Los herbarios son más que una colección de plantas disecadas. En ellos, pese a malas condiciones, los biólogos construyen la memoria botánica de nuestro país.
I
Piense en un álbum de calcomanías. Uno de plantas y partes de plantas. En él están las imágenes de todo lo que llamamos flora de un territorio, digamos Colombia o el Amazonas o la Sabana. En una sección están las plantas que tienen flores y en la siguiente las que no. Y al pasar las páginas van apareciendo las hojas de árboles, arbustos y hierbas de diferentes colores, formas y tamaños, cada una con un recuadro que indica el tipo de planta, su nombre científico, sus características de color, olor, tacto, y dónde habita según ciertas coordenadas. Casi como un álbum cualquiera. Eso es un herbario.
Aunque un herbario no está en las páginas de un libro, ni sus plantas son fotografías a escala, o dibujos. Un herbario es una sala llena de armarios en los cuales reposan cientos de fichas en las que están cosidas o pegadas plantas y partes de plantas reales, alguna vez cortadas en una selva, un páramo o un bosque.
II
El investigador abre un armario y saca un grupo de cartulinas de unos 30 centímetros de alto por 25 de ancho, ordenadas una sobre la otra. En todas hay una rama de alguna planta. Estas ramas son grandes y cafés. Están cosidas a la cartulina con hilo especial. Están secas y prensadas. El investigador las ubica sobre una mesa que está a la altura de la cadera, para trabajar de pie. Dice que son frailejones y señala cada parte de una de esas ramas: el frente y el revés, el fruto, la superficie rugosa, y el cambio leve del color en algunos bordes. Su dedo nunca toca la rama. Esta va cosida de tal manera que el botánico puede verla por todos sus lados, que puede conocerla completa sin necesidad de tocarla.
Lo que sí toca es la etiqueta, que está pegada al lado derecho de la rama. Con el dedo señala el nombre de la planta, la familia, la fecha y el lugar en donde fue recolectada, así como el nombre del botánico que la recolectó. Luego lee la descripción que el investigador hizo de ella: “Roseta. 60 cm, tallo simple, cilíndrico. Hojas arrosetadas con indumento blanco de forma lanceolada, flores dispuestas en capitulos [sic] de color amarillo”. En la etiqueta también pueden ir los colores, los olores, la abundancia o escasez en la región, o cualquier otra información que ayude a quien lee a tener una idea completa de cómo era el espécimen en su hábitat.
Después de un rato el investigador recoge las cartulinas, las organiza y las vuelve a ubicar en el armario. El herbario está ordenado por orden alfabético según los nombres de las familias botánicas, con el fin de que sea fácil encontrar cada armario y cada planta dentro del armario. Bueno, fácil para él, que es biólogo. La verdad es que hay que saber algo del tema para encontrar una pieza específica en una sala con más de 28.000 tipos de plantas.
Un especímen es la muestra de la planta seca y prensada, más una etiqueta con la descripción detallada de la misma.
III
“Un herbario es una colección cuya función es conservar especímenes”, dice Néstor García, biólogo y director del Herbario de la Universidad Javeriana. “El trabajo básico de los herbarios es taxonómico: identificar dentro de unos sistemas internacionales esos especímenes”. Por eso es como un álbum. En un herbario están nombradas y caracterizadas todas las plantas de determinado territorio. Y no es una exageración: el propósito es identificarlas todas, sin importar su tamaño o ubicación.
Es tan simple como que cada planta que vemos al salir de la casa, de la universidad, del trabajo, en el trayecto del carro, al viajar durante las vacaciones, junto a un río o cerca al mar, tiene un nombre propio y unas características particulares que la hacen única. La función de un herbario es conservarla y nombrarla para saber que existe, antes de que el clima o la minería o la deforestación acaben con ella. “Los herbarios contribuyen al inventario de la biodiversidad de un país”, dice García. El objetivo final es tomar mejores decisiones ambientales con base en esa información.
La cifra
Al menos el 25% de la flora del país no ha sido descubierta.
