendo tan rápido que le sorprendieron a ella misma: empezó a jugar a los cinco años, a los ocho ya jugaba torneos nacionales, a los nueve entrenaba en la Academia Colombiana de Tenis que tenía Colsanitas, a los 11 entró al equipo de Colsanitas, a los 15 a jugar como profesional. Y ganaba casi siempre.
En 2001 fue seleccionada para formar parte de la élite en el equipo de Colsanitas. Desde 2005 juega como profesional y desde entonces ha acumulado importantes triunfos. Ganó medalla de plata en los Juegos Bolivarianos (2005), fue finalista del Roland Garros Junior (2007), medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Guadalajara (2011), tiene 17 títulos en el circuito ITF en individual y 13 en dobles; en 2008, apenas tres años después de ser profesional y con 19 años, entró al top 100 del mundo. Representó al país en los Olímpicos de Londres 2012.
En 2010 ganó su primer título del circuito WTA en Bogotá y en 2012 junto a Catalina Castaño, el de WTA de Bastad. Una de sus mejores actuaciones ha sido en un torneo del Grand Slam, al alcanzar la tercera ronda del Abierto de Estados Unidos. Hoy es la número uno de Colombia y ocupa el puesto 77 del ranking mundial. Una hazaña que ella, por su sencillez y humildad, no grita a los cuatro vientos.
“Hablar de uno es horrible”, reconoce esta joven de 1,69 de estatura y 62 kilos. Sin embargo, deja la timidez a un lado, suspende su entrenamiento y se sienta a conversar.
Al principio de su carrera subió muy rápidamente, de pronto toda la atención estaba enfocada en usted y eran inevitables las comparaciones con Fabiola Zuloaga. ¿Cómo manejó esa presión?
Yo era muy chiquita y no estaba preparada para llegar donde llegué ni para manejar toda esa presión. Cuando llegué al top 100 vi que era muy duro mantenerse. Mi juego no me funcionaba para seguir ganando, fue muy frustrante, me sentía la peor del mundo... Y apenas tenía 19 años. Me sentía mal porque no hacía los resultados que la gente quería. Duré tres años mal. Ahora me da risa, pero sí fue muy duro porque no lo supe manejar, me presioné más de la cuenta. Yo misma estaba afectando mi carrera por pensar en lo que querían los demás. Tuve un entrenador español, Borja Uribe, que me ayudó. Me decía: ¿Qué te importa la gente? Haz lo tuyo, tú sabes si entrenaste, si jugaste bien o no. Así empecé a manejarlo mejor.
¿Qué cambió? ¿Qué le hizo volver a ganar de nuevo?
Hace pocos años entendí lo que tenía que entrenar para llegar a ser lo que quiero ser. Cuando llegué a la élite, donde yo quería estar, me di cuenta de que lo que estaba haciendo no era suficiente, no era nada, ni suficiente. Entrenaba pero no de la manera que debía. A Borja le agradezco haberme metido en la cabeza que tenía que entrenar pasara lo que pasara. Al principio me dio durísimo.
Ser atleta de alto rendimiento, mantenerse en esa élite implica muchos sacrificios. ¿Cómo asume esos retos?
A mí me cuesta mucho sufrir, y la mayoría de las veces sufres, te cansas, duele el pie, el brazo, se sufre. Hay que aprender a disfrutar del sufrimiento. Aprender a manejarlo. Fue un año duro pero eso me lo enseñó Borja. Ahora entiendo que tengo que entrenar, porque cada vez el tenis está más exigente y si no estás preparado no puedes llegar.
Y también hay otros sacrificios personales: dejar de pasar tiempo con la familia, muchos viajes, poca vida social…
Cuando uno está chiquito sueñas con muchas cosas y no sabes todo lo que tienes que hacer para lograrlo. Cuando empecé a viajar fuera de Colombia me parecía muy divertido. En los torneos la pasaba bien: hay ambiente, haces amigas, te diviertes. A medida que fui avanzando en el ranking, entrenaba más duro y me tocaba viajar sola. He pasado muy pocos cumpleaños aquí. Este año, solo he pasado dos meses y medio en Colombia y no seguidos. Sí, da muy duro. Desde hace seis años no estaba ni 24 ni 31 de diciembre aquí. Esas cosas se extrañan, pero por otro lado pienso que el tenis no me va a durar toda la vida, entonces ese sacrificio ahora va a valer la pena mas adelante.
¿Cómo ve el tenis que se practica ahora?
