o matarás, no robarás, no mentirás. Esos y siete mandamientos más quedaron consignados en las tablas de Moisés como reglas de Dios para llevar una vida en paz. Pero le faltó al Todopoderoso un consejito adicional: cómo hacer para manejar bien el dinero y no vivir diariamente en un infierno financiero. Y es que no nos engañemos: o uno paga el arriendo, o el mercado, o el colegio de los niños, o el agua, o la luz o el gas, pero nunca todo al tiempo. La plata no alcanza para más. La única opción que queda después de gastarse todo el sueldo es echarle mano a la tarjeta de crédito. La relación más bipolar que cualquier ser humano tiene que llegar a soportar: uno odia y ama al mismo tiempo a Visa y Mastercard. Son todo lo que el dinero no puede comprar, pero lo que a uno siempre le toca pagar.
¡Si tan solo Dios le hubiera dado a Moisés unos cuantos mandamientos para manejar bien el dinero! ¡Viviríamos con el Antiguo Testamento bajo el brazo! En cambio, nos toca devanarnos el cerebro para entender por qué no nos cuadran las cuentas del hogar. ¿En qué se va todo el sueldo?
Dicen los expertos en estas lides que el meollo está en nuestro razonamiento: excesivamente simplista y concentrado en los ingresos. Por eso no nos cuadran nunca nuestros planes financieros: la gente piensa en lo que le va a llegar, pero no en lo que va a gastar. Y así nos terminamos comprando un televisor, un celular o hasta un carro que no podemos pagar. Y ahí es cuando nos comenzamos a quebrar.
Un dilema monumental que tiene una única solución trascendental: llevar un presupuesto particular. Escribir todos los gastos en un cuaderno o en una hoja personal: desde la leche y el pan diario, pasando por el mercado quincenal, los pasajes del bus o la gasolina del carro. Escriba hasta las visitas a la peluquería y los días en que toma onces con los compañeros cerca de la oficina.
Y anote sobre todo los gastos extraordinarios: las boletas para el partido de fútbol y las cervezas post-partidum para llorar o celebrar esos resultados. Tenga un rubro especial para esos acontecimientos y por nada se pase de ese presupuesto. Así James Rodríguez haga una tripleta de goles de gambeta o la selección Colombia escale del séptimo al primer puesto en las eliminatorias para el Mundial de Rusia.
Elabore su presupuesto con la misma milimetría con que escribiría su última lista de deseos para esta vida. Solo así va a poder saber por dónde se le está yendo la plata, dónde están los huecos para ir tapando esas fugas de dinero.
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