IV
El Herbario de la Universidad Javeriana tiene alrededor de 30.000 especímenes. El del Jardín Botánico de Bogotá, 28.000. El de la Universidad de Antioquía, 200.000. El Herbario Nacional, 700.000. Imagine tantas plantas juntas. Imagine un bosque. Y aun así, el profesor García asegura que al menos el 25 % de la flora del país sigue sin ser descubierta. Esto implica que anualmente hay por lo menos un botánico describiendo especies nuevas, que se suman a la lista iniciada por la Expedición Botánica de 1783. Sí, la que organizó José Celestino Mutis. Pero eso también significa que, según García, “es muy probable que varias especies hayan desaparecido o estén desapareciendo sin que las hayamos podido catalogar”. Sin que las hayamos podido conocer.
Vale aclarar que estas cifras monumentales tienen algo parecido a un asterisco. El número total de especímenes en un herbario no abarca solo a los nuevos —cuyo nombre correcto es especie tipo—, sino también a los que ya fueron descubiertos antes y volvieron a catalogarse. De los 700.000 del Herbario Nacional, 7.000 son especies tipo. Es decir, el 1 %, que sigue siendo un número enorme.
Hay una razón que explica esto: un botánico puede estar interesado en estudiar una misma planta en diferentes regiones o en diferentes épocas, para entender cómo se adapta en ambientes diversos o cómo se adapta cuando su hábitat cambia cada determinado número de años.
V
El trabajo de campo. Ahí comienza todo. El botánico camina entre la maleza. Lleva una maleta en la que guarda papel periódico, bolsas plásticas, alcohol, tijeras podadoras. En uno de los bolsillos del pantalón lleva una libreta y un lápiz para tomar apuntes. El botánico trabaja en selvas, costas, bosques, páramos, humedales, ríos y lagos, donde recolecta especies para catalogar, estudiar y resguardar.
Después de caminar un rato encuentra lo que busca. Una orquídea. Cuando la planta no excede los 30 centímetros, la extrae completa, solo desecha la raíz porque no tiene valores taxonómicos importantes. Cuando tiene más de 30 cm —como pasa con un árbol o un arbusto—, toma una rama con flores y frutos, porque la muestra estéril no sirve. Entonces guarda el espécimen en una bolsa rotulada con un número. Y con ese paquete en la mano, saca la libreta y anota la fecha, las coordenadas del lugar y describe la planta con detalle. El objetivo es construir la imagen de cómo es la planta en su propio hábitat mediante la descripción, para que cualquier otra persona pueda leer e imaginar. En tiempos de imágenes digitales, este es un ejercicio literario.
En la noche, cuando vuelve al campamento, el botánico guarda el espécimen dentro de papel periódico de forma tal que cada una de sus partes quede visible. Marca el periódico con un número y lo guarda en una bolsa plástica junto con los otros especímenes que ha recolectado durante la salida de campo. A esta bolsa le aplica alcohol corriente y la cierra herméticamente. Después de esto, la orquídea aguanta el viaje de vuelta hasta el herbario. En el camino pierde el color.
"La función de un herbario es conservar y nombrar las plantas para saber que existen, antes de que se extingan".
VI
La colección de un herbario consta de:
-Plantas secas y prensadas con flores (angiospermas) o sin flores como los pinos (gimnospermas), el musgo (briofitas) o los helechos (pteridofitas).
-Hongos y líquenes, que hoy sabemos que no son del reino de las plantas sino del reino fungi.
-Bancos de tejidos, que son muestras de plantas de 1 cm x 1 cm usadas para analizar información molecular.
-Antoteca o colección de plantas sumergidas en alcohol. La planta conserva la tridimensionalidad.
-Carpoteca o colección de frutos y semillas. Se usa para el estudio de la dieta de aves.
-Palinoteca o colección de polen. Se usa para estudios de clima y de suelo.
-Colección etnobotánica, que consiste en artesanías hechas con plantas, fibras o frutos. Ahora imagine un bosque bajo la lupa de un microscopio. Ese es justamente el campo de estudio de un herbario.
VII
Luego del trabajo de campo viene el prensado. Todos los herbarios funcionan más o menos igual: una persona recibe las bolsas plásticas que traen los botánicos de su salida de campo. Saca la planta y la coloca en la mitad de dos láminas de cartón del tamaño de un libro normal. Estas, a su vez, las coloca en la mitad de dos láminas corrugadas de zinc. Estas, a su vez, las coloca en la mitad de dos tablas de madera. Así arma una pila de seis u ocho plantas que luego ajusta con unas cintas.