El tenis se ha vuelto más físico y es muy mental. No es tanto como el atletismo o la natación que tienes que romper tiempos. Pero sí se ha vuelto muy físico: cada vez los jugadores son más fuertes, los partidos duran más tiempo, le pegan más duro a la pelota que hace diez años. Yo trato de evolucionar cada año. Intentar estar con las mejores.
Por experiencia propia se dio cuenta de la importancia de entrenar la mente, tanto como la parte física. ¿Cómo fue ese proceso?
Nunca quise a los psicólogos. Pero a los 22 años me di cuenta de que no podía sola y necesitaba a alguien que me ayudara. Cuando perdía no podía asumirlo, me ponía muy brava conmigo, y eso me desconcentraba y afectaba mi juego. Me di cuenta de que la parte mental es tan importante como la física. Trabajé dos años con un psicólogo y me ayudó muchísimo. En este momento, trato de poner en práctica lo que me enseñó: enfocarme en el presente. Si perdí el punto, seguir, ganar el próximo, lucharlo a muerte, pero superar lo anterior. Con los años he ido madurando. No puedo tener la misma actitud en la cancha de cuando tenía 20.
A los 13 años empezó a entrenar todos los días después del colegio, a los 14 ya era por la mañana y por la tarde… ¿Cómo hizo para compaginar los estudios y el tenis?
Iba al colegio dos horas (de 7 a 9 am) y entrenaba de 10 am a 5 pm. Empezó a gustarme más jugar tenis que ir al colegio. Y con los viajes era muy complicado. Me daban permiso pero cuando regresaba me mataban porque había faltado mucho. Empezó a ser muy aburrido. Mis papás cedieron y me metieron a otros colegios para que yo pudiera entrenar y estuviera contenta. No me gustaba estudiar pero tenía muy claro que tenía que acabar el colegio antes de dedicarme al tenis.
¿Que tan determinante ha sido el apoyo de sus padres?
Ha sido muy grande, no solo conmigo sino con mis hermanos. Siempre nos han apoyado en lo que hemos querido. Nunca se han metido en nada. Yo soy muy afortunada de tener a mis papás, porque sí he oído muchos cuentos de niños que les meten presión, los entrenan o les pegan si no ganan. Mis papás nunca se han metido con eso y para mí es una tranquilidad porque sé que tengo el apoyo pierda o gane. Sé que están ahí y van a hacer todo para que sea feliz.
Ha admitido su admiración por Fabiola Zuloaga y Catalina Castaño. ¿Cómo ha sido su relación con ellas?
Para mí Fabiola siempre fue lo máximo. Siempre quise ser como ella, cuando estaba en la Academia la veía jugar, por televisión le hacía muchísima fuerza. Siempre es bueno tener a alguien, sobre todo si es de tu país, como un ejemplo a seguir. Cata Castaño me ha ayudado muchísimo. Una persona que jugó profesional es indispensable para la carrera de un niño que comienza: dar un consejo, contar esa experiencia.
Aparte de entrenar duro, lo más importante es disfrutar. Desde que tomé esa decisión, mi vida tenística ha cambiado. Estoy disfrutando más y estoy ganando más. Este es el mejor momento de mi vida y es por eso. Además de trabajar duro todos los días.”
¿Se siente ejemplo para otras niñas, como Fabiola fue para usted?
Puede que para algunas niñas yo sea el modelo a seguir. Debería ser más cercana a esas niñas, porque eso es importante. Yo soy demasiado tímida y me cuesta hacerlo. Con Fabiola me hubiera encantado compartir más. Ahora entiendo que es muy difícil porque uno está metido en su cuento y no quieres que nadie te moleste. Es entendible. Me gustaría acercarme más a las niñas que quieran ser profesionales o que estén en el camino.
Si tuviera la oportunidad, ¿qué les diría?
Aparte de entrenar duro, eso ya se sabe, lo más importante es disfrutar. Desde que tomé esa decisión, mi vida tenística ha cambiado. Estoy disfrutando más y estoy ganando más.
Este es el mejor momento de mi vida y es por eso. Además de trabajar duro todos los días.
El tenis femenino en Colombia enfrenta muchas dificultades. Hay pocos torneos en Latinoamérica, la mayoría de los torneos está en Europa. ¿Cómo lo ve?
Hay que ser realistas: aquí hay pocas niñas que estén jugando profesional y que les esté yendo bien. Pero yo me pregunto ¿por qué para hombres se hacen 18 o 19 torneos profesionales en Colombia, mientras que para mujeres solo 4? Para mí, ahí está la respuesta de por qué no hay niñas jugando tenis. En el ranking de hombres hay muchos colombianos, y mujeres debe haber 5 o 6. El torneo local tiene muchas ventajas para que el jugador se foguee: estás en tu país, cuesta menos plata y tienes oportunidad de jugar más. Enfrentarte a otro permite tener experiencia y entrar al profesionalismo.
¿Y qué piensa de que los hombres ganen más plata que las mujeres?
En los Grand Slam ganan igual pero en los otros torneos, si comparas, ganan más los hombres. Entre un hombre top 20 y una mujer top 20 la diferencia es brutal, sobre todo en dobles. Están tratando de igualar esas cifras. Hay gente que dice que los hombres juegan a cinco sets y las mujeres a tres. Que los hombres deben esforzarse más. Me parece muy duro luchar contra eso, por eso no le pongo mucha atención ni energía.
La gente y los periodistas suelen ser muy crueles con los deportistas. Cuando ganan los apoyan, pero cuando pierden suelen ser muy críticos. ¿Ha sentido eso?
Sí. Creo que a todos los deportistas les ha pasado. Cuando era pequeña y me empezó a ir tan bien, entonces hablaban maravillas. Pero cuando me estanqué, ahí vinieron a darme duro. Eso te afecta, sobre todo cuando tienes 18 o 19 años. Te cuesta entender por qué te critican si ni siquiera saben lo que haces o lo que te pasa. No entiendo por qué tienen que criticar. Ahora me da igual lo que digan: no leo el periódico, ni leo nada.
Varias mujeres están haciendo un gran trabajo como deportistas, entre ellas Mariana Pajón, Caterine Ibargüen y usted. ¿Es consciente de eso y lo que significa?
No, la verdad no. En estos días me dijeron algo parecido y yo no lo había pensado. En verdad, soy un poco despistada y no le doy mucha importancia a esas cosas. Claro que es increíble estar con ellas dos porque me parecen unas deportistas impresionantes, que han hecho mucho por ellas y por el país, pero trato de no apegarme mucho a esas cosas.
¿Cómo es su vida fuera del tenis, la vida social cuando está libre o de vacaciones?
Cuando estoy en Colombia me encanta salir con mis amigas, me divierto mucho. Vamos a comer, al cine, a rumbear. Disfruto de mi familia porque no estoy nunca. Trato de pasar el mayor tiempo con mis papás. No juego golf, pero me gusta pegarle a la pelota en el campo de práctica. Nunca he salido al campo porque creo que rompería todos los palos.
Cuando viaja, ¿sale a conocer las ciudades que visita?
Últimamente estoy saliendo a conocer los sitios adonde viajo. En el disfrutar también está eso. Antes me encerraba en el hotel todo el día. Me daba pereza salir. Ahora eso cambió. Trato de salir y conocer. Es importante. No hay mucho tiempo pero trato. En las noches, me encanta salir a comer. Nunca como en un hotel.
¿Cómo es la relación con su entrenador y qué tan importante es?
La relación con un entrenador es como si tuvieras un esposo. Estás todo el día con él, desayuno, almuerzo y comida. Te la tienes que llevar muy bien porque si no, es complicado. Yo con Alejo Pedraza me la llevo increíble, él me trata como su hija, me cuida. Son cuatro o cinco semanas seguidas juntos, por eso hay que saber manejarlo. Él es muy relajado y nada problemático. Y yo también soy tranquila. No hemos tenido muchas discusiones.
¿Qué quiere ser? ¿Cuál es su meta realista?
Si es por mí, quisiera ser la número uno del mundo. Yo sé que puedo llegar muy lejos, estar entre las 10, 20 o 30 mejores, pero uno tiene que pensar paso a paso. Antes me obsesionaba por el ranking. Ahora ni lo miro. No me puedo poner la meta número uno ahorita. Estoy en un buen momento, espero cada año seguir avanzando. Mi meta es trabajar duro y dar hasta lo que no tenga en cada juego. Porque si haces eso los resultados llegan. Y me encantaría ganar un Grand Slam. Jugar en la cancha del Roland Garros y ganar. Es un sueño.
Como dijo antes, el tenis no es para toda la vida, aunque cada vez sube más la edad de los jugadores. ¿Que ha pensado para después de su carrera como tenista?
Siempre he dicho que no quiero jugar hasta tan grande. Pero nunca se sabe porque si me sigue gustando entrenar... seguiré jugando. Me encantaría ayudar a las próximas generaciones porque sé que en Colombia necesitamos eso. Pero no sé. Hay mucha gente que termina su carrera y ya no quiere saber nada de tenis. Me encantaría formar una familia. No sé cuándo, por ahora estoy tratando de hacer mi mejor carrera posible y cuando llegue el momento lo pensaré.
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