Cada pila se lleva a un horno cuya temperatura ronda los 70° C. Ahí permanecen durante dos o tres días. El calor seca y prensa las plantas para evitar cualquier daño orgánico en el futuro. Posteriormente se pega una etiqueta a cada planta según la información que anotó el botánico en campo. Luego se cose la respectiva planta a una cartulina libre de ácido y se tapa las costuras con una cinta de agua. El montaje de la planta en la cartulina es un trabajo artesanal de cuidado, estética y amor. Una investigadora como Nubia Ortiz, del Jardín Botánico de Bogotá, monta entre quince y veinte plantas al día.
Otra persona hace curaduría del nombre científico de la planta y su familia botánica, y también registra el espécimen dentro del herbario y los sistemas nacionales e internacionales. El registro consiste en darle un número consecutivo de herbario. Ese número es como la cédula del espécimen. Por último, el espécimen debidamente conservado y catalogado se guarda en el armario que le corresponda según su nombre. Llevar un herbario es un trabajo de obstinación.
"En Colombia hay 40 herbarios agrupados en la Asociación Colombiana de Herbarios, y otros tantos que no están en ella".
VIII
Jaime Uribe Meléndez, biólogo y director del Herbario Nacional de Colombia, explica que no hace falta ser botánico o biólogo para recolectar especímenes. Una persona como usted o como yo podemos dedicarnos a recolectar plantas y llevarlas a la colección de un herbario. Para ello solo necesitamos tener un permiso de investigación del Ministerio de Ambiente y uno de movilización y recolecta de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales, ANLA.
Desde el Convenio de Diversidad Biológica de 1994, todos los recursos biológicos le pertenecen al Estado. Todos. Por eso un investigador necesita un permiso para arrancar la rama del árbol que crece frente a su propia casa. Sin embargo, comenta el profesor Néstor García del Herbario de la Universidad Javeriana, esto es curioso porque cualquier ciudadano no investigador puede ir y tomar esa misma rama y luego botarla sin cometer ningún crimen. ¡Si no es para investigar, puede hacerlo!
El objetivo de estos permisos es regular la recolección y extracción de recursos. El problema está en que un investigador debe entregar resmas de informes y protocolos, mientras la minería y ganadería arrasan con hectáreas enteras de vegetación en un instante.
Un armario está dividido en estantes. Cada estante contiene una carpeta con muestras de un mismo especimen.
IX
En Colombia hay 40 herbarios agrupados en la Asociación Colombiana de Herbarios, y otros tantos que no están en ella.
De esos 40, muchos son regionales y no tienen buena curaduría, porque se mantienen solo con uno o dos investigadores de planta, con muy precarias condiciones para catalogar y resguardar las espeMedioambiente Crónica LA CIFRA Alrededor del 70 % de las colecciones biológicas del país están en riesgo. cies recolectadas en sus regiones. Por eso algunos profesionales de las ciudades capitales se movilizan durante tres o cuatro días cada tanto para apoyar los procesos en esos herbarios.
Pero en las capitales el tema tampoco es que esté cerca de lo conveniente para esta labor tan importante para la ciencia. Solo el herbario del Jardín Botánico está en condiciones soñadas en cuanto a infraestructura y personal. El de la Universidad Javeriana, que hace parte de una institución privada, está a la espera de ser reubicado: por ahora carece de armarios óptimos y está expuesto al tránsito de cientos de estudiantes que bien podrían llevar alguna plaga en el barro del zapato. Y el Herbario Nacional… basta decir que en temporadas de lluvías (que prácticamente son cada semana en Bogotá) hay que cubrir los armarios con plásticos transparentes para evitar inundaciones en la sala principal.
XI
El profesor Uribe Meléndez afirma que los herbarios en Colombia están en un riesgo muy alto. “Apenas el 30 % de todas las colecciones biológicas del país están bien”, dice. Y luego agrega que al resto puede entrarle una plaga en cualquier momento y acabar con todo. Eso equivaldría a que el 70 % de la biodiversidad del país se perdería para siempre. ¿No es una imagen angustiante?
“Colombia es uno de los países más biodiversos del mundo”, decimos con orgullo en discursos públicos y comerciales de televisión a lo ancho del mundo. Pero la frase de cajón sólo tiene sentido cuando nos detenemos a mirar con calma ese álbum nacional de plantas que se está armado con las colecciones de nuestros herbarios. Ese bosque imaginado hecho país.
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